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19 de octubre de 2020 | Nacionales

Post 17O

El futuro de Alberto

Sabido es que mientras la victoria tiene muchos padres, el fracaso o la derrota son huérfanos. El novedoso intento de producir una fabulosa movilización virtual fue impedido por “un terrible ataque cibernético sincronizado". 

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por:
Alberto Lettieri

Nadie duda de que el gato metió la cola y que la oposición estuvo involucrada en la operación. "Se necesita entre 100 mil y 150 mil dólares para realizar un ataque de esas características". Difícilmente alguien los haya sacado de su bolsillo.

Si bien nadie salió a hacerse cargo del fracaso de la iniciativa, en off, la mayoría del oficialismo señala a un mismo responsable: "La culpa es de Grosman". Los próximos días darán respuesta a las suspicacias.

La jornada del 17 de octubre dejó claro que las redes sociales son un territorio en el que la oposición se mueve como pez en el agua, y al oficialismo le cuesta mucho hacer pie. No por carecer de recursos humanos que pudieran orientarse a la pelea, sino por un particular manejo de la comunicación que la mayoría de los especialistas considera obsoleto e ineficaz, pero que se mantiene inalterable. 

Justamente este fue el eje de la crítica que Roberto Navarro formuló días atrás, visiblemente enojado. ¿Por qué razón se le paga una fabulosa pauta a Clarín, y a los demás medios opositores, y hasta se abonan parte de sus salarios, cuando sistemáticamente ensayan un discurso destructivo contra el gobierno? ¿No sería mejor cortar con esas pautas y auxilio de raíz, y volcar esos recursos a mejorar la comunicación, fortalecer la presencia y la eficacia en las redes sociales, abandonar esta matriz anticuada que visiblemente ha fracasado? Algunos creen que se trata de un pase de factura por promesas incumplidas realizadas antes del 10 de diciembre. Otros, sin descartar este supuesto, consideran que más allá de sus intenciones, los argumentos de Navarro resultan irrefutables.

Pero si el 17 de octubre demostró que el espacio virtual está dominado por la oposición, las calles siguen siendo de Perón. Desde la media mañana las movilizaciones de camioneros, taxistas, vehículos particulares y ciudadanos de a pie ocuparon las principales arterias de toda la Argentina. A excepción de la dirigencia, que trató de evitar el contagio mediante la movilización virtual, la mayoría del pueblo peronista quería salir a celebrar la fecha histórica, a reencontrarse fuera de las redes sociales, a demostrarle a los medios y a la oposición que, lejos de haber perdido la calle, el peronismo seguía siendo su dueño. 

Sindicalistas, intendentes, referentes de agrupaciones y de movimientos sociales lo habían advertido: no podían contener más la movilización popular. El ataque cibernético lo habilitó como vía excluyente y, una vez más, el peronismo no defraudó. Un resultado que Juntos por el Cambio y los responsables de la convocatoria no hubieran deseado.

Cuando no hay para repartir, las expectativas populares deben articularse en torno a sueños, a utopías. Si el conductor tiene un objetivo -afirmaba Perón- y ese objetivo es compartido con el pueblo, la aventura resulta arrolladora. Churchill no tenía más que “sangre, sudor y lágrimas” para proponerle a los ingleses y esa honestidad brutal resultó un disparador fabuloso. Néstor Kirchner vino a proponernos un sueño… ¿Cuál es el sueño que propone Alberto Fernández?

Para los que esperaban una “peronización” del presidente, su discurso puede haber sonado a poco. Para el peronismo que privilegia más la efectividad y el éxito que la pureza ideológica, su anuncio de que a partir de ahora comenzarían a hacerse las cosas que deben hacerse y que no pudieron realizarse a causa de la pandemia sonó como un bálsamo. Sobre todo si estas afirmaciones se traducen en anuncios e iniciativas concretas que permitan reactivar la producción. Algunos creen que el ingreso en una etapa más agresiva de la actual gestión resulta impostergable, pero necesariamente deberá estar acompañada de cambios en el gabinete y en la ampliación de la coalición del Frente de Todos. 

¿Hacia dónde se ampliaría la coalición? Nadie duda que deberá ser hacia el centro, a excepción de los más radicalizados. Es el mismo pensamiento de Sergio Massa dentro del Frente de Todos, o de Horacio Rodríguez Larreta o de Martín Lousteau en Juntos por el Cambio. Para la dirigencia racional queda en claro que la única manera de salir adelante consiste en suturar la grieta. Pero la empresa no es sencilla, ya que tiene poderosos enemigos para su implementación.

También queda en claro que gobernadores y sindicatos deberían tener una participación mayor en los lugares protagónicos del ministerio público. Al fin y al cabo, fueron dos de los principales responsables de que la celebración del 17 de octubre no terminara en un fracaso por el ataque cibernético. De alguna manera sería un retorno a las fuentes de lo que se avizoraba como programa de gobierno original de Alberto Fernández y luego terminó modificándose.

Justamente estos actores -sindicatos, gobernadores e intendentes- fueron los que ocuparon la escena en el salón Felipe Vallese, junto con Sergio Massa, Máximo Kirchner y Wado de Pedro. Toda una definición. Cristina Fernández se mantuvo prescindente. Muchas lecturas pueden realizarse al respecto. La prudencia recomienda esperar un poco para explicitarlas. 

Si bien las autoridades del PJ nacional comunicaron haberle realizado el ofrecimiento de la presidencia partidaria a Alberto Fernández, no se hizo públicamente ni tuvo respuesta oficial. La tesis de que el PJ y el sindicalismo pretenden rodear al presidente de la Nación para distanciarlo de Cristina Fernández no parece demasiado sólida, en virtud del equilibrio de fuerzas existente. Más bien parece tratarse de un respaldo para impulsar una política de concertación y ampliación de la coalición o del sistema de alianzas que, a todas luces, parece imprescindible en las circunstancias actuales. 

El tono del discurso de Alberto Fernández, siempre fiel a su tradicional moderación, puede dar una pauta de lo que vendrá. No fue una retórica orientada a la militancia peronista, sino un llamado a la unidad de la Nación desde una tribuna peronista. Lo que legitimará su gestión será el éxito y no sus autodefiniciones como liberal de izquierda, socialdemócrata o peronista. Al fin y al cabo, el peronismo es un partido de gobierno y su definición como de centro le permite articular alianzas e iniciativas a uno u otro lado del universo ideológico. 

Sólo le resta definir y proponer un sueño colectivo y realizar los ajustes y recambios indispensables para llevarlo adelante. Dicho así parece una tarea sencilla. En la práctica, constituye un desafío formidable. 

Con el envión anímico de este sábado, el primer paso en este sentido parece haber sido dado. Sólo el tiempo nos dará las respuestas sobre su éxito. (www.REALPOLITIK.com.ar)


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