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14 de abril de 2020 | Opinión

Democracia en tiempos de pandemia

La cuarentena restringe la circulación, no las garantías

Entre 1347 y 1353, la peste negra mató a 80 millones de personas en Europa y modificó costumbres e instituciones políticas y económicas. Influyentes ciudades decayeron, como la República Veneciana, y terminó con casi todo el clero, en el encierro de los monasterios. En la semana santa de 1350 se llevó también al rey Alfonso XI de Castilla.

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por:
Daniel Montes

Es cierto que hubo una relativa prosperidad posterior al consolidarse un campesinado propietario a causa de tierras abandonadas y que se resquebrajó la servidumbre, surgiendo nuevas ciudades con nuevas perspectivas, las que terminarían en el Renacimiento. No conmovió, sin embargo, la estructura de poder. No apuró revueltas ni tampoco la participación popular en el gobierno

Lo que sí hizo fue facilitar un brote de persecuciones hacia lo diferente, lo distinto, por responsabilizarlo de la peste, la que consideraron un castigo de Dios por los pecados del mundo. Las víctimas fueron mendigos y familias muy pobres, enfermos (especialmente leprosos y locos). En el caso de los  judíos, casi todas las ciudades europeas exterminaron sus comunidades, en una matanza gigantesca, y los  romaníes corrieron la misma suerte.

En estos tiempos de peste coronavirus, donde se denuncia al vecino, se desconfía del peatón sin barbijo y las respuestas debieran ser lideradas por la democracia, sin Congreso federal, ni Legislatura provincial, hay algunos brotes autoritarios de intendentes que toman decisiones inconstitucionales: la cuarentena restringe la circulación pero no suspende las garantías constitucionales ni la representación popular. Y la oposición está llamada a oponerse, revisar, mejorar, proponer. Esto, claro está, sin que implique obstaculizar las acciones del gobierno en su esfuerzo de controlar la peste. Por lo tanto, acompañar significa integrar los comités o grupos de emergencia que se formen y votar las normas necesarias para el gobierno.

En momentos en los que puede pensarse que solo hacen falta veinte políticos para gobernar (la situación extraordinaria le da centralidad al poder ejecutivo), algún intendente puede pensar que está libre para actuar sin el  Concejo Deliberante, cuyos miembros no son empleados municipales sino representantes del pueblo y por lo tanto sujetos a su mandato. No hay subordinación sino áreas jurisdiccionales diferentes.

El gobernante sabio, asesorado por un consejo científico, que emergía luego de una hecatombe, es el tema de mucha literatura de los años 50. Quizás ese tiempo haya llegado. 

 

 

(*) Daniel Montes es concejal de Juntos por el Cambio – UCR, en la localidad de Ensenada.


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