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29 de junio de 2020 | Nacionales

100 días, más de 1000 muertos

La cuarentena recargada del “Tío” Alberto

Días atrás, la periodista Liliana Franco publicó en su cuenta de Twitter: “Este martes hubo una reunión @AlFerDez y los dueños de los medios para difundir el peligro de la pandemia. En principio se acordó que este domingo todos los medios llevaran en la tapa un homenaje recordando a los fallecidos, al estilo de lo que hizo el New York Times”.

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El anuncio evidenciaba una vez más la improvisación y la desesperación en que se encuentra sumido el presidente y su entorno, y que se ve agravado por los desaciertos permanentes de sus asesores y equipo de prensa, ya que mientras la publicación del NYT significaba una crítica a la cínica política de Donald Trump respecto de la pandemia, en nuestro país se pretendía utilizar la misma estrategia pero de parte del propio gobierno nacional.

¿Nadie en las proximidades de Alberto Fernández le avisó que esta “brillante idea” significaba dispararse en el pié? ¿Resulta apropiado publicar las fotos de los fallecidos de una tragedia que está en curso y, según se anuncia, incrementará drásticamente sus víctimas? “100 días, más de 1000 muertos”, publicó Perfil este sábado en su tapa, en la que se incluyen los nombres de las víctimas, copiando la publicación del NYT. ¿Cuál será la tapa a la salida de la nueva etapa de la cuarentena, a mediados del mes de julio? ¿“120 días, más de 2000 muertos”? En un pronóstico optimista. ¿No se leerá la simple comparación como un indicador incuestionable del fracaso de las medidas adoptadas? ¿Para qué habrá servido el nuevo sacrificio exigido a la sociedad si los muertos y las víctimas se multiplican de manera exponencial?

La cuestionable estrategia publicitaria tiene como único objetivo procastinar, patear hacia adelante, el gravísimo problema del COVID-19, en el cual el gobierno, luego de un inicio auspicioso, desbarrancó. No supo, no quiso o no pudo continuar con una cuarentena que sólo existe en la mente de Alberto Fernández. No hay controles de tránsito, porque los distintos niveles estatales de nuestro país no cuentan con efectivos ni con recursos para garantizarlo. En algunos tampoco existe la voluntad política de garantizarlo, a riesgo de exponerse al descrédito y el repudio popular.

La cuestionable jugada sólo encontró recepción en el diario Perfil. El resto de los medios le dió la espalda. De un lado de la grieta no se le perdonan sus constantes concesiones al cristinismo duro. Del otro, su genuflexión y sus beneficios constantes a los grupos de poder más concentrados. “Yo me manejo bien con todo el mundo”, afirmaba con sarcasmo una canción de Serrat. Pero una cosa es cantar y otra gobernar. Alberto debería aprenderlo de una vez por todas.

Buena parte de la sociedad argentina le teme más al hambre que al virus. La ayuda prometida por el gobierno es insuficiente, no llega a quienes debería, y cuando lo hace resulta tardía y a cuentagotas. Con 10 mil pesos -a los que la mayoría de los necesitados no accedió y los que sí generalmente sólo lo cobraron una vez-, nadie puede garantizar quedarse en casa.

¿Qué decir de las pymes o de los comerciantes a los que se les permitió reabrir sus puertas, y ahora se les exigirá volver a cerrarlas? Sólo en la CABA cerraron 28 mil comercios que habían conseguido sobrevivir al macrismo. Otros 8400 lo harán durante la próxima quincena. Además, los que reabrieron apenas han facturado una mínima parte de lo que lo hacían antes de las restricciones. El sector gastronómico, por ejemplo, que sólo puede vender bajo la forma de retiro directo o delivery, en la CABA apenas factura el 12 por ciento de lo que lo hacía en la etapa pre-cuarentena.

Sin ayuda de ninguna clase, ni la sociedad, ni los comercios, ni las pymes podrán resistir nuevas restricciones. La dirigencia sabe que no es el “último esfuerzo” que deberá pedirle a la sociedad. A mediados de julio -a la salida de esta nueva etapa- se ubica el pico más alto de contagio. Los optimistas creen que al menos deberían mantenerse las restricciones hasta la primavera. Los más realistas hablan de mediados de diciembre.

¿Cómo podría el gobierno conseguir algún tipo de acatamiento para la nueva etapa de restricciones? La respuesta es obvia: recurriendo al miedo. La solicitud de Alberto Fernández a los grandes medios no parece tener otra finalidad más que la de proveer de rostros humanos a la catástrofe. Que las estadísticas dejen de ser números para convertirse en personas reales. No es un recurso nuevo. Ya Maquiavelo, en el siglo XV, había señalado que, cuando se agota el consenso social, sólo queda apelar a la fuerza y al miedo. Curiosa decisión la que adopta un gobierno que declara constantemente su vocación por el diálogo.

El gobierno de Alberto Fernández va perdiendo todo su crédito, sobre todo dentro de la base social del peronismo. "Te están adoctrinando para que no ames, para que no tengas patria, para que no tengas familia, para que no tengas amigos, para que no tengas hijos, para que no te comprometas y creas que lo único importante sos vos. Te están dejando librado a tu soledad y miseria. No te la creas”. Publicaciones de este tipo infestan las cuentas de las redes sociales de los desencantados.

“Muchos periodistas y dirigentes más preocupados en combatir al peronismo que al coronavirus. Así nos va como país con tanto odio”, refuerzan otros, e incluyen entre los principales promotores de esta campaña al propio gobierno nacional.

Alberto Fernández es un maestro en el arte de procastinar, de postergar, para finalmente arribar a los peores resultados para la sociedad argentina. La renegociación de la deuda, la recuperación económica, la ayuda a los perjudicados por la cuarentena, la intervención y expropiación de Vicentín, el fallido impuesto a las grandes fortunas, el proyecto de interrupción del embarazo, son sólo algunas de las batallas que se impuso y en las que salió derrotado sin dar pelea.

Mientras tanto se aferra a la cuarentena como un náufrago a la tabla que le permite mantenerse a flote y convierte en cenizas el contrato social que selló con sus votantes. Los que a duras penas mantienen sus empleos sufrieron el guadañazo de la supresión de paritarias y el aguinaldo en cuotas de cobro impreciso. Otros, menos favorecidos, debieron aceptar suspensiones indefinidas, recortes en sus salarios, o simplemente el despido. Mientras que el estado y los servicios públicos siguen recaudando como si nada pasara, las autopistas cobran peaje como si fueran un servicio esencial y Alberto cambió su encendida oratoria descalificatoria por elogios hacia Marcelo Mindling.

Mientras el presidente termina de quitarse la máscara peronista para exhibir su verdadero rostro radical - socialdemócrata, la sociedad argentina afronta una nueva decepción con pronóstico reservado. Tal como deslizó Rogelio Frigerio en Animales Sueltos, cada vez son más los que se preguntan: “¿Cuánto falta para el ‘que se vayan todos’?”. Los resultados económicos de la gestión de Alberto Fernández son desesperantes. Pablo Challú publicó en su cuenta de Twitter: “Presidente: sólo para clarificar: Según el FMI la Argentina sobre un total de 30 países integra el grupo de los 6 con peor resultado económico: su caída del PIB duplica el promedio de los otros 24 (-4,9$) o sea nada para el orgullo y, por el contrario, mucho por hacer”.

Sin embargo, el presidente insiste en tratar de dirigir la atención hacia otro lado. Necesita la cuarentena desesperadamente para sobrevivir, ya que precisa las calles vacías de militancia peronista. De otro modo, su drástico ajuste en cuarentena no le permitirá sostenerse en el cargo. Alberto se siente seguro con las calles en manos de la supuesta oposición y los movimientos sociales. Esto es, vacías de peronismo.

Precisa también evitar las PASO, para impedir cualquier instancia de debate al interior del Frente de Todos. Ya, a modo de ensayo, se lanzó la advertencia de la Justicia Electoral de que no podrían cumplirse los plazos electorales del 2021 a consecuencia de la pandemia. Las listas deberían surgir de un acuerdo de cúpulas, prescindiendo de la sociedad. Axel y Rodríguez Larreta aplaudirían a cuatro manos esa determinación.

“El presidente no corta el bacalao, se precisa un liderazgo fuerte”, afirmó cínicamente Juan Grabois, uno de los principales beneficiarios del reparto de la ayuda social. Consciente de su propia debilidad, el presidente negocia con el poder corporativo y hasta recurre a él al momento de instalar el miedo en la sociedad a través de los medios. Ni se le ocurre auxiliar a la economía productiva, al comercio ni a los trabajadores. Prefiere pagarle 2 millones de dólares diarios durante siete meses a Techint, incluidos los pagos que Macri suspendió, para mantener viva la ilusión de Vaca Muerta, mientras cede ministerios con cajas suculentas a los sectores ultracristinistas para tratar de silenciarlos y continúa estimulando la designación de opositores en la gestión pública, en funciones de alta importancia gubernamental.

Los convidados de piedra de esta estrategia son el pueblo y el peronismo. Los gobernadores, hastiados, han comenzado a armar por su cuenta. Un amplio sector del peronismo no K vuelve a mirar con expectativa a Miguel Pichetto, flamante auditor General de la Nación. Guillermo Moreno aparece en la escena como uno de los únicos estadistas con que cuenta nuestro país para aspirar a salir a flote tras la catástrofe macrista - fernadista. Los intendentes peronistas cada vez se esfuerzan menos para ocultar su rechazo a la gestión de Axel Kicillof, que los ha hundido en terreno pantanoso de cara al 2021.

Así, Alberto Fernández oficia como jefe de Gabinete de su propio gobierno, al que por su debilidad ha decidido convertir en triunvirato al momento de afrontar a la sociedad. Quiere ser Rivadavia, pero debería saber que la Baring Brothers fundió hace rato. En tanto, ya ha decidido que habrá que seguir pagando religiosamente impuestos y tarifas, que no auxiliará a los necesitados y que buscará refugio en los grandes empresarios para pasar el chubasco.

Pero con eso no le alcanza. Todos, incluso esos mismos grandes empresarios, le exigen cambios en su gabinete. Y deberá atender esas demandas para conservar su lugar, aún a costa de tener que entregar a sus alfiles más leales.

Como una especie de Tío Tom contemporáneo, insiste en tratar de reconciliar a las víctimas con las condiciones de explotación que las han hundido en la catástrofe terminal. “La libertad se pierde cuando uno mure, para ser libres hay que vivir, cuidemos la vida”, afirmó con su retórica light el día del anuncio de la nueva etapa de cuarentena endurecida. Seguramente así sea en Puerto Madero o en Olivos. En el mundo real son mayoría los que la pierden cada día, al desbarrancar sus sueños y hasta verse privados de alimentar a sus hijos, a consecuencia de políticas socialdemócratas o liberales, como las que impulsa el propio Alberto Fernández.

Por si hiciera falta demostrar que el presidente y el peronismo marchan por caminos paralelos, pero nunca se encuentran, este domingo Leandro Santoro, su principal vocero, publicó en su cuenta de Twitter: “Domingo a la mañana se trabaja. Antes de irnos le digo al presiente: -Vamos a dar una vuelta por donde iba Raúl? -El presidente…”.

Ante semejante confesión de identidad radical, el presidente se sintió obligado a dar su propia versión por el mismo portal. “Este camino donde hoy caminamos con @SantoroLeandro, es el mismo sendero por el que tantas veces camine con mi querido Néstor en los días en que presidía nuestra patria. Néstor: Siempre presente en mi alma”.

La foto elegida por ambos fue la misma. El presidente y su vocero, en cambio, presentaron interpretaciones diferentes. Toda una señal de la coherencia de este gobierno al momento de comunicar. No hacía falta la aclaración presidencial: cada vez son menos los que encuentran alguna similitud entre él y Néstor Kirchner. Y a la mayoría estas declaraciones sólo le provocan indignación.

“100 días, más de 1000 muertos”, tituló Perfil a solicitud de Alberto. El resto de los grandes medios dedicó sus portadas a subrayar el desastre económico que nos invade.

¿Cuáles serán los titulares a la salida de la nueva etapa de cuarentena, en el hipotético caso de que el gobierno consiga hacerla cumplir?. (www.REALPOLITIK.com.ar)


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