Suiza y los tesoros del Jura, una aventura para caminantes y viajeros

La diversidad es parte de la identidad suiza, al ser un país multilingüe, con cuatro idiomas oficiales (alemán, francés, italiano y retorrománico o romanche), diversidad que fue cuajando a lo largo de los siglos. Pueden datarse los orígenes de la Confederación Helvética en el llamado Pacto Federal de 1291, cuando en plena baja edad media campesinos y burgueses de tres cantones de habla germánica se unieron en contra del dominio que la ascendente Casa de Habsburgo ejercía sobre los montañeses de la región interior de los Alpes.

Tras siglos de luchas y promesas incumplidas, con guerras e invasiones en el medio, Suiza finalmente selló su independencia el célebre Congreso de Viena de 1815. Y Suiza suma como una seña de identidad desde esa época, su proverbial política de neutralidad y no injerencia en asuntos exteriores, que la mantuvo a salvo de las calamidades que asolaron a casi toda Europa a lo largo de los últimos dos siglos.

Y así, los 23 cantones que integran la Confederación Suiza, hoy día se yerguen orgullosos de estas tradiciones seculares y de la sana convivencia en la diversidad que los suizos han sabido desarrollar pese a los obstáculos de la historia. El más joven y flamante de los cantones o entidades confederadas es el del Jura.

Establecido formalmente en 1979, en las tierras suizas del Macizo del Jura, de población mayoritariamente francoparlante, se conformó con tierras de los vecinos cantones de Berna y Ginebra. Y si bien no se encuentra entre los destinos turísticos más conocidos y visitados de Suiza, vale la pena detenerse en sus atractivos turísticos aún por explotar y en sus bellezas naturales.

Lagos, montañas, acantilados y grandes bosques hacen de la región un destino predilecto para los amantes del turismo aventura. Aunque también podemos encontrar asentamientos urbanos como Delemont, la capital cantonal, cuyo casco antiguo es digno de visita y ofrece lugares de esparcimiento en sus plazas y mercados, que están lejos del bullicio de las grandes urbes como Ginebra. Allí podemos encontrar un laberinto que es el más grande de toda Suiza, enclavado en un pintoresco campo de maíz, ideal para pasar un día en familia en su parque de juegos infantiles anexo. Vale la pena hacerse tiempo para visitar la antigua capilla de Vorbourg, consagrada por primera vez en e laño 1049, lo que la hace una de las más antiguas de Europa en servicio.

El pueblo de Rebeuvelier es el antaño centro de la floreciente industria de la relojería que tanta fama mundial da y ha dado a Suiza. Aún lejos de sus tiempos de esplendor, vale la pena visitar las ruinas de sus fábricas, sus mansiones señoriales y sus parroquias, testimonio de tiempos de esplendor pasados.

Merecen visitarse también los pueblos de Saint- Ursanne y Porrentruy, enclavados en un entorno natural privilegiado y que aun mantienen su encanto tradicional. En el último, en particular, destaca el espectacular Jardín Botánico Jurassica.

Por último, es recomendable visitar en la región de los lagos las Grutas de Réclère, caverna con formaciones rocosas de singular belleza o el Lac Vert d'Undervelier, celebre espejo de agua enclavado en una zona montañosa de singular belleza. Y hay más arroyos, ríos y lagos en esta región que ameritan pasa un tiempo agradable en la naturaleza.

Las opciones de alojamiento son variadas en la región, lo que, sumado a la hospitalidad de sus habitantes, convierten a este rincón del Jura suizo en una joya turística aún por explorar y disfrutar. (www.REALPOLITIK.com.ar)

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