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9 de julio de 2020 | Nacionales

Otro banderazo de la intolerancia

Agredieron a periodistas y rompieron móviles de exteriores

Mientras que el presidente Alberto Fernández convocaba a la concertación y a la tolerancia de los argentinos, destacando su amistad con Rodríguez Larreta, miles de manifestantes opositores se abalanzaban sobre las calles céntricas en distintos puntos del país, desarrollando acciones y discursos marcados por una violencia e intolerancia inusitadas. 

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“Vengo por la libertad, la república, la justicia y la propiedad privada”, afirmaban los manifestantes, mientras destruían un móvil de C5N, y agredían a periodistas de ese medio, Crónica y A24, que debieron escapar a la disparada para poner a salvo sus vidas. 

“Acá estamos los odiadores seriales”, aseguró una mujer entrevistada por TN, contestando a las palabras del presidente Fernández

“Defendamos nuestros valores” y “La libertad de expresión no se negocia”, se leía en algunas pancartas pintadas con los colores patrios, mientras el periodista Ezequiel Guazzora era agredido a patadas y golpes de puño por los manifestantes. Libertad de prensa sí, pero sólo para criticar al gobierno, pareció ser la consigna. 

“Este gobierno no quiere libertad de expresión para acallar sus negociados”, aseguraba otra pancarta. Tampoco faltaron expresiones de apoyo a los dueños de Vicentín y a la política de espionaje de políticos, empresarios y dirigentes sociales que llevó adelante el gobierno de Mauricio Macri, mientras otros manifestaban sus dudas y hablaban de revancha política. 

El presidente Fernández apareció en la celebración del 9 de julio con todos los gobernadores, y también empresarios y sindicalistas. En un pasaje de su discurso afirmó: “Entendamos que ninguna sociedad concreta su destino en el medio e insultos, de divisiones y fundamentalmente teniendo al odio como común denominador. Yo vine aquí para terminar con los odiadores seriales. Y a abrir los brazos para que todos nos unamos en busca de ese destino común”. Pero ese mensaje de concordia fue interpretado por los más exaltados como un gesto de debilidad. 

Las manifestaciones se realizaron en un clima de extrema tensión y disposición a la agresión de los periodistas de medios próximos al gobierno nacional. En el Obelisco porteño la violencia llegó a su extremo, y los trabajadores de la prensa tuvieron que cubrirse entre sí para tratar de protegerse, ya que las fuerzas policiales se limitaban a observar a la distancia. El argumento de los pretendidos “defensores de la libertad de prensa” era que la presencia de esos medios constituía una “provocación”. 

La convocatoria realizada en los medios apuntaba a manifestar oposicionismo a todo lo que estuviera vinculado con el gobierno nacional. En los carteles figuraban los nombres de Patricia Bullrich y Mauricio Macri como referentes excluyentes, y no faltaron las críticas a la actitud de tolerancia y colaboración en la lucha contra el COVID-19 del alcalde porteño Horacio Rodríguez Larreta

Además de la violenta manifestación porteña, que luego se encaminó a plaza de Mayo, también hubo manifestaciones en Tucumán, Córdoba, Mendoza, Rosario y Avellaneda y la mayoría de la geografía argentina.  

En la ciudad de Reconquista, Santa Fe, se cruzaron dos manifestaciones: una contra el gobierno y la otra a favor del proyecto de expropiación de la empresa Vicentín que impulsa la gestión Fernández, aunque el tema no pasó a mayores.

Las manifestaciones fueron promovidas por el sector más radicalizado de Juntos por el Cambio y entidades vinculadas al sector agropecuario, que duplicaron sus acciones opositoras a partir del caso Vicentín y algunas rupturas de silobolsas que atribuyen a agrupaciones kirchneristas, aunque no se haya podido identificar a los agresores y no exceden los números habituales de cuatrerismo rural. 

Tanto desde fuentes informales del oficialismo como de la oposición democrática se ha dejado trascender la existencia de una conspiración propiciada por los núcleos duros del Pro, la UCR y algunos sectores del empresariado para asfixiar al presidente Fernández y obligarlo a dimitir. Un anticipo de esta estrategia ya se adelantó en el último almuerzo de Mirtha Legrand, cuando su nieta -a cargo de la conducción- interpreló a sus invitados, rigurosamente antioficialistas, sobre si el gobierno actual llegaría a cumplir los cuatro años de su mandato. 

Una vez más, los fantasmas del pasado parecen comenzar a cernirse sobre el futuro de la Argentina. (www.REALPOLITIK.com.ar) 


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