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4 de mayo de 2020 | Nacionales

Momento crítico para AF

El kirchnerismo duro puja por el control político del gobierno y promete más cambios

El gobierno del presidente Alberto Fernández experimenta su momento más crítico. Una serie de errores y de cortocircuitos internos hicieron retroceder su imagen 5 puntos durante la última semana, pero tal vez esto sea lo menos preocupante. La cuestión de fondo es la dilución de su autoridad.

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Desde su nombramiento, varios ministros y funcionarios se manifiestan en rebeldía, y sólo aceptan las órdenes que provienen de la vicepresidenta, a quien deben sus designaciones. En algunos casos, las disputas internas entre los funcionarios procedentes de los diversos espacios del Frente de Todos, sumados a los heredados de la gestión de Cambiemos, han terminado por inmovilizar las gestiones. En otros, es la propia incompetencia de los responsables la que impide salvar la ropa.  

La renuncia exigida a Vanoli, en la ANSES, muestra a las claras el mapa de poder existente dentro de la coalición oficial. El economista cometió gravísimos errores, pero no fue el único. El problema fue que manejaba la principal caja del estado. La entrega de ese alfil significó un punto de inflexión en el equilibrio interno. Con Fernanda Raverta y el “Cuervo” Larroque en provincia, La Cámpora consolidó importantísimos espacios de poder. Pero ha pasado casi desapercibida la designación de Sergio Affronti en la presidencia de YPF, un cristinista que llegó de la mano de Miguel Galuccio a YPF y que se encargó de implementar importantes iniciativas de desarrollo energético en sociedad con el Conicet.

El desembarco de Affronti a la principal empresa mixta argentina implica un debilitamiento significativo de Guillermo Nielsen, quien llegó a la empresa por decisión de Alberto Fernández, cuando su candidatura ministerial fue vetada por la vicepresidenta. Con esta determinación también se ve limado el poder de otro albertista -y ex cavallista-, Matías Kulfas, cada vez más cuestionado por su incapacidad para impulsar el crecimiento económico o siquiera para evitar la implosión de la ya grave situación preexistente en el sector de las pymes.

No es casualidad que, con la llegada de Affronti, haya comenzado a circular del rumor de la decisión gubernamental sobre la nacionalización de las empresas de electricidad y la compra del 49 por ciento de las acciones de YPF que están en manos privadas. Esta decisión poco tiene que ver con la perspectiva de un Alberto Fernández cada vez más aislado dentro de su propio gobierno.

Otra de las autoridades más cuestionadas es Miguel Pesce, un verdadero embajador del poder financiero privado designado en la presidencia del Banco Central por Alberto Fernández. Hasta ahora, sus decisiones han apuntado a beneficiar unilateralmente al poder financiero, quedando en anuncios las políticas de respaldo y sostenimiento de la actividad productiva, en particular de las pymes. Pesce ya presentó en dos ocasiones su renuncia, que le fue rechazada, pero se da por sentado que no durará mucho en sus funciones, sobre todo ante el avance imparable del cristinismo dentro del gobierno nacional.

Algunos sectores más radicalizados del kirchnerismo declaran en off que se ha producido una aceleración del proyecto original de reponer a Cristina Fernández en la presidencia, que originalmente estaba planificado para después de las elecciones de 2021. Para muchos, Alberto Fernández debía ser “el Duhalde de Cristina” y hacerse cargo de la transición para luego regresar el poder a su legítima depositaria. Pero la pandemia habría acelerado el proceso y el presidente sólo podría resistir en la medida en que consiga extender la cuarentena, algo que encuentra cada vez más oposición a ambos lados de la grieta.

En efecto, la cuarentena le permitió relanzar un gobierno que marchaba sin programa y sin rumbo, con profundas disidencias internas y escasísimo entusiasmo popular. Pero lo que podría haber sido una oportunidad ideal para consolidar su liderazgo político fue desvaneciéndose por la propia incapacidad presidencial para construir poder. Alberto Fernández nunca fue un líder. Difícilmente podría adquirir esa vocación y ese carácter a los 61 años.

El programa del kircherismo más radicalizado incluye, además, la nacionalización de los depósitos y la aprobación de un impuesto excepcional a las grandes fortunas. Decisiones que no serían del agrado del presidente, pero que duda ante la postura a adoptar en vista del costo que debió pagar con los temas de las prisiones domiciliarias de los presos, en la que ambos sectores de la grieta se han potenciado para hundir su imagen en forma acelerada.

Los cacerolazos impulsados por el macrismo más radical contribuyeron a tensar aún más la cuerda. A falta de respaldo propio, Alberto Fernández tiene sólo dos alternativas: entregarse de pies y manos a uno de ellos o retornar al domicilio de Puerto Madero, si es que consigue recomponer su relación con el dueño.

En los últimos días circularon versiones cruzadas sobre el fin de la cuarentena. Mientras que algunos operaron para su conclusión el 10 de mayo, otros han salido a extenderla al 26 del mismo mes.

Como es sabido, el 26 es el día posterior al del nacimiento de la patria. Y allí no pocos son los que se regodean anticipando que el acto público virtual respectivo estará plagado de grandes anuncios. Tan grandes, en realidad, que de concretarse nos permitirían comenzar a hablar de una nueva Argentina. (www.REALPOLITIK.com.ar) 


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