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25 de junio de 2021 | Historia

Roca-Celman

Las etapas del régimen oligárquico en la Argentina (1880-1916)

Durante su vigencia, la oligarquía que detentaba el poder social, económico y cultural, pretendió monopolizar también el control de las instituciones políticas. Esta ingeniería funcionó a la perfección en la década de 1880, durante la primera presidencia de Julio A. Roca (1880-1886) y de Miguel Juárez Celman (1886-1890).

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por:
Alberto Lettieri

A fin de garantizar su reproducción indefinida, la dirigencia oligárquica apeló al fraude electoral para clausurar cualquier alternativa de participación de la población. El régimen oligárquico dispuso un severo control sobre el acceso a los cargos públicos y definió una especie de carrera política que incluía el desempeño sucesivo de las funciones de diputado nacional, senador nacional, ministro de la nación, gobernador y presidente o vice. En la práctica, la sucesión presidencial era fruto de un acuerdo entre el presidente saliente y la elite que detentaba los cargos más prestigiosos. Ya que la oligarquía no organizó ningún partido político burocrático, el proceso de selección quedó en manos de círculos familiares o de amistades que compartían lealtades comunes, en el marco de asociaciones, clubes –el Progreso o el Jockey Club– o las universidades de Buenos Aires y Córdoba. La retórica oficialista elogiaba el ejercicio de estas prácticas restrictivas, alegando que impedían el ejercicio de la demagogia montada sobre la participación política de las mayorías pobres, plebeyas e ignorantes.

El régimen oligárquico no permaneció indemne a los cambios sociales que experimentó la sociedad argentina, por lo que resulta posible definir claramente tres etapas. La primera se inicia con la presidencia inicial de Roca, en 1880, y concluye con la renuncia anticipada de su sucesor, Miguel Juárez Celman, en 1890. El Partido Autonomista Nacional (PAN) ejercía por entonces su hegemonía con la lógica de un partido único. El firme liderazgo impuesto por Roca se potenció más aún bajo la gestión de su concuñado Juárez Celman, que fue definida con el término “unicato”. Los partidos eran simples denominaciones bajo las cuales se amparaban minúsculos círculos para negociar cargos y prebendas. Esta etapa concluye con la implosión del PAN, provocada por la denominada Revolución del Parque (1890), y la creación de un heterogéneo y fugaz partido opositor, la Unión Cívica, cuya división daría origen a la Unión Cívica Radical (1891).

La segunda etapa se extiende desde entonces hasta 1912. Derrotado, Juárez Celman se retira de la vida política, posibilitando el retorno de Roca. En su segundo mandato (1898-1904), el líder del PAN advierte que el unipartidismo está agotado y que la oligarquía solo podría mantener sus posiciones institucionales ampliando sus alianzas políticas y perfeccionando las prácticas de manipulación del sufragio. Por esa razón, Roca estableció un acuerdo con el mitrismo, fuerza que había resignado su protagonismo en la vida política provincial.

La tercera etapa se inicia en 1904 con la llegada a la presidencia de Manuel Quintana, y se caracteriza por la irreversible declinación del liderazgo de Roca, la consolidación de la UCR y la creación de un espacio modernizador dentro del PAN, comandado por Roque Saénz Peña, quien acordará con Yrigoyen una reforma política, que sería sancionada en 1912.

La estabilidad alcanzada por la primera gestión de Roca (1880-1886) fue puesta en cuestión por su sucesor, Miguel Juárez Celman, quien alentó una verdadera fiebre especulativa al autorizar a los bancos y a las provincias a emitir su propia moneda con mínimo respaldo. Rodeado de un enorme poder, razón por la cual su período fue denominado unicato, la corrupción e inflación descontrolada que provocó la iniciativa bancaria debilitó considerablemente su situación. Dentro del roquismo, numerosos círculos comenzaron a retacear su apoyo al presidente, en tanto que una oposición aletargada desde 1880 exigió acciones concretas. Bartolomé Mitre y Leandro Nicéforo Alem, antiguos adversarios en la disputa política porteña, organizaron la Unión Cívica. Tras denunciar la corrupción e irresponsabilidad del gobierno, se convocó a la población disconforme a participar de reuniones abiertas. En abril de 1890, el mitin del Frontón permitió reunir a una multitud que censuró al gobierno nacional.

Si bien había consenso en desplazar al presidente, roquismo y oposición disentían en sus objetivos. Roca y Pellegrini se contentaban con su deposición, para preservar al régimen tal cual funcionaba, Leandro N. Alem exigía cambios significativos y Mitre, como siempre, estaba dispuesto a acordar con el mejor postor. La revolución estalló el 26 de julio de 1890 y fue derrotada por su mala organización. Poco después, Juárez Celman debió renunciar y el vicepresidente Pellegrini asumió la conducción del país con el respaldo de Roca y Mitre. Alem aparecía como el único derrotado.

Sin embargo, los sectores medios en ascenso demandaban transparencia electoral y el ejercicio efectivo de sus derechos políticos, y que serían canalizadas a través de la creación de dos partidos de funcionamiento permanente: el Partido Socialista y la UCR.

Estas tensiones y contradicciones no tardarían en causar hondas brechas dentro de un régimen que marchaba con paso firme hacia el colapso, y terminarían imponiendo una profunda reforma política, que quedó expresada con la aprobación de la Ley Sáenz Peña, en 1912. (www.REALPOLITIK.com.ar)


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