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22 de marzo de 2021 | Nacionales

La alianza, en su punto más delicado

El fantasma del “portazo”

Diez días atrás, el jueves 11 de marzo, Alberto se reunió con Cristina en el atardecer. ¿El tema? La designación del ministro de Justicia que debía reemplazar a Marcela Losardo. Después de muchos idas y vueltas, la discusión giró en torno a dos nombres...

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El preferido de la vicepresidenta, Marcelo Fuentes, y Martín Soria. Ninguno de los dos nombres seducía al presidente. Fuentes por ser un histórico K, curtido en mil batallas. Soria por sus antecedentes violentos, sus escasos conocimientos y contactos dentro del poder judicial, y alguna causa que tenía en curso sobre aportes obligatorios que imponía a sus funcionarios cuando ejerció la intendencia de General Roca, varias veces millonarios en dólares.

Pero Cristina no se limitó a tratar de imponer a sus candidatos. También le reprochó su accionar timorato frente a las corporaciones y el poder económico. “Estoy arrepentida de haberte elegido”, habría deslizado la vice. Alberto, cansado y asfixiado del juego prescindencia - marcada de cancha que utiliza la ex presidenta, le habría respondido: “Por mi renuncio ya. Tenés mi renuncia a disposición. No se puede gobernar con estas presiones constantes”. Cristina habría revoleado un plato y, presa de la furia, sentenciaría: “De aquí no se va cuando uno quiere”.

En vano Alberto tiró los nombres de Julio Vitobello y de Juan Manuel Olmos para hacerse cargo de la cartera. El presidente quería mantener algo de su dignidad designando a alguien propio, pero el veto fue inmediato. Fue designado para ser “Albertítere”. No se acepta ningún intento de adquisición de mayor protagonismo.

Obediente, el presidente anunció el lunes siguiente la designación de Martín Soria. Con su limitada formación y contactos judiciales, y sus antecedentes violentos, Soria no será ministro más que en el organigrama oficial. Su función será la de ariete mediático. Las políticas del ministerio quedarán en manos de Wado de Pedro, su hermano Gerónimo Ustarroz y el viceministro Juan Martin Mena. Así, un ministerio que era “de Alberto” en el loteo, ahora pasará a manos de Cristina. No es la primera vez que se produce un avance de la vicepresidenta sobre la estructura institucional del gobierno. Tampoco será la última.

La estrategia de Cristina parece ser bastante sencilla: limar a Alberto, tirarle misiles a sus funcionarios propios, reemplazarlos por gente del Instituto Patria, y esperar a las elecciones para incrementar significativamente sus diputados dentro de la coalición.

Alberto ya no le sirve para nada. Las encuestas lo presentan en situación desesperante: perdió todo el apoyo de los independientes y de buena parte del peronismo. Sólo le queda el del cristinismo y, aún así, con críticas demoledoras. Las mediciones le dan entre 30 y 18 puntos, prácticamente en situación de poner en marcha el helicóptero si no tuviera el respaldo de la coalición Frente de Todos.

Dentro de esa coalición, a Cristina le interesa fundamentalmente mantener la alianza con Sergio Massa. Es quien tiene mayor imagen institucional y uno de los pocos que aporta votos por afuera del cristinismo.  Sabe que el presidente de la Cámara de Diputados ha sido determinante en la definición de las dos últimas elecciones presidenciales. Y –cuentan los más cercanos- que no vería mal un interregno de Massa en 2023, mientras Máximo se foguea en la gobernación bonaerense. ¿Axel? Sería un buen plan B para el caso de que el acuerdo presidencial con el tigrense no prospere.

En su estrategia de limar y desacreditar a Alberto para ponerlo contra las cuerdas y, tal vez, obligarlo a dar un paso al costado después de las elecciones de octubre, Cristina cuenta con espadas afiladas que cumplen su tarea a la perfección. Amado Boudou se ha convertido en un crítico letal de las políticas de Martín Guzmán, Paula Español –quien reporta a Axel- contradice con sus políticas los acuerdos empresariales que trabajosamente labra Martín Kulfas, Sergio Berni pone en evidencia la incapacidad de Sabina Frederic para ejercer el ministerio de Seguridad. Otros funcionarios del Instituto Patria, ubicados en funciones estratégicas dentro de los ministerios “albertistas” desgastan política y moralmente a los titulares de las respectivas carteras.

En este contexto la Argentina afrontará la segunda ola. Con Carla Vizzotti cercada por los gobernadores que le exigen precisiones sobre la llegada de vacunas que la ministra no puede dar, con Carlos Heller dando marcha atrás a los proyectos de Martín Soria en Diputados, y con varios gobernadores que amagan con armar listas propias y despegarse de la boleta del Frente de Todos en las próximas elecciones.

Mientras esto sucede y Alberto experimenta, cada vez más, la soledad del poder en sus etapas de declinación, Cristina le recomienda a su tropa tener paciencia durante los próximos dos años y medio. O, al menos, durante los seis meses que nos separan de las elecciones de medio término. (www.REALPOLITIK.com.ar)


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