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13 de febrero de 2021 | Cultura

Antes de su viaje a España

Roque Narvaja y su olvidada trilogía política

Entre el éxito de “El extraño de pelo largo” y etapa romántica en España, el músico que acaba de cumplir 70 años grabó tres discos que sirven como testimonio de épocas convulsionadas. 

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por:
Juan Provéndola

Primero fue “El extraño de pelo largo” en Buenos Aires. Y, años después, “Menta y limón”, “Santa Lucía” y “Como si estuvieras aquí”, ya en Madrid. Pero en el medio hubo hubo un Roque Narvaja poco explorado y valorado: aquel de impronta netamente socio-política marcada por una trilogía que el tiempo dejó flotando en el limbo del olvido. 

Fue en 1972 cuando, aconsejado por Litto Nebbia (autor de “El extraño…”), Narvaja abandonó el fulgor de La Joven Guardia para involucrarse en un período donde mezcló rock y folclore con letras que evidenciaban el politizado espíritu de la época. Por un lado, accedían a grabar en su disco debut gente del rock como Miguel Cantilo y Jorge Durietz (es decir, Pedro y Pablo) o folcloristas de la estirpe de Domingo Cura o Jorge Cumbo. En simultáneo, Roque comenzaba a militar en la Tendencia Revolucionaria de la Juventud Peronista.

“Cuando llegó el momento en que el aire se llenó de necesidad de definiciones, me sentí peronista y, dentro de eso, progresista. Entonces me puse a militar en la Juventud Peronista. Me recuerdo en esa época como una buena persona que quería ayudar a los demás. Creo que fue muy lindo lo que nos pasó, más allá de quién tuvo razón o quién la tiene. El hecho de que estuviésemos todos juntos, hablando de algo que superaba nuestro egoísmo personal y nuestra visión corta de la existencia era algo maravilloso”, analizó muchos años después en una entrevista para Página/12.

La intención perseguida en el primer disco de la trilogía, “Octubre (mes de cambios)”, quedó definida desde su propio título, haciendo uso de un recurso que Los Redonditos de Ricota retomarían catorce años más tarde en, justamente, “Oktubre”. El latinoamericanismo insinuado por grupos por Arco Iris y Aquelarre es profundizado por Narvaja en la canción que da título al álbum: “Es América toda una madre, de su vientre saldrá el salvador que nos guiará”, dice una de sus estrofas.

En “Revolución, mi amor”, Roque Narvaja habla de lo que el propio título anuncia, pero no como el reclamo de un anhelo, sino como el anuncio de un suceso inminente: “Ya llegó tu hora, hombre gris sin rostro [...], prepárate a morir sin sufrir y a renacer [...], revolución, con dios, sueño del trabajador”. También hay lugar para evocaciones personales en “Balada para Luis” y en “Camilo y Ernesto”.

El primero estaba dedicado a Luis Pujals, un estudiante de Derecho que integraba el buró político del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT), y de su brazo armado, el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP). Fue secuestrado el 17 de septiembre de 1971 y desde entonces permanece desaparecido. 

“Camilo y Ernesto”, por su parte, era una oda a los adláteres de Fidel Castro en la Revolución Cubana, Cienfuegos y Guevara. Aunque no era la primera composición inspirada en el Che que registró el rock local, ya que el año anterior Alma y Vida había hecho lo propio en “Hoy te queremos cantar”.

Todo un contenido provocador para ese año, especialmente enardecido por las negociaciones que el peronismo mantenía con el dictador Agustín Lanusse para permitir la participación del partido en las elecciones presidenciales de 1973. 

Por las dudas, Narvaja (que tenía apenas 21 años), intentaba disimular ante la revista Pelo: “Pese a todo lo que pueda parecer, quiero decir que mis temas están totalmente desconectados de cualquier ideología política, ya que la ‘política’ es una disciplina de los hombres y, como tal, es limitada y tiende a favorecer siempre a sectores” 

Ya en democracia, Narvaja se animo a profundizar esa doble condición de artista y militante durante dos discos más: “Primavera para un valle de lágrimas”, de 1973, y “Chimango” de 1974. Incluso llegó a integrar, aunque sin éxito, una lista de JP-Montoneros junto al dúo folk de los hermanos Miguel y Eugenio Pérez, la cual proponía al pianista Miguel Ángel Estrella en las elecciones del Sindicato de Músicos (SADEM) de 1973. 

Roque Narvaja armó sus valijas el día que la compañía EMI - Odeón se negó a editarle “Amén”, su cuarto disco, porque integraba una lista negra. Además, habían irrumpido en su casa en tres ocasiones: “En 1977 entraron por primera vez y pensé que habían sido ladrones. Después, dos veces más. Ahí me di cuenta que iba en serio. El 4 de abril de 1977 agarré a mi esposa, a mi hijo que tenía once meses y me tomé un avión a Madrid”, recordó en una entrevista para Clarín. 

Ese viaje marcó no solo el fin de su estadía en el país, sino también el cierre definitivo de su etapa más políticamente explícita y comprometida. Comenzaría entonces una exitosa carrera como cantante melódico. Con lacónica sinceridad, en 2004 reconocería: “El tipito que hizo esos discos se quedó aquí”. (www.REALPOLITIK.com.ar)


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