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21 de julio de 2021 | Cultura

Archivos de inteligencia

Espionaje en el Rock (I): Alerta, alguien nos vigila

Esta primera entrega inicia una saga de textos sobre tareas de inteligencia hacia el rock argentino, entre amenazas y un alto componente de delirio.

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por:
Juan Provéndola

La música suena fuerte y uno de los agentes tiene que enderezar la voz para hacerse escuchar en lo alto de la terraza. "Los que hacen quilombo son los de adelante. Van de un lado a otro. ¿Viste cuando los barrabravas...?", dice el hombre, sin terminar la frase. Ya es de noche y, por entre el micrófono, se filtra el viento de las alturas.

Cerca de él, un compañero asiente, aunque no agrega nada más. Está concentrado en apuntar correctamente. Manipula la herramienta fundamental para el éxito del operativo: una filmadora portátil. Sus tomas son intensas y vertiginosas. No actúa como un camarógrafo de oficio, sino como un francotirador. A su lado, su colega prosigue la tarea que le fue encomendada. Señala a la madre de un chico torturado y asesinado en una comisaría. Luego describe la lista de artistas. Debe individualizar objetivos sospechosos. 

La escena parece sacada de una película. Pero ocurrió en Florencio Varela el 10 de marzo de 1996. Dos décadas y media atrás. Se cumplía un año de la muerte de Fernando Gómez y la Coordinadora contra la Represión Policial e Institucional (CORREPI) organizaba un evento para darle visibilidad a la protesta. Denunciaban que a Fernando, de 16 años, le habían roto el cráneo en una comisaría de Varela. Al único imputado, el sargento Vicente Falco, lo exculparon por "haber actuado en legítima defensa". Pero la CORREPI denunciaba que había sido "apaleado". 

Numerosas personas se convocaron aquella tarde. Entre ellas, por empezar todos los artistas que participaron del festival: Maníaco Depresivo, Calles de Tierra, Gatillo Fácil, Chiquero, Las Larvas, Actitud Maria Marta, Místika, Almamula y Lethal. El cierre estaba a cargo de Malón, entonces la banda más masiva de la escena heavy metal argentina. Los servicios de inteligencia de la Policía Bonaerense estaban interesados no solo por el acto de protesta en contra de la propia fuerza, sino también por la capacidad de movilización (popular y simbólica) que el rock ostentaba en el país. No era la primera vez: los antecedentes vienen desde 1970. 

En el video, los policías identifican a la madre de Miguel Brú. Luego tratan de enumerar a las bandas. Y de distinguirlas. Cosa que no logran: mientras sonaba una música furiosa de fondo, un policía dubitativo, dice "estos son... sigue Malón... ¿no?, a lo que otro le responde sin la misma convicción que "eh... sí". En realidad estaba tocando Lethal, el grupo anterior. Una escena más propia de Los Simpson que de dos espías de la Bonaerense. 

Además se entreveran reclamos contra contra "la policía de Camps" y "su delegado Klodczyk" (Pedro Anastasio, jefe de la Bonaerense), quienes "quieren matar a los pibes". En la alocución, la persona que habla sobre el escenario ante una multitud asegura: "Esta semana fusilaron y quemaron a un pibe de Mar del Plata. Organicémonos para parar el gatillo fácil, basta de asesinatos".

El video en el que puede observarse toda esta secuencia es apenas una pequeña muestra de la entrega sobre espionaje y rock que hizo pública la Comisión Provincial por la Memoria. El organismo tiene la custodia del frondoso archivo de la Dirección de Inteligencia de la Policía de la Provincia de Buenos Aires (DIPBA), dependencia que funcionó entre 1956 y 1998. Se trata de 4 millones de fojas, 3300 contenedores, 800 videos y otros tantos casetes y cintas abiertas que ocupan un total de 600 estantes. Todos ellos, dedicados a documentar los movimientos de personas, organizaciones e instituciones que la Policía Bonaerense juzgó sospechosas durante más de cuatro décadas. Un registro impresionante del espionaje estatal. 

Tras muchos años de orden y clasificación, la CPM comenzó a mostrar su trabajo a través de la selección documental "De lo secreto a lo público". Uno de los dossiers está dedicado al eje "Vigilancia y rock". Ahí hay informes, fichas, audios y videos -como el mencionado- de distintas épocas. Desde el malogrado Festival de Lobos 1970 (promocionado como "el Woodstock argentino") y la accidentada vuelta de Almendra en 1980, hasta la expansión popular del fenómeno ricotero (con un particular trabajo de inteligencia en el suspendido show de Olavarría) y la aparición de tribus urbanas vinculadas al punk, al heavy y al luego denominado rock barrial. 

"En esta serie compartimos diferentes momentos en los que la inteligencia se posa sobre los jóvenes con la finalidad de anticiparse a expresiones que puedan atentar contra el orden social y las buenas costumbres", describieron de la CPM. En ese sentido, el rock aparece inevitablemente como un vehículo interpelador de las narrativas juveniles. Y, por añadidura, como un objeto sospechado. ¿Qué música escuchan? ¿Por qué? ¿Cuál es el mensaje oculto de sus letras? ¿Cómo visten? ¿Consumen drogas? ¿Cuál es su relación con la política? ¿Qué peligros encierran las multitudes? Obsesiones que los espías tuvieron sobre el rock argentino en el último medio siglo y que, por primera vez, salieron a la luz desde aquella oscuridad. 

La historia del rock argentino, muy pródiga en anécdotas y situaciones sostenidas únicamente por la oralidad (esta sección dio cuenta de algunas), comienza ahora a ser releída a partir de un cuerpo documental que da registro exacto de lo que sucedía: aquel que se compone de todos los confidenciales informes de inteligencia dedicados a él. (www.REALPOLITIK.com.ar)


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