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28 de mayo de 2021 | Literatura

El supremo entrerriano

La cabeza de Ramírez (capítulo XXIX)

El 4 de Abril de 1821, Ramírez comenzó a organizar la segunda invasión a Buenos Aires. La idea había comenzado a embrionarse hacia finales del año anterior, después de la derrota de Artigas.

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por:
Juan Basterra

Era una tarde calurosa de octubre, y en medio de una pausa en la redacción de los Reglamentos con el cura Monterroso, Ramírez había concentrado en su despacho a Gregorio Piris, Lopez Jordán y Mansilla. Los oficiales estaban de pie. Ramírez habló: 

 —Es momento de acción contra los porteños. El tratado de Pilar es desoído permanentemente y, para colmo de males, López recibe las dádivas del poder central. Vos, Mansilla, empezá a planear el ataque por Santa Fe. De los pertrechos y las armas se ocuparán ustedes dos –Ramírez miró fijamente a Piris y López Jordán-. Trataré de convencer a López para que nos acompañe. Necesitamos su provincia para invadir a los porteños. Veremos qué hacemos con Miguel de la Carrera. Nos puede traer problemas pero es un hombre necesario. Mandaremos un chasque dándole las buenas nuevas.

Para abril del 21 las acciones de guerra estaban encaminadas: las fuerzas de río contaban con lanchones artillados; los contingentes terrestres, organizados en tres divisiones de caballería al mando de Ramírez, Piris y Anacleto Medina sumaban 1.767 hombres curtidos en el arte de la montonera. López Jordán, Mansilla y Romualdo García quedarían al frente de las tropas de retaguardia en la misma Paraná esperando el embarque en la flotilla de Manuel de Monteverde. La orden terminante de Ramírez a Mansilla fue:

 —El éxito de nuestra misión depende de los artilleros y los infantes a su mando. Yo andaré por el sur de Santa Fe. Usted aplaste a los santafecinos en la misma capital.

Estanislao López, cuya voluntad no pudo ser doblegada por los deseos de Ramírez, aguarda paciente en Santa Fe. Bustos espera en Córdoba, a muchas leguas del teatro de operaciones. Su problema no es Ramírez. Su problema es Miguel de la Carrera y Verdugo, que con una tropa desordenada de chilenos y puntanos, azota la provincia central en un raid imprevisible y sangriento. El tercer vértice del triángulo hostil a Ramírez, el gobernador Martín Rodríguez, ordena el avance por tierra y agua a los coroneles Lamadrid y Zapiola. Él esperará en la villa de Luján con las fuerzas de retaguardia.

Ramírez ordena el inicio de las acciones a su lugarteniente Medina. Los 237 hombres de su división invaden Santa Fe a la altura de Coronda y roban la caballada destinada al abastecimiento de los porteños.

Unos días después, Ramírez enfrenta y vence al general Lamadrid en las Barrancas del Espinillo. Todo parece sonreír al Supremo, que al borde de las barrancas y de espaldas al río arenga a sus tropas con las palabras: 

 —A la carga mis valientes, que aquí no hay retirada. 

Durante el mes de mayo lograría otras victorias en suelo santafecino. Serán las últimas. El 13, en un atardecer final de cenizas funerarias, Mansilla desiste de su intento de tomar la capital provinciana. Embarca a sus 1.200 hombres dejando a la buena de Dios la suerte de Francisco Ramírez. (www.REALPOLITIK.com.ar) 


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