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1 de enero de 2021 | Historia

La salida de la crisis

La presidencia de Eduardo Duhalde

La designación presidencial de Eduardo Duhalde recibió un amplio respaldo en la asamblea legislativa, con 262 votos a favor, 21 en contra y 18 abstenciones. 

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por:
Alberto Lettieri

El nuevo presidente era señalado por entonces como partícipe necesario de los saqueos producidos en los últimos días de la gestión de Fernando De la Rúa, y su entorno se involucraba con la súbita renuncia de Rodríguez Saá. Por entonces, además, aparecía como el hombre fuerte del peronismo, por lo que su nombramiento significaba una reconciliación entre el poder real y el poder institucional. Parecía ser el candidato obligado para una dirigencia cuestionada socialmente y para los grupos económicos que lo consideraban el indicado para imponer el orden social sin importar el costo.

Al asumir, Duhalde manifestó su disposición a organizar un gabinete de unión nacional, e incorporó a los radicales José Jaunarena en Defensa y Jorge Vanossi en Justicia. Como jefe de Gabinete fue designado el chaqueño Jorge Capitanich, antiguo colaborador de Domingo Cavallo. El crucial ministerio de Economía fue encargado a Jorge Remes Lenicov, quien había ocupado ese mismo cargo en la provincia de Buenos Aires con Cafiero y también con Duhalde, y el de Salud al médico sanitarista Ginés González García. Su adversario provincial Carlos Ruckauf recibió el ministerio de Relaciones Exteriores y Graciela Gianetassio, el de Educación. Completaban el cuadro el mendocino Rodolfo Gabrielli en Interior y Alfredo Atanasof en Trabajo, en tanto Aníbal Fernández recibió la secretaría General y Daniel Scioli, la de Deportes y Turismo. Por último, intentando dar una clara señal de cambio de rumbo que prometía imprimir a su política económica, dispuso la creación del ministerio de la Producción, y asignó esta cartera al referente de la UIA José Ignacio de Mendiguren.

Al asumir la presidencia Duhalde, el descontrol imperaba en la economía. Los bancos estaban cerrados, el corralito imponía drásticas restricciones al retiro de efectivo de las cuentas de depósitos y el default decidido por Rodríguez Saá generaba rechazo en los acreedores del exterior, mientras centenares de movilizaciones expresaban la preocupación y el malhumor sociales. Inmediatamente después de asumir, Duhalde envió un mensaje tranquilizador a los ahorristas, asegurando que “van a ser respetadas las monedas en que fueron pactados originalmente los depósitos. Esto quiere decir que quien depositó pesos recibirá pesos. Y quien depositó dólares recibirá dólares”. Esta frase se incorporó inmediatamente al extenso panteón de los grandes engaños argentinos, junto con el “salariazo” y la “revolución productiva” (Carlos Menem), “la casa está en orden” (Raúl Alfonsín), “el que apuesta al dólar pierde” (Lorenzo Sigaut) y el “vamos ganando” de la revista Gente durante la guerra de Malvinas.

Las divisas disponibles impedían mantener la paridad 1 a 1 con el dólar, por lo que el ministro Remes Lenicov decidió, como medidas iniciales de su gestión, derogar la ley de Convertibilidad y pesificar la economía. Asimismo, dispuso la devaluación de la moneda en un 40 por ciento, reclamada por la UIA como esencial para impulsar la recuperación de la industria, pero que inmediatamente tuvo como consecuencia condenar a la degradación por debajo de la línea de pobreza a 6 millones de habitantes. La pesificación también incluía a los depósitos en moneda extranjera –contradiciendo las garantías adelantadas por Duhalde– y la reprogramación de sus vencimientos, mediante una ecuación que incluía la nueva relación 1 dólar = 1,40 pesos, a la que se le sumaba un índice de actualización llamado Coeficiente de Estabilización de Referencia - Costo de Vida (CER). La medida afectó a los pequeños ahorristas locales, ya que las grandes firmas habían enviado previamente sus divisas al exterior, situación que fue demostrada por la Cámara de Diputados en una investigación realizada por el legislador Eduardo Di Cola, en 2003.

Mientras tanto, las deudas en dólares de los grandes grupos económicos fueron pesificadas en relación 1 a 1. Con esto, el gobierno implementaba la receta exigida por Franco Macri: “El gobierno debe estatizar la deuda de las empresas”. La medida de Remes Lenicov significó una especie de reedición de la estatización de Cavallo en 1982. Los grandes beneficiarios de la estatización de Remes, que incluía deudas por alrededor de 27.000 millones de dólares, solo tomando las diecisiete empresas más endeudadas, fueron el Grupo Macri, el Grupo Exxel, Sociedad Comercial del Plata (Soldati), Gatic-Adidas, Acindar (Belgo-Mineira), Techint (Siderca-Siderar) y Clarín, que así era compensado por su campaña del “voto bronca” con la estatización de su deuda, de 2.500 millones de dólares. Sin esta medida, el oligopolio tendría que haber colocado bandera de remate. El rey Remes también traía en su bolsa un obsequio para las clases medias: las deudas hipotecarias por montos no mayores a 100 mil dólares fueron pesificadas en relación 1 a 1, lo cual posibilitó que pequeños deudores y pymes pudieran hacer frente a sus compromisos. El paquete se completaba con el congelamiento de las tarifas de los servicios públicos y la creación de retenciones a las exportaciones, beneficiadas enormemente con la devaluación. Luego de hacer el trabajo sucio, Remes Lenicov renunció el 27 de abril.

En su reemplazo fue designado Roberto Lavagna. La desocupación estaba en 25 puntos y el 53 por ciento de la población vivía por debajo de la línea de pobreza, por lo que se implementaron planes sociales. La cotización del dólar trepó a 3,60 pesos el 20 de mayo. Por entonces debían afrontarse tres cuestiones clave: la negociación con los bancos para clausurar el corralito, la modificación de las leyes de Quiebras y de Subversión Económica, y la renegociación de la deuda con el FMI. La salida del corralito se implementó a través de la emisión de un bono en dólares, denominado BODEN 2012, pagadero en un plazo de diez años, tomando como referencia el equivalente a 1,4 pesos por cada dólar más el CER. Los bonos fueron pagados íntegramente durante las gestiones de Néstor Kirchner y de Cristina Fernández de Kirchner. La modificación de las leyes financieras implicaba una exigencia del FMI, y su aprobación garantizó la impunidad de muchos empresarios. Era el costo a pagar por la débil gobernabilidad existente. 

La acción inicial de Lavagna consiguió tranquilizar un tanto el frente externo. Sin embargo, su anunciado “Modelo Productivo Argentino” no podía instalarse tan rápidamente. Ante el avance de la protesta social, Duhalde solamente imaginó apelar a la represión, por lo que reemplazó a Capitanich por Alfredo Atanasof y a Jorge Vanossi por Juan José Álvarez, dos dirigentes con excelentes vinculaciones con las instituciones policiales y proclives a la aplicación de mano dura.

El 26 de junio de 2002, durante una manifestación del Movimiento de Trabajadores Desocupados Aníbal Verón, la policía reprimió salvajemente a los participantes, asesinando a los jóvenes piqueteros Maximiliano Kosteki y Darío Santillán. Clarín trató de despegar al gobierno de toda responsabilidad: “La crisis causó dos nuevas muertes”, era su titular. Por entonces, Lavagna estaba reunido con el FMI en los Estados Unidos, y el dólar trepó inmediatamente a 3,95 pesos. Temiendo la reiteración de los sucesos de 2001 y un final similar al de De la Rúa, Duhalde decidió dar un paso al costado y convocó a elecciones presidenciales para el 27 de abril de 2003. Como Alfonsín, entregaba la banda presidencial seis meses antes del vencimiento de su mandato.

Duhalde entabló negociaciones con dos presidenciables del PJ, Carlos Reutemann y José Manuel de la Sota, sin llegar a ningún acuerdo, mientras Carlos Menem oficializaba su candidatura. Presionado por los plazos electorales, Duhalde se inclinó por Néstor Kirchner, el único dispuesto a gobernar un país quebrado y con un altísimo nivel de conflictividad social. Kirchner fue acompañado en la fórmula presidencial por Daniel Scioli, quien se había desempeñado como diputado nacional entre 1997 y 2001 y como secretario de Turismo y Deportes en la gestión de Duhalde. La dispersión de votos fue notable. Carlos Menem - Juan Carlos Romero, con el 24,45 por ciento de los votos y Kirchner - Scioli, con el 22,24 por ciento, deberían competir en segunda vuelta. Pero el riojano decidió desistir, ante una derrota segura, y el 25 de mayo de 2003 Néstor Kirchner asumió la presidencia de la Nación. (www.REALPOLITIK.com.ar)


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