
Nacionales
En un contexto crítico con mucho speech y poco discurso, la música tuvo algunas intervenciones. Canciones polémicas, mención a una banda histórica en un spot y un artista precandidato.
En otras épocas, los candidatos solían recurrir a encuentros con músicos populares para dar sensación de proximidad con ciertas sensibilidades artísticas. Y, claro, para posterizar ese cruce en una foto. En una nota del 8 de diciembre de 2019 -dos días antes de la última sucesión presidencial-, compartimos una galería concluyente: a partir del ’83, no hubo un solo Presidente que no haya exhibido su postal con algún artista indeleble de la época. Desde Raúl Alfonsín con Luis Alberto Spinetta y Fito Páez, hasta Alberto Fernández con Gustavo Santaolalla. Y pasando por hitos como el de Carlos Menem junto a Charly García o Cristina Fernández de Kirchner cantando en Plaza de Mayo con Alejandro Lerner, Patricia Sosa y Pablo Romero, de Árbol.
Pero si hasta 2019 fue común oír a varios músicos proclamándose en favor de alguna propuesta —extensivo, a la vez, a otros referentes culturales—, apenas dos años después las expresiones públicas parecen estar a la altura de la campaña: deslucida, con debates de poca monta y candidatos sin carisma. Asistimos a discusiones prefabricadas, mucho maquillaje y un angustiante desapego a realidades notables. Los principales jugadores electorales dejaron más títulos por sus yerros que por sus aciertos.
La pandemia, por supuesto, también hizo lo suyo: puso nuestra existencia en un lugar incómodo, nos interpeló de distintas formas. Y la angustia, como sabemos, no es amiga de la épica. Entonces, aquello que comenzó como una excusa para refundar la condición humana terminó convirtiéndose en un día-a-día. Apenas entendemos lo que ocurre hoy. Mañana es un abismo.
Quizás por todo eso (o quizás por otras tantas cosas más), indigna pero no sorprende lo que le ocurrió a Jorge Serrano, de Los Auténticos Decadentes: dos veces usaron una canción suya y le cambiaron la letra con fines proselitistas, pero sin pedirle permiso, siquiera avisarle.
Primero fue el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires para una campaña por la vuelta de las clases presenciales, en plena disputa de Larreta con Fernández en la Corte Suprema. Y luego un spot de Guillermo Moreno, precandidato a diputado bonaerense por su espacio Principios y Valores. En ambos casos, el compositor de los Decadentes tuvo que salir a despegarse públicamente y a prohibir esos usos. Lo curioso es que tanto el GCBA como PyV usaron la misma canción: “La Guitarra”. Una cuya picaresca letra habla de no estudiar y no trabajar. Un chiste que, por lo visto, algunos no solo que no entendieron, sino que pretendieron usarlo para el fin contrario.
De los precandidatos que echaron mano a algún ideario de la cultura rock para su campaña —pocos, por cierto—, acaso Leandro Santoro haya sido el más respetuoso. Aunque, no por eso, menos impetuoso: en un spot le hablaba a la cámara, se presentaba, y lo primero que decía tras su nombra era presentarse como “fanático de Los Redondos”. El cabeza de lista del Frente de Todos en CABA mantuvo incluso algún encuentro con el propio Indio Solari.
“El rock, en términos de formación política, es tan importante como la teoría sociológica: te da herramientas para poder interpretar algunas cosas, para poder comunicar. Nos sirve para interpelar y también para interpelarnos”, había dicho el actual legislador porteño en una entrevista, a fines de 2019. Interesante reflexión. Casi dos años después, sobre el final de su campaña hacia las PASO 2021, apareció un jingle. Pero no suena a rock, sino a reggaetón. Y dice: “Baby, la salida llega con Santoro y alta fiesta”.
“No haces la revolución con una canción”, dijo alguna vez Germán Anzoátegui, quién sabe lo que es hacer lo segundo con Las Manos de Filippi, pero a la vez persigue lo primero desde su militancia en el Partido Obrero. Será candidato del Frente de Izquierda por quinta elección consecutiva. Como en la mayoría de los casos, integra la nómina a legisladores porteños. Aunque en un puesto testimonial.
Es que el activismo político de Pecho Anzoátegui no se reduce a una banca y ya. También promovió una lista de izquierda en el Sindicato Argentino de Músicos, obligando a la conducción a tener que conceder dos turnos comiciales. Así como la política tuvo su explosión y reconfiguración en 2001, el rock pasó por un proceso exactamente similar en 2004. Cromañón. Anzoátegui es hijo de esa generación de músicos que debió construir sobre cenizas las nuevas cimientes de la cultura rock. Y él lo hizo formando Músicos Unidos por el Rock, el primer colectivo que se hiló con aquella refundación. (www.REALPOLITIK.com.ar)
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