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17 de septiembre de 2021 | Historia

Formación del estado argentino

Las guerras civiles argentinas en la década de 1820

La dilación del proceso de organización nacional causó estragos dentro del federalismo del Litoral. A mediados de 1821, el caudillo entrerriano Francisco Ramírez, que aspiraba a desempeñar un liderazgo nacional, decidió confrontar militarmente con las tres provincias signatarias del Tratado de Benegas.

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por:
Alberto Lettieri

Si bien logró algunos éxitos iniciales en la provincia de Santa Fe, le resultó imposible resistir la acción conjunta de los ejércitos de Buenos Aires, Santa Fe y Córdoba, siendo derrotado definitivamente en la batalla de Río Seco, el 10 de julio de 1821.

La situación explosiva se reproducía a lo largo del territorio nacional, donde la caída del Directorio provocó una serie de redefiniciones político-institucionales en un marco de guerra y destrucción. En la región de Cuyo, la partida de San Martín generó un vacío de poder que derivó en una guerra civil. En San Juan, el Cabildo se hizo cargo del gobierno provincial y abundaron las conmociones internas. En San Luis no se constataron movimientos revolucionarios, y el Cabildo accedió al control provincial.

La Rioja obtuvo su autonomía en 1820, al separarse de la Intendencia de Córdoba, pero las disputas facciosas impidieron la consolidación institucional durante tres años. Entonces fue designado gobernador Facundo Quiroga, quien decretó una amplia amnistía y puso fin al predominio de la oligarquía provincial. Facundo renunció poco después, pero desde su condición de comandante de Armas dominó la política provincial a lo largo de la década.

El gobernador tucumano Bernabé Aráoz consiguió incorporar a Santiago del Estero dentro de la República del Tucumán. Si bien los notables reclamaban la autonomía, su fracaso en dos movimientos armados los había aplacado. La ayuda vendría de extramuros. El comandante de la Frontera del Chaco, Juan Felipe Ibarra, luego de tomar conocimiento de la caída del Directorio, avanzó hacia Santiago con el visto bueno del Cabildo, que lo ascendió a general y lo designó gobernador el 31 de marzo de 1820. Ibarra se mantuvo en el poder durante tres décadas, con breves interrupciones, hasta su muerte. Un caso similar al de Estanislao López en Santa Fe.

La situación en el interior era de extrema inestabilidad. En San Juan estalló una guerra civil en 1825, que fue controlada poco después. A principios de 1826, el presidente Rivadavia envió a Gregorio Aráoz de Lamadrid, héroe de la Independencia, a reclutar efectivos para la guerra con el Brasil. Sin embargo, Aráoz se desvió de su misión inicial y apuntó a disciplinar a las fuerzas opositoras a Rivadavia. El 26 de noviembre de 1826 Lamadrid se hizo designar gobernador de Tucumán, y expresó su respaldo a la Constitución unitaria. Sus acciones fueron avaladas por Rivadavia, pero los federales opositores, Bustos, Ibarra y Quiroga, se manifestaron dispuestos a confrontar. En octubre de 1826, Quiroga invadió Catamarca y depuso al unitario Gutiérrez, para luego derrotar a Aráoz de Lamadrid, que había acudido en su ayuda.

En Mendoza, el coronel Aldao se rebeló contra los unitarios, y puso a uno de sus hombres en la gobernación. Quiroga invadió San Juan, y la Legislatura designó como gobernador a uno de sus parientes. En Salta, luego de una compleja lucha facciosa, los unitarios consiguieron mantener el poder, mientras Lamadrid era derrotado nuevamente por Quiroga, quien lo obligó a escapar a Bolivia.

La posición de Rivadavia se deterioraba sin remedio. Su error principal había consistido en abrir, de manera simultánea, demasiados frentes que exigían atención preponderante y podían causar el colapso de su autoridad política. Para fines de 1827 los federales controlaban casi todas las provincias, con las excepciones de Buenos Aires y Salta. El bloqueo brasileño del puerto de Buenos Aires colmó la paciencia de ganaderos y comerciantes, mientras se incrementaba la presión inglesa para restablecer la paz y reiniciar el librecambio.

El Presidente aceptó por fin la cruda realidad y encomendó a Manuel García la gestión de un acuerdo de paz. Las condiciones acordadas –cesión de la Banda Oriental al Brasil, una indemnización en metálico y el desarme de la isla Martín García– fueron consideradas deshonrosas, por lo que Rivadavia renunció el 27 de junio de 1827. A continuación el Congreso se disolvió y la provincia de Buenos Aires recuperó su autonomía e instituciones.

Rivadavia dejaba como herencia un país fracturado, en una situación bélica desesperante y con sus finanzas en rojo. De este modo, anticipaba una pauta común para las administraciones de signo liberal hasta el presente. (www.REALPOLITIK.com.ar)


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