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27 de julio de 2020 | Opinión

Cómo ser “lo que fuimos” en tiempos de pandemia

Esta pandemia, que ya ha comprometido la salud de más de 12 millones de seres humanos, y en particular ésta, a diferencia de las anteriores, no solo nos ha arrastrado hacia la crisis sanitaria y económica global, sino también pone en jaque la integridad del poder, comprometiendo “la salud” de varios de los sistemas democráticos de Sudamérica.

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por:
Martín Carrizo

El mundo está en actual proceso de cambio. El poder, en todas sus formas, se concentra de manera acelerada, las libertades, tanto las individuales, como las colectivas, flaquean a mansalva.

La libertad es la condición sine qua non para definirnos como ser. La libertad individual, para los liberales, es considerada como la libertad verdadera, en cambio la libertad colectiva, solo impresiona ser un mero término sociopolítico, ya que no podría existir sin la libertad individual per se, dicho en otras palabras, la libertad, es negarse a ser lo que uno no desea ser, ya sea por presiones internas, propias, o por presiones externas. Libertad también es hacerle frente a la enfermedad con dignidad.

Ya se ha hablado mucho sobre la crisis sanitaria y económica causada por esta nueva cepa de coronavirus, motivo por el cual el mundo, no ha tenido más opción que apelar a la división, al distanciamiento, en pos de cuidar la salud de los ciudadanos: “Recurrir a estrategias del pasado, para amarrar el presente, que ya está tendido sobre una cuerda floja”.

Algunos países de Latinoamérica, no han dudado en imitar el confinamiento estricto como modus operandi, tal es el caso de Argentina. Otros, como Brasil, y Estados Unidos, han optado por un modelo de aislamiento mínimo, de tinte menos sanitarista y quizás más prioritario hacia la economía.

Estamos en julio de 2020 y aún no sabemos qué sistema es el que ha triunfado. Hemos rifado nuestra libertad individual, y aún nadie ha alcanzado el premio esperado. Absolutamente todo yace en manos de la especulación política, económica, e ideológica.

No existe la dignidad sin libertad, y como dijimos, no se puede hacer frente a la enfermedad sin ser dignos. Es imperioso mantener nuestros derechos personalísimos: el de trabajar, el de circular, el de “ser”; libertad también es poder elegir de qué manera disponer de nuestro propio cuerpo, que nada tiene que ver con descuidar nuestra salud o priorizar “lo menos importante”.

Claro que en todo “contrato” (la democracia no deja de ser uno), ambas partes deben beneficiarse de manera ecuánime, y ninguna debe hacerlo en detrimento de la otra, pero acorde a lo que la realidad nos enseña, la negociación entre las partes debió haber sido revisada mucho tiempo antes. Será muy difícil recuperar lo perdido.

La desconexión social, el estrés económico, el deterioro de la salud mental, ya han alcanzado al COVID en la carrera del “sálvese quien pueda”. Un sector de la población, principalmente la generación millennial, si bien muestra sus dificultades, ha logrado conseguir una mejor adaptación, ya que ha crecido en el marco de las reglas sociales actuales, el resto de la sociedad, aún sigue desconcertado, inmóvil, tratando de ver el presente de reojo y buscando la manera de salir lo menos lesionados posible.

Por supuesto que los seres humanos somos animales de costumbre, pero algunos disponemos de menos tiempo que otros. Y el tiempo es poco.

El prisionero no suele mirar de frente hacia el futuro, le da la espalda hasta llegado el momento de ser libre, y nosotros, aún estamos en plena lucha, enfrentando este presente, pero nos urge comenzar a vivir el futuro como nosotros mismos. Nos atormenta considerar la posibilidad de no volver a ser lo que fuimos.

Estamos jugando un juego peligroso desde todo punto de vista. Hemos tenido poco tiempo para entrenarnos, nuestras piernas están cansadas, doloridas. Nuestro ser continúa en la búsqueda de su libertad perdida.

A comienzo de mes, gran parte de la ciudadanía, pudo sentir el día de la Independencia como nunca antes y ha decidido salir en búsqueda de su “libertad favorita”, la que algún virus desconocido, o algún individuo, le ha arrebatado; al menos en forma temporal.

Se aproxima el desenlace de la fábula, y aún no sabemos qué nos depara esta parte de la historia. Nos estamos comportando como animales salvajes, que temen convertirse en la presa de alguien, que temen actuar ante el “león” que está enfrente, quien ha tomado prestado el poder de “la jungla”, quién sabe por cuánto tiempo. Este ruge, y  no escuchará, parece haberse endulzado de las palabras que emite el sector incorrecto de la manada, totalmente reticente a dar marcha atrás. De ahí no se moverá. No renunciará a sus convicciones radicales, aunque tenga que enfrentar a un gran sector de la sociedad, incapaz de renunciar a lo que ha sido en el pasado.


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Coronavirus, Cuarentena

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