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7 de noviembre de 2020 | Literatura

El caudillo fraile

Yo, Aldao (capítulo XLI)

Usted sabe demasiado bien de qué materia está hecho el amor que le profeso. Dios, que todo lo ve, y todo lo juzga, ha decidido castigarme con el cáncer que me invade. Este es otro de los motivos de mi renuncia. Mi cara desmejora con el transcurso de los días y mi ánimo recorre la misma senda.

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por:
Juan Basterra

Remigia: 

He mandado provisión a su casa. Espero le gusten los vestidos y sombreros. Sepa disculpar, amor, esta ausencia de semanas. Mis propios asuntos personales, y el bienestar de la provincia, me indican que es mejor imponer esta distancia que nos separa. No piense, ni por un momento, que olvido sus tesoros. Me son más queridos que todas las cosas, que mi vida misma, y en este abandono de su persona, que me rebaja y martiriza, debo poner a prueba el temple de mi espíritu. Usted sabe demasiado bien de qué materia está hecho el amor que le profeso. Dios, que todo lo ve, y todo lo juzga, ha decidido castigarme con el cáncer que me invade. Este es otro de los motivos de mi renuncia. Mi cara desmejora con el transcurso de los días y mi ánimo recorre la misma senda. El doctor Rivera, cuñado del mismo Restaurador, es optimista en relación al mal que se me impone. Yo sé demasiado bien que lo alienta la compasión y la hipocresía a que mueve mi sufrimiento. No sé cuántas veces volveré a ver el sol asomar por el vano de la ventana. Debo poner orden en mis papeles y los asuntos debidos a mi rango. En estos menesteres agoto las horas de mis vigilias. Los emplastos que cubren al tumor de mi rostro son mi símbolo. El renovado martirio diario es el recordatorio de las ofensas y pecados a los que me vi sujeto en el tránsito de mi vida. No olvido los favores debidos a su cariño. Los tengo bien guardados en la memoria, y es a ellos a quienes debo los únicos momentos felices de mi infausto presente.

Suyo, por siempre.

José Félix Aldao. (www.REALPOLITIK.com.ar)


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Luis Basterra, Yo Aldao

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