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23 de julio de 2020 | Nacionales

Censura y género

El disciplinador

La revelación de Viviana Canosa sobre el llamado que recibió de Alberto Fernández para quejarse sobre los contenidos de su programa Nada Personal fueron la comidilla de este miércoles.

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Algunos lo tomaron como una práctica que es bastante habitual: que quienes se sienten molestos o incómodos, o perjudicados por la línea editorial o por algún información o comentario específico, traten de "convencer" al responsable de diversos modos que van desde la presión hasta el ofrecimiento de dinero por su silencio o por la modificación de la línea conceptual del programa. Por supuesto que no está bien, pero es mucho más grave cuando el disciplinador es nada menos que el mismísimo presidente de la república.

“Me pareció un poco fuerte y me sentí muy incómoda, cuando desperté al otro día me temblaban las piernas”, comentó Canosa en declaraciones radiofónicas.

“Pensé en dejar la televisión”, aseguró la conductora. “Me voy a la mierda, dejo la radio, dejo la tele, dejo todo, mi vida vale mucho más”. Pero luego pensó: “Esto me lo gané, laburo de esto, soy una mina que labura dignamente”.

Visiblemente impactada por la presión presidencial, que en términos técnicos podría considerarse como una forma de acoso, Canosa aseguró: “Estaba en la cama, la miré a Martina que estaba dormida, se me empezaron a dormir las piernas, empecé a sentir palpitaciones, empecé a sentir ataques de pánico, me angustié...”.

“Él me dijo: ‘Te lo digo porque te quiero mucho, se te va a volver en contra lo que estás diciendo’”. Sin embargo, hasta el presente ningún organismo ni autoridad oficial se hizo cargo de la gravísima situación, que entraña no sólo un ataque a la libertad de expresión, sino una flagrante agresión de género.

Pese a que Alberto Fernández prometió desde antes de asumir que iba a sumarse a la “ola del feminismo”, sus agresiones frente a periodistas mujeres -exclusivamente- se reiteraron durante estos siete meses de gestión. Cuando Silvia Mercado le hizo una pregunta durante una conferencia de prensa, el presidente le contestó de muy mal modo: “Dejen de sembrar angustia. Angustia es que el estado no te cuide; angustiarse en enfermarse, no salvarse”.

Después fue el turno de Cristina Pérez, quien al cuestionar lo actuado por el gobierno durante la intervención de Vicentín, recibió la amonestación presidencial: “La pregunta funcionaría mucho mejor si Cristina deja de lado los adjetivos”. Lejos de apichonarse, Pérez retrucó: “La periodista soy yo y usted es el presidente, así que tengo derecho a expresarla como me parezca”. Y agregó: “Le puedo decir por qué le dije polémico y cuestionable”. Alberto Fernández no la dejó continuar y le respondió con soberbia: “Porque usted lo cree. Le recomiendo que además lea la ley de Expropiaciones, porque faculta que a la hora de expropiar uno pueda intervenir. Me ahorraría muchas cosas si, por lo menos, leyera la constitución y la ley de Expropiaciones”. El curso de los acontecimientos terminó demostrando que quien tenía escaso manejo legal sobre el tema no era precisamente Cristina Pérez.   

Según Pablo Sirvén, el presidente tiene tendencia a “engranar rápido”, y detalló. “Ejemplo 1: aquel señor que se le acercó en un bar, mucho antes de que fuera candidato a presidente, para echarle en cara cuestiones políticas, y que Fernández terminó volteándolo al piso. Ejemplo 2: cuando estaba en el llano y respondía barbaridades en Twitter si alguien le llevaba la contra por algo”.

El problema es que ahora Alberto Fernández es presidente y debe cuidar las formas acordes a su cargo y a la filosofía política de tolerancia e igualdad de género que pretende asumir públicamente. Ni qué decir que sus destrato a periodistas lo posicionan muy cerca de la tentativa de censura.

Tampoco puede dejarse pasar por alto que, en plena cuarentena dura, se habilitaron especialmente los tribunales para avanzar inmediatamente con la causa que se le inició a la Agencia NOVA por una publicación sobre la pareja presidencial, en la que no quedaba bien parada. ¿Creía el presidente que le correspondían prerrogativas especiales ante la Justicia? ¿Se considera habilitado para disciplinar a mujeres periodistas que tengan posiciones críticas frente a su gestión?

Tal vez Viviana Canosa no genere grandes simpatías entre sus congéneres, ni menos aún entre los colectivos que reivindican el derecho a la igualdad y el respeto. A diferencia de los episodios con Mercado y Pérez, en este caso directamente la llamó a su celular para hablarle en términos muy preocupantes. Pero de ninguna manera puede caer en el silencio de los organismos estatales y los colectivos y organizaciones sociales que promueven la equiparación de derechos.

También correspondería al menos una disculpa pública por su accionar. Si no por convicción, al menos por conveniencia. Caso contrario, la sociedad comenzará a sospechar que su compromiso con la libertad de prensa y con la igualdad de género no va más allá de la retórica. (www.REALPOLITIK.com.ar)


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