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26 de febrero de 2021 | Historia

1516-1527

La conquista ibérica del Río de la Plata

Los primeros europeos que llegaron al territorio de la Argentina actual buscaban un paso interoceánico que les permitiera llegar a las riquezas del Asia. La primera expedición en llegar al Río de la Plata, y luego a la Patagonia, en 1502, fue la del portugués Américo Vespucio, pero no existe información precisa sobre su desarrollo.

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por:
Alberto Lettieri

Varios años después, en 1516, Juan Díaz de Solís partió de España con tres naves y unos 60 hombres. Después de recorrer las costas del Brasil, entró en el estuario del actual Río de la Plata, al que denominó por entonces “Mar Dulce”, para después llegar a una isla a la que denominó Martín García, en homenaje a un miembro de su tripulación que había fallecido. Mientras navegaba por el río Uruguay, Solís murió en un combate con los charrúas, pueblo originario emparentado con los pampas (puelches, tehuelches y tobas) que habitaba la zona del Uruguay y el litoral argentino actuales. Se trataba de un pueblo guerrero, cuya economía se basaba en la caza y la recolección, que reconocía la influencia de los guaraníes, originarios de la Amazonia, que hacia el siglo xv se habían instalado también en esta zona.

Tras la muerte de Solís, y en camino de regreso a España, una de las carabelas naufragó frente a la isla de Santa Catalina –en el actual territorio del Brasil–, lugar en que los náufragos se pusieron en con-tacto con una tribu de guaraníes que les relataron la leyenda de un Rey Blanco que gobernaba un territorio rico en yacimientos de plata. Esa leyenda sería el origen, más adelante, del nombre de Argentina (argentum = plata). Los guaraníes eran originarios de la Amazonia y hacia el siglo xv se habían establecido en la región de los actuales territorios del Paraguay y el Río de la Plata, dividiéndose en distintos grupos según su instalación geográfica. Si bien eran excelentes guerreros, depusieron su hábito de lucha y asumieron una actitud de colaboración con los conquistadores porque sus karais o guerreros profetas habían comenzado a predicar, un siglo antes, la llegada de cambios trascendentales. La llegada de los jesuitas facilitó aún más su obediencia, al ser reconocidos como sucesores de los antiguos karais. De hecho los empezaron a llamar de ese modo. Aprovechando la espontánea obediencia de los guaraníes, Alejo García, uno de los náufragos, organizó una expedición en busca de la Sierra de la Plata, territorio del Rey Blanco. No encontró al rey, pero sí su tesoro: en su extensa marcha llegó a las cercanías del cerro Potosí, donde se apropió de una enorme cantidad de metal. Sin embargo, su fortuna no duraría mucho. A su regreso, perdió la vida en un enfrentamiento con los payaguás, cazadores nómadas y pescadores que dominaban el río Paraguay y enemigos declarados de los guaraníes.

Un segundo contacto entre europeos y originarios del territorio argentino se menciona en los cuadernos de navegación de Hernando de Magallanes, quien emprendió el primer viaje de circunvalación del planeta entre 1519 y 1520. Magallanes recorrió todo el contorno marítimo de la Argentina hasta llegar al estrecho que hoy lleva su nombre el 21 de octubre de 1520. En su travesía tomó contacto con los tehuelches, habitantes originarios de la pampa y de la Patagonia, a los que denominó patagones, por las gigantescas marcas de pisadas que dejaban sus pies, cubiertos de pieles. Es muy probable que Magallanes también haya visitado las islas Malvinas, aunque los datos disponibles resultan contradictorios.

El tercer encuentro se produjo en 1537: Sebastián Gaboto, al mando de esta nueva expedición, desembarcó inicialmente en las costas del actual territorio de la República Oriental del Uruguay, donde estableció una pequeña fortaleza a la que denominó San Salvador, en el actual departamento uruguayo de Soriano. Allí tomó contacto con un sobreviviente de la expedición de Solís que convivía con los charrúas, quien le confirmó los relatos sobre la Sierra de la Plata. Gaboto siguió sus instrucciones y al llegar al “Mar Dulce” de Solís cambió su denominación por la que ha llegado hasta nuestros días: “Río de la Plata”.

 La expedición siguió su marcha aguas arriba y el 9 de junio de 1527 estableció el fuerte de Sancti Spiritus, primer asentamiento europeo en nuestro territorio, sobre el río Carcarañá (actual provincia de Santa Fe). Gaboto organizó tres expediciones en búsqueda de la Sierra de la Plata. De dos de ellas no volvió a saberse, en tanto la tercera llegó a las sierras cordobesas, donde tomó contacto con los diaguitas, quienes, según la descripción de Gaboto, practicaban el pastoreo de carneros y la artesanía textil. Esta expedición –la única exitosa de las tres– retornó con abundante cantidad de plata. El rumbo transitado era el correcto.

Gaboto continuó con su recorrido, y navegó los ríos Paraná, Paraguay y Bermejo, pero debió retroceder ante la resistencia de los payaguás. Al retornar a Sancti Spiritus, tomó contacto con otro conquistador, Diego García, que había partido casi al mismo tiempo que él de España y con quien mantenía una animosa competencia. García había repetido la ruta de Gaboto, bajando por el río Uruguay, y escuchado los mismos relatos sobre el Rey Blanco. Entonces, se dirigió al Río de la Plata, capturó a una gran cantidad de charrúas y los embarcó en una carabela rumbo a España en calidad de esclavos. En tanto, continuó su navegación con un bergantín, hasta llegar a Sancti Spiritus. Al encontrarse con Gaboto, se estableció una dura disputa sobre los derechos de conquista que le correspondían a cada uno que no llegaría a solucionarse porque en ese momento fueron atacados por los timbúes, un pueblo seminómade que habitaba el sur de las actuales provincias de Santa Fe y Entre Ríos. Para septiembre de 1528, los timbúes derrotaron a los españoles y destruyeron la fortaleza. Si bien Gaboto y García consideraron la opción de refundar Sancti Spiritus, finalmente desecharon la idea y retornaron a España, donde divulgaron la leyenda de la Sierra de la Plata. La noticia causó impacto tanto en su país como en Portugal. Inmediatamente, ambos Estados organizaron nuevas expediciones: los dos países aseguraban que la atrayente región se encontraba dentro de sus dominios según lo dispuesto en el Tratado de Tordesillas.

Este tratado, suscripto entre los Reyes Católicos y el rey de Portugal en 1494, había establecido un reparto pacífico de las áreas de conquista, por medio de una línea imaginaria que se extendía entre ambos polos, a 370 leguas al oeste del cabo Verde, coincidente con el meridiano 46º 37’. Sin embargo, las desaveniencias sólo se incrementarían a partir de entonces. (www.REALPOLITIK.com.ar)


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