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15 de enero de 2022 | Cultura

70 años de una leyenda

Skay Beilinson: “Nunca quise bajar línea”

Desde sus creencias e influencias, hasta la relación con su compañera Poly y la vieja idea de “fundar” un pueblo junto a amigos: en su cumpleaños 70, el ex guitarrista de Los Redondos cuenta estas historias en primera persona.  

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por:
Juan Provéndola

¿Cuál es el secreto para ser una estrella de rock y llegar a los setenta años estando cincuenta de ellos con la misma mujer? Skay Beilinson, que el sábado 15 de enero cumplió siete décadas de vida, responde con simpleza: “La Negra Poly es una de las personas más excepcionales y fascinantes que encontré. Es inteligente, sensible y audaz, y nos hemos llevado bien siempre. Yo sigo queriéndola y admirándola, y supongo que ella también a mí. Eso hace que estemos armando siempre una nueva historia con el entusiasmo del primer momento. Parecería que no hay muchos casos así en el mundo”.

Efectivamente, el legendario guitarrista representa una excepción que prácticamente no encuentra parangón en la cultura rock. Criado en la cultura de los 60s’ y ‘70s, nunca hizo alarde del culto al sexo, las drogas y el rock and roll como quizás viarios de sus congéneres. “Nunca quise bajar línea, ni ahora ni con los Redondos”, dice sin dudas y con mucha serenidad. “Lo que hacíamos era porque nos gustaba la música, estar juntos y cranear situaciones fastas para el espíritu. Eso tuvo repercusión y comenzó a crecer, pero nunca imaginamos que íbamos a tener tal destino”.

Después de más de veinte años en la primera línea de Los Redonditos de Ricota, Skay lanzó su propia carrera a partir del 2002 con “A través del Mar de los Sargazos”, el primero de los siete discos solistas que lleva acumulados. Ahí, además de sus destrezas con la guitarra, Beilinson también asumió la voz principal, lo cual lo llevó también a cerrar sus propias letras. 

Y si bien su poética demuestra que, efectivamente, nunca “buscó bajar línea”, es cierto que hay algunas referencias religiones. “Tengo mis creencias, que son muy sencillas”, amplía. “Vivir es un arte. Estamos en una cultura materialista que nos embota. Más allá de la realidad que construimos, hay otra muy preciosa que es posible descubrir. Allí es donde está la belleza, la música y la poesía. Es un universo oculto que nos perdemos si estamos fascinados por el consumo y las “cositas”. El silencio y la introspección contribuyen a encontrarlo, aunque el acto celebratorio más precioso (y donde todo toma sentido) sigue siendo tocar”.

RP.- ¿Alguna vez pensaste en otra vocación más allá de la música?

Realmente no. Es más: no terminé el colegio secundario, pese a que jamás me había llevado una materia. No tenía problemas de estudio, pero era un mundo muy aburrido. Cuando descubrí la posibilidad de asumir mi propia aventura, dije: “Mi vida no pasa por el mundo académico”. Ahí decidí irme de mi casa y participar de la vida comunitaria.

RP.- ¿Cómo te llevabas con tus sus padres?

Eran bastante esquemáticos con sus ideas, lo cual me permitió tener algo firme hacia lo que rebelarme. Hoy los padres son tan ambiguos en sus posiciones que a veces los chicos no saben dónde canalizar su rebeldía. Me ayudaron a irme de mi casa el día que me dijeron: “O cambiás o te vas”. Gracias a ese planteo pude irme sin culpa. Con el tiempo me volví a acercar, porque no hubo ningún conflicto, más allá de los que uno puede tener con sus padres: los míos ya tienen 80 años y fueron formados con valores que eran incompatibles conmigo.

RP.- ¿Qué quedó de aquella idea de “fundar” un pueblo con amigos?

Eran tiempos donde creíamos que era posible una vida comunitaria. En grupos grandes se complica, porque aparecen luchas por poder y situaciones que dificultan la armonía. Pero en ámbitos más pequeños era una escuela maravillosa de aprendizaje y hay mil maneras de llevarla a cabo. Incluso podes abstraerte del materialismo propio de estos tiempos. Yo, por ejemplo, no tengo computadora, ni mail, siquiera celular. No le aportan nada a mi vida. El único “salto” fue habernos comprado con Poly una cámara digital para los viajes, sólo porque es más cómoda. Pero me sigo nutriendo del silencio y la naturaleza. (www.REALPOLITIK.com.ar)


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Juan Provéndola, Skay Beilinson

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