La escuela en casa

Mi hija está encantada que no tiene el uniforme del colegio puesto. Los hijos de mis amigos dicen que le gusta que su mamá les explique inglés porque es su profesora. Hay chicos que por increíble que parezca quieren la rutina del colegio ante las dudas, “lo explica mejor mi seño y los papás no saben nada”.

Y los días pasan en casa.

Esta es la única cura segura hasta ahora, pero también surge el stress del encierro y eso lo pensamos después, puesto que para los docentes estos tiempos de crisis son tiempos de cambio, de mirar otra forma de hacer pedagogía y cambiarla en la medida de lo posible.    

Hoy los docentes tenemos que generar un puente educativo. En estos momentos, en alguna casa de nuestro país, hay niños y adolescentes estudiando.

Según la encuesta nacional de salud y condiciones de trabajo de los trabajadores de la educación de la Argentina 2018, hay 14 millones de alumnos, un millón de docentes, 60 mil escuelas, 1344 institutos de formación docente, 600 mil estudiantes de docencia y 131 universidades.

Mientras tanto, la UNESCO informó que el número de estudiantes afectados por el cierre de escuelas y universidades en 138 países casi se ha cuadruplicado hasta alcanzar los 1.370 millones.

Se anunció la suspensión de clases, pero muchas escuelas no cerraron al poseer comedores y hay presencia docente en ellas. Para educar hay que emprender, por lo tanto, no es cuestión de querer que las cosas pasen sino de hacer que las cosas pasen. De esto los docentes sabemos.

Estudiar en forma virtual no es ni mejor ni peor, es diferente. Y ahí se debe centrar el cambio. La llegada de estos nuevos conocimientos y herramientas en el aprendizaje tiene que ser integral y es acá donde tiene que hacerse presente el docente. Él enseña, guía, interactúa en cuáles serán las ventajas y las desventajas de usar estas nuevas herramientas para hacer del aprendizaje más entretenido y, a la vez, un conocimiento significativo, cooperativo y colaborativo.

En estos tiempos de crisis, de quedarnos adentro, no deben faltar las oportunidades de aprender. Y la mejor manera es ponernos en marcha, puesto que el papel de la formación no ha dejado de ganar terreno en la sociedad. El conocimiento debe ser democrático.

Los docentes tenemos que reconvertir nuestra pedagogía en este siglo XXI híper conectado. La tecnología es uno de los pocos elementos aliados que pueden incorporarse de manera trasversal en el currículo en cualquier etapa de la vida escolar de los alumnos. Saber educar ahora, en tiempos del virus, es importante, sí, pero también lo es que la comunidad educativa se sienta arropada y acompañada en el proceso.

Todos estamos de acuerdo en que hay un nuevo paradigma comunicacional y educativo en este siglo XXI, pero ¿estamos todos preparados?, ¿estamos todos en el mismo camino y nivel de avances en el uso de la tecnología?

En el mundo digital en el que vivimos, las nuevas tecnologías lo están cambiando todo. Es una obviedad, es algo que debería tener asumido todo el mundo y no renegar de ellas.

Hoy es más importante que nunca diseñar herramientas basadas en satisfacer necesidades de los usuarios a nivel de nuestra educación, por lo tanto, muchas veces no pedir ayuda a tiempo puede generar un problema aún mayor. Para eso sugiero que los docentes y alumnos nos amiguemos con los tutoriales.

Una sociedad del conocimiento será aquella que, a partir de alcanzar el nivel de una sociedad que se preocupa por la educación, pueda recuperar y transmitir información para enriquecer su conocimiento y tomar las decisiones pertinentes a su propio desarrollo personal y colectivo, sin ejercer proteccionismo a la realidad más próxima.

La docencia es un compromiso con el presente y futuro.  Valoremos al docente que todos los días apuesta por trabajar a conciencia.

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