Municipales
1868-1874
La presidencia de Domingo Faustino Sarmiento
La disputa por la sucesión presidencial había revelado la debilidad del andamiaje institucional. Excluido el pueblo, el régimen político solo expresaba las ambiciones e intereses de actores, círculos y corporaciones, dispuestos a poner en juego la propia estabilidad republicana, al privilegiar sus intereses particulares.
El nuevo presidente no tenía un partido propio que le sirviera como respaldo legislativo y las alianzas tramadas con diversas fuerzas políticas, en especial con el alsinismo, no pasaban de un mero e inestable acuerdo electoral.
Sarmiento no era un demócrata, y solo se manifestaba dispuesto a aceptar las normas republicanas en la medida en que le resultaran de utilidad. Por esa razón, durante su gestión decidió privilegiar la alianza con el ejército nacional, al que confió la tarea de subordinar las fuerzas políticas provinciales a la autoridad presidencial y de producir resultados electorales favorables. Esto fue complementado con la asignación de subsidios y cargos públicos a cambio de votos parlamentarios, que no excluyó ni siquiera a su tradicional adversario, Urquiza.
La resistencia a esta política generó varias revoluciones y naturalmente se reiteraron las intervenciones federales. El 11 de abril de 1870 fue asesinado Urquiza, con lo que se inició la rebelión de Ricardo López Jordán contra el gobierno nacional, derrotada tras una larga campaña en Naembé (26 de enero de 1871). Varela hizo un último intento en enero de 1869, sin éxito, por lo que debió exiliarse en Chile. En Jujuy dos gobernadores fueron depuestos en 1870 y 1874. En Corrientes se registró una revuelta en 1872 y un nuevo alzamiento infructuoso de López Jordán en 1873. En 1873 se realizaron motines en San Juan y Mendoza. Finalmente, la revolución de 1874 aquejó a las provincias de Buenos Aires, San Luis, Córdoba, Mendoza y Corrientes, para ser derrotada a fines de año, ya durante la gestión de Nicolás Avellaneda.
Como consecuencia de esta grave conflictividad interna, el estado nacional abandonó la triple alianza en 1870, para concentrarse en el disciplinamiento interno. Ese mismo año, el asesinato de Urquiza y la intervención militar de la provincia provocaron cambios en la arquitectura política, ya que Entre Ríos dejó de pertenecer al segmento de los tres estados hegemónicos, para pasar a integrar el grupo de provincias tributarias del estado nacional.
Por entonces, alejado de la presidencia y debilitado su predicamento en la política partidaria, Mitre adoptó un cambio de estrategia, y en el primer editorial de su nuevo periódico anunció la adopción de un estilo más sereno y reflexivo. Su diario debía ser una “tribuna de doctrina”, que se constituyese en brújula de las políticas del estado nacional. El cambio se redujo por entonces a una simple declaración de principios, pero marcaba la pretensión de Mitre de administrar las políticas públicas desde su despacho editorial.
Durante el gobierno de Sarmiento, el tejido institucional no cesó de expandirse. En 1869 se realizó el primer censo nacional, dispuesto por el gobierno de Bartolomé Mitre. La educación tuvo un respaldo significativo. Se crearon las primeras escuelas normales, los subsidios a las provincias aumentaron, se dio notable impulso a las escuelas de oficios y la educación primaria y se inauguraron establecimientos para adultos. También se organizó una comisión de Bibliotecas Populares, con filiales en el interior, destinada a difundir libros y otros instrumentos de cultura en todo el país. Los aportes en la enseñanza superior fueron escasos, ya que se limitaron a la creación de una facultad de Ciencias Exactas en Córdoba. Sin embargo, se verificaron algunos avances en el terreno de las ciencias, como, por ejemplo, la construcción del Observatorio Astronómico de Córdoba. Asimismo, se creó el colegio Militar de la Nación, la escuela de Náutica y la escuadra nacional, y se construyó el arsenal de Zárate. En materia legislativa, se aprobó el Código Civil. En el campo financiero, se creó el Banco Nacional y se tomó un cuantioso empréstito con la banca londinense, en condiciones muy perjudiciales para las rentas nacionales.
Las comunicaciones recibieron también una atención preferencial por parte de Sarmiento: se multiplicaron las vías férreas, se extendió la red de líneas telegráficas, se amplió la red de tranvías y se tendieron los cables subfluvial y marino. Se creó el departamento de Agricultura y se auspició la navegación por los ríos interiores Bermejo, Salado y Negro. A lo largo del período continuó, de manera creciente, la llegada de inmigrantes y se obtuvieron algunos avances en la colonización de tierras.
En 1871, una feroz epidemia de fiebre amarilla arrasó Buenos Aires. La trágica situación favoreció un fortalecimiento del patriciado oligárquico, que se puso a la cabeza de las tareas sanitarias. Por el contrario, Sarmiento pensó solo en ponerse a salvo, argumentando los riesgos que entrañaría para la vida institucional cualquier daño que sufriese su salud. Los porteños lo caratularon como simple cobardía. Era el preludio para los fatales últimos dos años de gobierno que ya había debido soportar Mitre.
Lo temas centrales en el retroceso de la autoridad de Sarmiento fueron su manejo de las relaciones exteriores y la sucesión presidencial. En el primer caso, el abandono de la guerra de la triple alianza dejó al Paraguay a merced del Brasil, que incrementó considerablemente su territorio. Poco después, el liberalismo chileno, que había accedido al gobierno, exigió la devolución de la Patagonia y del estrecho de Magallanes, presentando, entre otros elementos probatorios de sus pretensiones, los editoriales publicados por el presidente argentino durante su desempeño en la prensa trasandina, en los que justificaba las pretensiones chilenas, y la pertenencia inglesa de las Malvinas. En este caso, el debate alcanzó una violencia tal que el sanjuanino llegó a ofrecer su renuncia, para bajar a la liza de la prensa y ejercer su propia defensa.
Aunque su renuncia no se materializó, su situación política quedó dramáticamente debilitada. Con el fin de consolidar su autoridad, Sarmiento solicitó en 1872 el otorgamiento de la suma del poder público, atribución que él mismo había asociado con la barbarie en el caso de Rosas. Pese a su denegación por las cámaras nacionales, el presidente insistió con su requerimiento en su mensaje del año 1873 pero solo cosechó críticas y diatribas encendidas.
La cuestión de la sucesión presidencial alcanzó ribetes aún más preocupantes. Sarmiento denunció que la inminente renovación presidencial era riesgosa y que no era posible descartar una eventual impugnación revolucionaria. Pese a ello, el sanjuanino insistió en ejercer la función de gran elector, tal como habían hecho sus antecesores Urquiza y Mitre. Su candidato era su ministro de Educación, el tucumano Nicolás Avellaneda, quien contaba con el apoyo de su propio espacio, el Partido Nacional, que hacía su debut en el terreno político. Su compañero de fórmula era un alsinista porteño, Mariano Acosta.
En 1874, un nuevo fraude electoral permitió la victoria de la fórmula Avellaneda - Acosta. Como consecuencia de su doble derrota en las elecciones nacionales y provinciales de ese año, el mitrismo había quedado prácticamente excluido de toda representación institucional. Mitre arengó entonces a sus seguidores, instándolos a defender la vigencia de la constitución por medio de una revolución. Así, el gestor del estado liberal oligárquico reconocía que su obra se le había escapado de las manos. (www.REALPOLITIK.com.ar)
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