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19 de diciembre de 2020 | Historia

Preludio de la Revolución de Mayo

Las Invasiones Inglesas y sus consecuencias políticas

A principios del siglo XIX la Corona británica intentó apropiar-se del Río de la Plata, aprovechando las condiciones creadas por las Guerras Napoleónicas. El avance de los ingleses dejó a la vista las deficiencias de la organización militar española y de su administración en el territorio rioplatense.

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por:
Alberto Lettieri

Si bien con las Reformas Borbónicas los efectivos militares habían aumentado, la fuerza militar instalada no pasó de ser un sector de la burocracia imperial con limitada capacidad para hacer frente al avance de otras potencias europeas. Por esa razón en 1806 el virrey Sobremonte debió convocar en su auxilio a las milicias porteñas, compuestas por civiles de entre 16 y 45 años. Su organizador fue Santiago de Liniers, oficial francés al servicio de los Borbones españoles.

Al fracasar su estrategia defensiva, Sobremonte escapó a Córdoba, llevándose consigo el tesoro real. El súbito alejamiento de la máxima autoridad española en una situación crítica puso en cuestión la continuidad del pacto colonial, ya que el punto central del vínculo entre el monarca y los pueblos sometidos a su autoridad radicaba en la protección que este debía brindarles en casos de ataque externo.

Los ingleses no tuvieron dificultades para apoderarse de la ciudad, a punto tal que el Cabildo de Buenos Aires juró su sujeción a Gran Bretaña. En vista de la ausencia de autoridades españolas en el Río de la Plata, el Cabildo de Montevideo designó gobernador a Pascual Ruiz Huidobro, y le encomendó la organización de las tareas de defensa en prevención de un posible ataque inglés.

Ruiz Huidobro colaboró con Liniers, quien había cruzado a la vecina orilla con el fin de organizar la reconquista de Buenos Aires. Mientras tanto, los vecinos porteños se organizaban en forma clandestina con el objeto de expulsar a los invasores, y 450 hombres partían de Tucumán para sumarse a la empresa.

Liniers consiguió armar una fuerza de combate compuesta en su mayoría por gauchos y retornó a Buenos Aires, donde lo esperaban nuevos efectivos rurales, vecinos y los refuerzos llegados del interior. Luego de duros combates, consiguió la rendición del gobernador William Carr Beresford, el 20 de agosto. Esta acción le valió su reconocimiento como héroe de la Reconquista y un Cabildo Abierto lo designó como gobernador militar a cargo asimismo de la administración civil.

Liniers tenía en claro que el contraataque británico sería inminente, razón por la cual se dispuso a preparar una sólida defensa de la ciudad, para evitar una nueva invasión. Organizó una decena de batallones, según la pertenencia territorial o étnica de sus integrantes. Los más destacados serían los patricios, nativos de Buenos Aires, y los arribeños, de las provincias del Noroeste.

También reunió a los batallones de infantería (4538 efectivos), artillería (1142) y caballería (1575), compuestos por españoles, criollos, pardos libres y negros libres, y dispuso la creación de una reserva, compuesta por un cuerpo de esclavos de 200 efectivos; otro de menores de 10 años para ayudar a la artillería; un cuerpo de jóvenes combatientes de menos de 14 años con experiencia en los combates de la Reconquista y un batallón urbano compuesto por 1.200 comerciantes.

Al año siguiente, en 1807, los ingleses intentaron una nueva invasión. Esta vez concretaron primero la toma de Montevideo. En Buenos Aires, un Cabildo Abierto destituyó a Sobremonte y designó a Liniers como virrey. Se trataba de una determinación inédita, que significaba de hecho el desconocimiento del pacto colonial, el cual solo atribuía al rey la facultad de designar autoridades en América. En un mismo acto se concretaban dos hechos políticos claves: el Cabildo de Buenos Aires asumía atribuciones políticas y extendía su competencia territorial al conjunto del Virreinato, imponiendo una nueva jefatura institucional.

La expulsión de los ingleses constituyó una gesta heroica, que dejó expuesta la debilidad extrema de la Corona española para sostener el lazo colonial. Al año siguiente, en 1808, el rey confirmó a Liniers como virrey, pretendiendo presentar como una decisión soberana lo que en realidad había sido una imposición del Cabildo. Sin embargo, el héroe de la Reconquista no consiguió consolidar su autoridad. Sus veleidades monárquicas y su accionar poco transparente le valieron la acusación de peculado, cohecho y nepotismo. El gobernador de Montevideo, general Elío, se opuso a su autoridad y fundó una Junta de Gobierno bajo su propio mando, en un nuevo acto de rebeldía contra la decisión de la monarquía de confirmar a Liniers.

La invasión napoleónica a España agravó la situación del cuestionado virrey. Los residentes españoles lo encontraban sospechoso de conspirar contra los intereses metropolitanos, habida cuenta de su origen francés. El virrey solo contaba con el respaldo de los batallones criollos, al punto que su principal preocupación pasó a ser la de pagar puntualmente sus sueldos. Decisión inteligente, ya que fue precisamente Cornelio Saavedra, jefe del Cuerpo de Patricios, quien consiguió derrotar la asonada al mando de Martín de Álzaga del 1 de enero de 1809, que intentó deponerlo. (www.REALPOLITIK.com.ar)


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