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18 de mayo de 2021 | Nacionales

Con las manos atadas

Alberto quiere cerrar pero no puede

Los datos sobre la pandemia que maneja el gobierno son desoladores. No son diferentes a los que están a disposición de las autoridades de la mayoría de las provincias argentinas.

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En la CABA los sanatorios privados están casi en el 100 por ciento de ocupación de las camas de terapia intensiva. En Santa Fé el sistema de salud ya colapsó. En Córdoba los contagios ya superan a los de la propia Ciudad de Buenos Aires. En provincia el panorama crítico se ha extendido a muchos distritos rurales. En Mendoza la situación es de extrema gravedad, y lo mismo pasa en Río Negro, Neuquén y la mayoría de las provincias.

Ante este cuadro desolador, el gobierno nacional –a instancias del bonaerense– pretendía imponer una estricta restricción de actividades durante al menos 15 días, para frenar los contagios y relajar un tanto la presión sobre el personal de salud y el sistema sanitario. Pero el cálculo político, la presión de la sociedad civil, la andanada de los medios anti-cuarentena y la proximidad del proceso electoral impiden volver a la fase 1. De este modo, el cierre total está descartado.

"No lo resistiríamos", se sinceró Alberto Fernández. ¿La causa, según el presidente? "Hay un problema sociológico". Por esta razón no se podrá recortar mucho más de lo que rige actualmente. "Me parece que, en estos términos, debemos seguir", adelantó.

Lo más grave de esta situación es que todos los gobiernos a escala nacional reconocen la existencia de una gravísima situación del sistema sanitario. La ministra de Salud, Carla Vizzotti, lo resumió como "un crecimiento exponencial e inusitado de casos de coronavirus en todo el país".

Alberto Fernández, visiblemente molesto, explicó que tiene las manos atadas: "Me criticaron, me llevaron a la Corte y le hicieron decir a la Corte lo que le hicieron decir... ¿Y quién tenía razón?", desafió.

Finalmente, el presidente citó su experiencia personal de la semana pasada sobre la manera en que debe combatirse el aluvión de la segunda ola, poniendo como ejemplo a Francia. “Salí a caminar a las 11.00 de la mañana hasta la Torre Eiffel para distraerme un rato. Habremos caminado 20, 25 cuadras y no encontré un bar para tomar un café".

"Lo último que hubiese querido es restringir la circulación y el relacionamiento entre la gente, pero no hay otro modo que no sea ese", concluyó. Pero, para su desgracia, la Argentina no es Francia. Aquí la pandemia se ha instalado en la agenda política y electoral. Las consecuencias las pagamos cotidianamente: ya la Argentina superó a Brasil en el número de víctimas por millón de habitantes.

El reciente fallo de la Corte Suprema pronunciando el grado de autonomía de las provincias y de la CABA impide establecer políticas comunes a nivel nacional. La ley bajo tratamiento legislativo que fija criterios ordenadores para las restricciones pretende rescatar del debate partidario las políticas de salud pública, tal como sucede, por ejemplo, en Alemania.

Pero la Argentina tampoco es Alemania. Aquí la oposición, sin haber leído el proyecto, lo definió como de “superpoderes”. (www.REALPOLITIK.com.ar)


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