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17 de agosto de 2021 | Opinión

Avance talibán

Nuestro deber moral

Allá por el 2017 ingresaba una nueva camada de estudiantes a las aulas de la facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la UNLP, aunque lo novedoso, estaba en que fuimos los primeros alumnos en conocer un nuevo plan de estudios, el cual contenía, entre tantas otras, una materia desconocida para la mayoría: “Derechos Humanos”.

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por:
Candela Dipp

Recuerdo palmariamente que mientras cursábamos Introducción al Estudio de las Ciencias Sociales, el profesor nos enseñó sobre el Decálogo del Abogado de Eduardo J. Couture, y por dentro, pensé: “Falta mucho camino por recorrer hasta tener que aplicar estos diez mandamientos”. Hoy, cinco años más tarde puedo decir, sin vergüenza alguna, que estaba muy equivocada.

La mayor parte del tiempo, en Argentina y en el mundo entero existen situaciones que, a la hora de pensar en la aplicación de una norma para su posterior resolución, no resultan del todo claras. Una de ellas es, sin dudas, la que actualmente se vive en Afganistán.

Daré una breve opinión al respecto...

El quid de la cuestión se basa en entender que, bajo la excusa de la aplicación del principio de la libre determinación de los pueblos, sistemáticamente se violan derechos humanos de las personas y, sobre todo, de un grupo que, no por arte de magia, es especialmente protegido: las mujeres.

Aquella directriz se encuentra receptada en la Carta de las Naciones Unidas en su artículo 1 y es, a su vez, un principio de derecho internacional e incluso engloba un derecho humano, pero entonces... ¿No es, como nos enseñaron, que en materia de derechos humanos no hay jerarquías? Nadie lo discute. Pero lo cierto es que, este principio encuentra su límite en que sea el pueblo mismo el que elija y posteriormente decida, su propio destino. En el caso en análisis, basta con leer un portal de noticias, prender la televisión, para entender que esto no es lo que el pueblo ha decidido y más aún, huye despavorido ante la entrada de los talibanes en Kabul, una entrada sin lugar a dudas, alejada de las formas pacíficas que la religión que dicen venerar tiene como objetivo.   

Cuando en nuestra facultad se cursa la materia “Derechos Humanos” nos enseñan también, que, al ser los mismos inherentes a las personas por su condición de tales y que se afirman frente al poder público del estado, una de sus características es la denominada progresividad, la cual se estudia desde dos aspectos: que los derechos humanos crezcan en cantidad y contenido, esto tiene que ver con el carácter dinámico y cambiante del derecho internacional, lo que hizo que se reconozcan algunos derechos como “humanos” que en el pasado no tenían ese status. Esta característica le va a imponer a los estados la prohibición de regresividad, esta idea de que los mismos no pueden retroceder en el nivel de reconocimientos de derechos que han alcanzado. Una vez que un estado ha reconocido un determinado derecho con un determinado alcance, no puede volver hacia atrás... Una prohibición que, a las claras, ha pasado a ser letra muerta en Afganistán.

Párrafos más arriba mencioné al Decálogo del Abogado, pues situaciones como las analizadas me recuerdan aquel momento en el que el docente a cargo, en una mañana de febrero, nos leyó: “Lucha. Tu deber es luchar por el derecho; pero el día que encuentres en conflicto el derecho con la justicia, lucha por la justicia”.

Estoy convencida que, en estos días que el mundo entero está viviendo, llenos de dolor y desconcierto, todos los estudiantes de abogacía y, por supuesto, quienes ya tienen su título, cada uno desde nuestro rol, tenemos un deber moral; el de luchar por la justicia.


ETIQUETAS DE ESTA NOTA

Afganistán, Kabul, Candela Dipp

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