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Conquista de América
Un nuevo 12 de octubre: ¿Leyenda Rosa o Leyenda Negra?
La historia no podía quedar al margen del corrimiento de la sociedad hacia la derecha. En consecuencia, ha reaparecido el discurso de la Leyenda Rosa, aquella que destacaba las bondades de la conquista de América por los europeos, y la armonía que habría privado entre invasores y sometidos.
No se trata de historiadores profesionales, sino de operadores político-ideológicos imbuidos de un pensamiento religioso reaccionario, que pretenden ubicar los orígenes de la cultura americana –y, por extensión, la argentina- en esa síntesis entre europeos y originarios. Efectivamente existió una síntesis, pero mucho más compleja que la que estos publicistas suponen, y su clave no fue la armonía, sino la depredación y el saqueo.
El sistema de explotación de los pueblos originarios de América se impuso aplicando la violencia, la colonización mental y el adoctrinamiento religioso, a través de instituciones tales como la encomienda, la esclavitud y el yanaconazgo. Una vez superados los engaños y confusiones iniciales, que asignaron a los conquistadores una naturaleza sobrenatural, los pueblos americanos se resistieron valerosamente a ser sometidos, tal como sucedió, por ejemplo, con las tribus pampeanas, patagónicas y chaqueñas, que consiguieron frenar el avance español y mantuvieron su libertad e independencia durante toda la etapa colonial.
En otros casos, los resultados fueron desoladores. Tal es el caso de la resistencia que opusieron al dominio español los diaguitas que habitaban los valles Calchaquíes, ubicados en las actuales provincias de Salta, Catamarca y Tucumán. Las guerras Calchaquíes, extremadamente cruentas, se extendieron entre 1560 y 1667.
En 1665, después de más de un siglo de resistencia, la derrota de una de las principales parcialidades de la etnia de los diaguitas, los Quilmes, definió el destino de la lucha. Los españoles implementaron una terrible venganza, imponiéndoles su reubicación a orillas del Río de la Plata, en la reducción de Santa Cruz, lo que implicó su traslado en condiciones inhumanas a través de 1.200 kilómetros. Muchas de sus mujeres prefirieron arrojarse al vacío con sus criaturas en brazos antes de verse sometidas.
La guerra terminó el 2 de enero de 1667, cuando fueron vencidas las últimas minorías diaguitas, a las que se redujo a la servidumbre y se envió a realizar tareas forzadas al cerro de Potosí. Para entonces, de los 415 o 455 mil habitantes que tenían esas comunidades originalmente, según consignaban las fuentes hispánicas, quedaban con vida apenas 20 mil.
En 1812, el gobierno patrio los declaró “pueblo libre”, aunque para entonces quedaban ya muy pocos sobrevivientes, hundidos en la miseria y la explotación.
La situación se reiteraba por toda América. Por ejemplo, el cronista español Gonzalo Fernández de Oviedo, constataba sin conmoverse que en la isla La Española, donde había desembarcado Cristóbal Colón, había en 1492 “un millón de indios e indias de todas las edades –para luego agregar– (...) no se cree que haya al presente, en este año 1548, quinientas personas (...) que sean naturales”.
El resultado de la acción asociada entre la espada y la cruz era en todas partes el mismo: el genocidio y el saqueo. Por esta razón la historiografía contemporánea se ha inclinado por inclinarse más por la perspectiva de la denominada “Leyenda Negra”. Aquella que ya preexistía, pero fue definida con precisión por Rómulo Carbia en su Historia de la leyenda negra hispano-americana (1943), como aquella que “abarca la leyenda en su más cabal amplitud, es decir, en sus formas típicas de juicios sobre la crueldad, el obscurantismo y la tiranía política. A la crueldad se le ha querido ver en los procedimientos de que se echara mano para implantar la fe en América o defenderla en Flandes; al obscurantismo, en la presunta obstrucción opuesta por España a todo progreso espiritual y a cualquiera actividad de la inteligencia; y a la tiranía, en las restricciones con que se habría ahogado la vida libre de los españoles nacidos en el nuevo mundo y a quienes parecería que se hubiese querido esclavizar sine die”.
Willian Maltby, en su libro La Leyenda Negra en Inglaterra (1968), presenta una visión equilibrada sobre la Leyenda Negra, prescindiendo de las exageraciones. “Quizás la Leyenda Negra no constituya un punto de vista legítimo o justificable, pero es necesario recordar que es una leyenda y no un mito. Nació, como todas las leyendas, de hechos reales y estos no pueden ser ignorados por intereses partidistas. Los españoles cometieron grandes errores, al igual que hicieron los hombres de otras naciones”.
Ambas Leyendas fueron discursos ideológicos que pretendieron justificar proyectos políticos, culturales y geopolíticos contrapuestos. A la luz de la historia, queda claro que la armonía no fue precisamente la clave de la relación entre conquistadores y sometidos.
Y si bien terminaría generándose una cultura americana producto de la síntesis, los sincretismos y la imposición de creencias, valores e instituciones, nunca debe olvidarse que fue el producto del genocidio, la explotación, el saqueo y la invisibilización de los pueblos americanos. (www.REALPOLITIK.com.ar)
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