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11 de febrero de 2021 | Nacionales

Las retenciones no se tocan

Alberto y la Mesa de Enlace: Que se doble pero que no se quiebre

Alberto Fernández invoca a Alfonsín constantemente, pero cada día está más cerca de ser el De la Rúa del siglo XXI. Cada vez que afirma algo, se sabe que sucederá lo contrario.

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La opción de la salud antes que la economía, la reforma judicial, Vicentín, el toque de queda de diciembre, el apoyo a los intendentes del conurbano frente a las pretensiones de Máximo Kirchner, el retorno a clases condicionado al éxito de la campaña de vacunación, los millones de vacunados para fin de enero… Los ejemplos abundan: no consigue sostener una sola decisión propia. Cuando algo de lo que anuncia finalmente se concreta, es porque lo impulsó Cristina, Massa, Máximo o Rodríguez Larreta. En fin: un radical de pura cepa.

Ahora le tocó el turno, una vez más, al campo. El 7 de febrero Alberto advirtió: “Si el campo no entiende, voy a subir las retenciones y establecer cupos a la exportación”. Las entidades rurales protestaron inmediatamente y le pidieron una audiencia. Se la concedió en tiempo récord. Tres días después los recibió y, como casi siempre sucede en las reuniones con el presidente, los visitantes se retiraron conformes. Alberto les garantizó que no aumentaría las retenciones. Total normalidad. O, como diría su admirado Raúl Alfonsín: “La casa está en orden. No hay sangre derramada en la Argentina”. Poco después los carapintadas celebraban sanción de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final.

Como buen radical, Alberto es un experto en el arte de recular. Es como el tero: grita en un lado y pone los huevos en otro. Él se retiró satisfecho de la reunión, al evitar un conflicto con el campo. Los representantes de la Mesa de Enlace se llevaron más de lo que esperaban: no se aplicarán retenciones. ¿Qué cedieron a cambio? Nada. Simplemente el compromiso de “hacer esfuerzos conjuntos para cuidar precios con defensa de la competencia”. Parece chiste, pero es la realidad pura y dura de un gobernante que cree que la única manera de mantenerse en su cargo consiste en ceder. No tiene programa ni doctrina. Se limita a administrar los conflictos, postergando su resolución para más adelante.

Ni aumento en las retenciones, ni cupos en las exportaciones, ni precios diferenciados para el mercado interno. Confrontar con un adversario que podría proveerle de ingresos fiscales por 8.000 millones de dólares y un ingreso de divisas de 35.000 millones en la misma moneda nunca estuvo en los planes del presidente. No le interesa involucrarse en la puja distributiva interna de la Argentina. Los que perdieron con el gobierno de Mauricio Macri son cosa juzgada. Los que perdieron con su propio gobierno también. El poder real está en otro lado. Y a las corporaciones no se las debe tocar. Muy por el contrario, hay que allanarles el camino para que incrementen sus beneficios.

Pragmatismo brutal socialdemócrata. Mientras las corporaciones estén conformes, la estabilidad del gobierno no será puesta en duda. Los pobres votan pero no deciden. Cuando se depende de la asistencia pública para poner un plato de comida en la mesa, sólo es posible dar las gracias. Al menos desde la lógica binaria del poder.

Si el campo está satisfecho entrarán divisas, se mantendrá controlado el dólar y se conseguirá la aprobación de los acreedores internos, empezando por el FMI. Cuáles sean las consecuencias sociales de este razonamiento no parece interesarle demasiado al presidente. La oposición es una opereta: desangrándose en sus peleas internas sólo pierde votos cada día y demuestra que no es opción de cambio real. Más bien todo lo contrario.

A poco de conocerse el resultado de la reunión, el ilustre filósofo posmoderno Jorge Asís publicó en su cuenta de Twitter: “Retenciones. Así como Bruce Willis era un ‘duro para matar’, Kirchner era un duro en el difícil arte de arrugar. Pero Alberto es de arrugue rápido. Desde Vicentín que luce el arrugue veloz. Para celebrarlo #ArrugueDeBarrera”. Pero el simpático “Turco” es muy parecido a Alberto: se olvida al día siguiente de lo que afirmó el anterior, por lo que cuando tome conocimiento de esta nota seguramente denunciará que este medio le atribuye afirmaciones que no hizo.

La nueva realidad argentina parece una grosera adaptación de Memento, ese maravilloso film en el que el protagonista se olvidaba constantemente de sus actos pasados. Claro que, para la mayoría de los 45 millones de argentinos, esta lógica tenga muy poco de maravillosa. (www.REALPOLITIK.com.ar)


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