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3 de octubre de 2021 | Nacionales

Impunidad

Con fines particulares, Raúl Jalil le prestó el avión sanitario catamarqueño a la ministra Vizzotti

Mientras un padre cruzaba en brazos a su hija de doc años enferma de cáncer desde Tucumán a Santiago del Estero por los controles sanitarios, en la Quinta de Olivos organizaban fiestas privadas. Mientras la gente moría en los pasillos de los hospitales esperando cama, Vizzotti no tuvo reparos en utilizar un avión oficial por un caso de apendicitis.

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Argentina pareciera haberse transformado en un país de duros contrastes. Incómodos, afilados, difíciles de digerir. Un émulo de las tristes escenas que se desenvolvían a diario en los países del norte del África décadas atrás, aquellos donde las clases políticas nadaban en riquezas mientras la sociedad naufragaba en la más absoluta pobreza, en el más cruel de los olvidos.

En noviembre del 2020, Diego se cansó de los rechazos y la insensibilidad de los políticos argentinos y cruzó el límite entre Tucumán y Santiago del Estero cargando en sus brazos a su hija Abigail, de tan sólo doce años y enferma de cáncer. La pequeña se encontraba en grave estado, agotada luego de un duro tratamiento y visiblemente angustiada. Diego había explicado en el puesto de control policial que necesitaban volver a su casa para que su hija descanse, pero a nadie le importó. La imagen de ese padre desesperado, caminando con su pequeña hija en brazos, recorrió el mundo en pocas horas.

Esa misma semana, en la Quinta de Olivos el matrimonio presidencial y los integrantes del gabinete nacional se desvelaban en noches de fiestas, con modelos y actrices invitadas, sin respetos por el distanciamiento social, el uso del barbijo y el límite impuesto por ellos mismos a los eventos sociales. El contraste entre una sociedad que sufriente y sumida en la pobreza, y la vida de lujos, privilegios y comodidades de sus representantes, fue demasiado para muchos, que levantaron la voz y luego, en el mes de septiembre, expresaron su descontento a través de los votos.

En los últimos días, la ministra de Salud de la Nación, Carla Vizzotti, debió ser intervenida por un cuadro de apendicitis. Una aflicción médica menor, que sólo requiere una pequeña cirugía prácticamente sin riesgo alguno. Para ella, la provincia de Catamarca, que gobierna Raúl Jalil, curiosamente una de las más pobres del país, reservó en cuestión de minutos el jet privado Learjet 75 oficial.

A través de un comunicado oficial, se confirmó que la ministra utilizó el Learjet LVJWN, perteneciente a dicha provincia, en un vuelo que la trasladó desde Mar del Plata al aeropuerto de Aeroparque en tan sólo 40 minutos.

Una vez más, los representantes del gobierno se encuentran aislados de la sociedad a la que pretenden representar. Mientras unos toman vuelos que ni siquiera pagan, los otros deben atravesar los límites provinciales a pie a pesar de urgencias médicas y tragedias familiares. Mientras unos utilizan una de las propiedades más paradigmáticas del país para organizar fiestas privadas en el peor momento de la cuarentena, los otros deben saludarse a través de una ventana. En muchos casos, por última vez.

Más allá de la polémica que despertó el vuelo de Vizzotti, lo cierto es que pareciera ser tan sólo una muestra gratis más del desdén de la clase política por su propia sociedad y sus tragedias cotidianas. Envueltos en una nebulosa de lujos y privilegios, simplemente deciden mirar para otro lado.

Ya habrá un discurso emotivo, una palabra épica, que haga olvidar todo ello. O tal vez, no. Algo de eso paso en las PASO de septiembre. (www.REALPOLITIK.com.ar)


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