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7 de mayo de 2021 | Historia

Reivindicación

Se cumplió un nuevo aniversario del nacimiento de Evita

El 26 de julio de 1952, como consecuencia de una impiadosa enfermedad, Evita pasó a la inmortalidad a los 33 años de edad.

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por:
Alberto Lettieri

El 4 de junio de 1952 Perón asumió su segunda presidencia. Más allá del entusiasmo popular, oscuros nubarrones comenzaron a poblar el horizonte del proyecto nacional y popular. La sequía de 1949-1951 había afectado sensiblemente a una economía que, simultáneamente, debía afrontar la pérdida de mercados externos provocada por la aplicación del Plan Marshall. En el plano interno, el golpe fallido de 1951 había dejado sus secuelas y las tensiones se incrementaban tanto dentro de las Fuerzas Armadas como de la constelación de los denominados “Nostálgicos del 43”. Pero el golpe más decisivo se produjo el 26 de julio de 1952, cuando, como consecuencia de una impiadosa enfermedad, Evita pasó a la inmortalidad a los 33 años de edad.

Evita había nacido el 7 de mayo de 1919, y había sufrido la pobreza y la exclusión desde pequeña. Gracias a su empeño y su espíritu indomable consiguió convertirse en una exitosa actriz a inicios de la década de 1940. Su encuentro y su compromiso con Juan Perón terminarían de torcer el destino de la patria. Perón, magistral lector de la realidad argentina en perspectiva mundial, ya había comenzado a abonar desde 1943 el camino de las reivindicaciones de los trabajadores. Pero aún faltaba Evita para completar este proceso. Es por eso que resulta imposible explicar el peronismo como construcción histórica prescindiendo de ella. Así, mientras él fue el estratega y el conductor de un proceso inédito de transformaciones sociales, ella fue la expresión de la sensibilidad y del afán de reivindicación de las mayorías postergadas. “Donde existe una necesidad nace un derecho”, sentenció. Defendió y protegió a las clases populares, y recibió de ellas todo el apoyo y el amor eterno que la inmortalizó en leyenda.

Fue el grito desgarrado, revulsivo, visceral de un pueblo del que provenía y al que nunca estuvo dispuesta a abandonar. “Cuando elegí ser Evita –afirmaba– sé que elegí el camino de mi pueblo. Nadie sino el pueblo me llama Evita”. Aprendió política a través de la praxis, de la enseñanza y el ejemplo de su compañero y admirado maestro; también de la observación de la devastada y miserable Europa de posguerra, que recorrió convertida en Dama de la Esperanza. Y no dudó en seguir el consejo del futuro papa Juan XXIII sin importarle la premonición que contenían sus palabras: “Dedíquese sin límites. Y acuérdese de que el camino del servicio a los pobres siempre termina en la cruz”.

De este modo, mientras que Perón garantizaba la inclusión social a través del trabajo, Evita complementó esa tarea integrando a los más débiles: ancianos, niños, embarazadas, mujeres y enfermos. La Fundación Eva Perón construyó hogares de tránsito para mujeres y niños sin techo, se ocupó del sistema penitenciario, sobre todo femenino, instalando guarderías y garantizando la enseñanza de oficios (peluquería, corte y confección, etcétera), en vistas a su posterior reinserción social. En siete años construyó ciudades universitarias e infantiles y más de mil escuelas en todo el país. Los niños pobres recibieron por primera vez regalos adquiridos en las mejores tiendas y, a través de los campeonatos infantiles y juveniles accedieron por primera vez a controles médicos y odontológicos. Los ancianos gozaron del derecho de ser asistidos, a un techo, comida digna, asistencia médica, vestimenta y seguridad.

La fundación construyó doce hospitales, mientras que un tren sanitario brindaba sus servicios a lo largo de la Argentina. La calidad de las prestaciones, los remedios, las prácticas gratuitas y los altos niveles salariales del personal corroboraron que la igualdad había llegado a nuestro país, y que los más débiles no eran ya abandonados o apilados en depósitos inmundos, sino reconocidos en su condición humana.

También se puso a la cabeza de la reivindicación política femenina. En 1947 se aprobó el voto femenino y en 1951 las mujeres arribaron por primera vez al Congreso. No fue un hecho aislado, ya que, a su juicio, de “nada valdría un movimiento femenino en un mundo sin justicia social”. Por entonces, solo el peronismo presentó candidatas. Para las mujeres de la oposición, su lugar seguía siendo la casa y la subordinación a sus maridos.

La postulación a la vicepresidencia por parte de la CGT y el Partido Peronista Femenino en 1952 motivó la inmediata reacción del ejército y de las corporaciones oligárquicas. Pero Perón, reacio a afrontar la división de las Fuerzas Armadas que esto suponía, solo habilitó la vía del “renunciamiento” (31 de agosto de 1952), algunos días después de que una fabulosa movilización de más de 2 millones de personas se negara a aceptar las razones expuestas por una Evita vacilante.

Pero la fractura militar estaba trazada desde hacía mucho tiempo. El 28 de septiembre de 1951 el general Menéndez intentó realizar un golpe de Estado, sin éxito. Allí apareció en una de sus últimas expresiones la Evita combativa, quien decidió adquirir armas en el exterior para repartir entre los trabajadores y así defender la revolución. Esas armas, sin embargo, nunca llegarían a los trabajadores, ya que Perón decidió entregarlas posteriormente al propio ejército de cuyo seno había surgido el alzamiento. El armamento de los obreros no condecía con el reparto de atribuciones asignado en su modelo de comunidad organizada.

La salud de Evita, deteriorada en los meses previos, se desplomó finalmente el 26 de septiembre de 1952. La Argentina una vez más explicitaba sus contradicciones, y así la lealtad de las mayorías populares, expresada en marchas masivas y desgarradoras a lo largo de los catorce días que duraron los funerales, contrastó con las pintadas que vivaban al cáncer, realizadas por una oposición que reclamaba con hipocresía la “democracia” cuando en realidad solo deseaba ver restablecidos sus antiguos privilegios.

Evita continúa siendo hoy en día el alma del proyecto nacional y popular, concretando así su propia profecía: “Y aunque deje en el camino jirones de mi vida, yo sé que ustedes recogerán mi nombre y lo llevarán como bandera a la victoria”. (www.REALPOLITIK.com.ar)


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Juan Domingo Perón, Evita Perón

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