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26 de noviembre de 2021 | Cultura

Hombre de hierro

Encuentro con Cámpora, bronca a Perón y el respeto por Alfonsín: Memoria política de un León

En el mes de su cumpleaños número 70, repasamos algunas postales rockpolíticas de Gieco según su propio recuerdo.

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por:
Juan Provéndola

Raúl Alberto Antonio Gieco nació el 20 de noviembre de 1951 en Cañada Rosquín y el domingo pasado cumplió 70 años. La historia de su apodo es bastante conocida: cuando aún vivía en su pueblo natal y tocaba en Los Moscos, su primer grupo, conectó con premura y desprolijidad un equipo de amplificación, ganándose el mote del "rey de los animales".

Antes de los 20 años, León Gieco abandonó el poblado santafesino para establecerse en Buenos Aires. Y consiguió trabajo en la vieja EnTEL, la empresa nacional de telecomunicaciones. Su primer empleo, casualmente, le permitió también su primer contacto con la política, aunque sin buscarlo ni tampoco imaginarlo: "Tenía 19 años y conocí a Héctor Cámpora, porque yo era operador de EnTEL y él le mandaba télex a Perón, que todavía estaba en España. ¡Era algo así como el intermediario del intermediario!", recordó Gieco con algo de gracia, también. 

"Era consciente de que Cámpora era un tipo honesto, además de ser quien nos daba la posibilidad de que el viejo volviera. Pero, desgraciadamente, Perón estaba muy grande y no era lo que uno pensaba. Y nos echó de la plaza cuando fuimos a gritarle que estaba rodeado de fachos genocidas como Isabelita y López Rega. Tengo recuerdos encontrados de ese acto, porque por un lado fue ahí donde estreché la relación con la que hoy es mi mujer, madre de mis hijas y abuela de mis nietas, pero a su vez todos nos fuimos muy decepcionados", amplía el músico, ahora con cierta tristeza.

"Había escuchado decir a Perón algo así como: ‘Si yo fuera un joven argentino, estaría tirando bombas como hacen los chicos’. Creo que la frase la registró Pino Solanas. Yo no le pedía que tirara bombas, aunque sí creía que iba a venir a poner las cosas en orden y a consolidar una democracia como la gente. Pero el viejo no podía hacer nada más, y menos con esos dos genocidas que tenía a su lado. Perdimos todo y fue el primer escalón hacia la dictadura. De hecho, la parte de ‘Sólo le pido a Dios’ que dice ‘si un traidor puede más que unos cuantos’, está dedicada a él".

A pesar de estar atravesado por aquel espíritu de época que deseaba la vuelta de Perón del exilio, aún no tenía ninguna participación política orgánica. En tal caso, Gieco fecha como primer gran antecedente el año 1983: "Ahí milité en el Partido Intransigente y me llegué a juntar algunas veces con (el candidato a presidente) Oscar Alende antes de las elecciones"

–Una posición más de izquierda que la de apoyar la vuelta del peronismo al poder bajo la candidatura de Italo Luder...

–¡Por supuesto! En ese momento nos salvó Herminio Iglesias quemando el cajón y despertando la reacción de la gente. Aún hoy le estoy agradecido por ese gesto que le permitió ganar a un tipo como Raúl Alfonsín, que fue un gran presidente, al menos durante sus dos primeros años. Tuvo sus cosas problemáticas, también. Rescato el Juicio a las Juntas y el Nunca Más, un relato de todos los que se salvaron que, creo, fue muy valiente, a pesar de que no concuerde con su prólogo. Después cometió algunos errores, como por ejemplo decir que quería trasladar la Capital a Viedma porque hasta ahí había llegado Roca. Otra vuelta invitó al presidente de Italia a pasear por el Riachuelo... ¡y el tipo se descompuso de la baranda a mierda que había! Y no atendió a Cortázar. Tampoco a las Madres de Plaza de Mayo. Nunca. Pero reconozco que fue un tipo para nada corrupto.

–¿Te sorprende que tantas décadas después de las últimas dictaduras de la región, solo Argentina haya revisado los delitos de lesa humanidad?

–Es increíble que estén atrasados en ese sentido. El único lugar que vivió estos juzgamientos como un adelanto de la historia fue la Argentina, y estoy encantado por eso. Ando por todos lados, y si nos tienen en cuenta en el mundo por algo es, justamente, por la lucha de los derechos humanos. Hablo de los artistas, de los militantes y de la buena gente en general. Y a los que creen que en el mundo no nos tienen en cuenta por eso, les mandamos a una reina y a un Papa para que se los metan en el orto... (www.REALPOLITIK.com.ar)


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