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21 de enero de 2022 | Historia

(1918-1941)

Los Estados Unidos en el período de entreguerras

Al finalizar la Primera Guerra Mundial, los norteamericanos se habían convertido en la primera potencia económica mundial. Sin embargo, su fracaso en la mesa de negociaciones de Versalles significó un duro golpe para sus pretensiones de reconocimiento como una de las principales potencias mundiales.

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por:
Alberto Lettieri

 

Pese a ello, su preponderancia económica se había incrementado considerablemente durante la guerra. Bajo el estímulo de los altos precios de los productos alimenticios y de las materias primas, la producción industrial había aumentado en un 37 por ciento las deudas de guerra de los aliados con los Estados Unidos y ascendían en 1918 a 7.000 millones de dólares, a los que se añadieron 3.300 millones destinados a la reconstrucción europea. Ese año, pasaron de ser un país deudor a convertirse en el principal acreedor del mundo.

Esta nueva condición tuvo algunos efectos negativos iniciales sobre el comercio y las finanzas en la posguerra, ya que no sólo se produjo una grave dislocación del comercio internacional y se redujo notablemente la capacidad de compra de muchos países, sino que muchas economías europeas, sumamente debilitadas, comenzaron a instalar industrias, protegiéndolas de la competencia externa, aunque los precios de ésta fueran más bajos. Otro tanto sucedía con el caso de economías que se habían visto obligadas durante la guerra a sustituir importaciones, y que ahora no estaban dispuestas a renunciar a esas fuentes de empleo y provisión internas. Se presentaba un obstáculo significativo para que los Estados Unidos pudieran jugar un papel similar al desempeñado hasta entonces por la economía británica. Como es sabido, la economía mundial del siglo XIX había descansado sobre el intercambio de productos agrícolas y materias primas por producción industrial; por ese motivo, este modelo no podría subsistir si el principal país agrícola era también el principal país industrializado.

En 1918, el país se encontraba en condiciones de producir bienes industriales y alimentos más baratos que los europeos, y en cantidad mucho mayor al consumo de su población. Sin embargo, prácticamente no había nada que los Estados Unidos necesitaran importar, por lo que comenzaron a acumular enormes cantidades de oro, con fatales consecuencias para Europa.

Las políticas norteamericanas aplicadas al proceso de reconstrucción europea se caracterizaron por su pasividad e incluso por una llamativa miopía. En efecto, la exigencia de pago de las deudas de guerra contraídas por las naciones aliadas, que debían saldarse mediante la transferencia de divisas exigidas a Alemania por Francia e Inglaterra en concepto de reparaciones, provocó un caos generalizado cuando Alemania manifestó su imposibilidad de hacer frente a tales compromisos, en 1923. En tales circunstancias, las economías europeas, y muy especialmente la alemana, sólo consiguieron superar su crítica situación gracias a los préstamos americanos a corto plazo. Éste fue el principal motivo de las constantes dificultades económicas del mundo en la década de 1920, y de la rapidez con que se extendió, en la de 1930, la recesión de los Estados Unidos a Europa, así como su gravedad.

Si bien en América del Norte no habían conseguido mantenerse al margen del conflicto bélico, tanto su renuncia a formar parte de la Sociedad de las Naciones, cuanto su escaso compromiso con el proceso de reconstrucción europea, demuestran una manifiesta voluntad de mantener el mínimo contacto posible con Europa y sus problemas. En tanto los agricultores y los sectores acomodados no ocultaron su temor de que, con el fin de la guerra, se desatara una nueva oleada de inmigrantes hambrientos procedentes de Europa del sur y del este, liberados por el fin de la guerra. Se argumentaba que estos grupos no guardaban fidelidad a los Estados Unidos y que mantenían su lealtad a sus países de origen y a iglesias extranjeras. Respondiendo a esta inquietud, aunque ya estaba en vigencia una legislación restrictiva en materia de inmigración, los cupos impuestos en 1921 se redujeron aún más en 1924. A fines de la década de 1920, la inmigración registró el índice más bajo desde 1820.

Este violento nacionalismo no era novedoso en la sociedad norteamericana. Los principales perjudicados fueron los políticos radicales y los militantes sindicales, grupos compuestos fundamentalmente por inmigrantes. Las denuncias y persecuciones fueron contestadas con huelgas y atentados, que motivaron un endurecimiento de las políticas represivas. En nombre de la causa de la libertad les fue negada la protección de la ley a los “radicales”, desde los marxistas revolucionarios hasta los reformistas más moderados. Más de 6 mil sospechosos fueron encarcelados sin juicio previo, y muchos de ellos acabaron siendo deportados. En Chicago se produjeron motines raciales contra la población negra. También el Ku Klux Klan se puso nuevamente en marcha, aunque ya no tanto en el Sur –como en el pasado–, sino en el Medio Oeste, y sus víctimas fueron primordialmente judíos y católicos, antes que negros. El “temor a los rojos” se difundió a través de los medios y, si bien decayó algo con el avance de la década, todavía en 1927 los anarquistas italianos Sacco y Vanzetti debieron sufrir sus consecuencias, al ser ejecutados luego de una parodia de juicio en Massachusetts.

Durante la década de 1920, los Estados Unidos acumularon un considerable superávit comercial y prestaron grandes sumas de dinero para que otros países pudieran importar sus productos y financiar la reconstrucción de sus economías. Para 1928, Alemania dependía por completo de los empréstitos comerciales de los bancos americanos, ya que no sólo debía hacer frente a la reconstrucción de su economía, sino también a las reparaciones de guerra. Sin embargo, el compromiso norteamericano con la reconstrucción europea era endeble. De este modo, al subir las cotizaciones de Wall Street, muchos de estos créditos golondrina fueron retirados y al iniciarse la crisis, en 1930 y 1931, las dos terceras partes de las inversiones fueron repatriadas. La rápida expansión de la crisis a nivel internacional prácticamente acabó con el comercio libre y con el sistema multilateral de pagos, que había comenzado a decaer con el inicio de la Gran Guerra. La mayor parte de los países abandonaron el patrón oro, y sólo alcanzaron a celebrarse algunos acuerdos comerciales bilaterales. En junio de 1933 se reunió en Londres una Conferencia Económica Mundial, considerada por entonces como la última oportunidad para evitar que el mundo cayera en una completa anarquía económica. Las expectativas estaban puestas en que el presidente Roosevelt estabilizara la cotización del dólar, como punto de partida para el restablecimiento de las paridades entre las monedas, creando de ese modo condiciones elementales para el renacimiento de la actividad comercial internacional. Sin embargo, una vez más, los Estados Unidos destruyeron las esperanzas, negándose de plano a esa demanda. Tal decisión carecía de racionalidad económica, ya que, si bien otros países habían devaluado su moneda, lo habían hecho sólo bajo la exigencia de una balanza de pagos negativa. Por el contrario, en 1933 la balanza de pagos norteamericana era superavitaria y eran importadores de oro. La devaluación del dólar sólo sirvió para empeorar la situación de los demás países sin favorecer con ello a los estadounidenses. Como consecuencia, el mundo se convirtió en el escenario de una virulenta guerra económica.

La opinión generalizada de que el ingreso de Norteamérica en la Gran Guerra había sido injustificada, salvo para los banqueros e industriales que habían obtenido de esto grandes beneficios, se tradujo, una vez más, en una actitud timorata frente a los cambios experimentados en el escenario político europeo en la década de 1930. En efecto, hasta 1939 los dictadores europeos eran considerados como una especie de ridículos tiranuelos, que no significaban una amenaza cierta para los Estados Unidos. El presidente Roosevelt confiaba en que América podrían mantenerse al margen del conflicto armado únicamente si se contaba con el necesario poderío militar. Sin embargo, hasta 1940 no consiguió contar con un ejército moderno, y la única flota disponible era la del Pacífico, ya que el Congreso temía que el rearme los catapultara a una nueva guerra, y sospechaba que Roosevelt agitaba ese fantasma para disimular las dificultades económicas internas.

Apenas estallado el conflicto, en 1939, surgieron dificultades con la ley de Neutralidad, que tenía que ser abrogada para que Gran Bretaña y Francia pudieran adquirir armamento en los Estados Unidos. Sin embargo, sus términos fueron muy desfavorables para ingleses y franceses, que debieron pagar al contado hasta 1941 los suministros que no pudieran ser transportados. Esto le permitió a Alemania dedicarse durante dos años a la guerra submarina sin riesgo de enfrentarse con el más importante país neutral. La derrota de Francia y el aparente derrumbe inminente de Gran Bretaña pusieron de manifiesto la debilidad militar de América del Norte, pues a nadie se ocultaba que si los alemanes ponían un pie en México, grandes zonas del Medio Oeste podrían quedar a merced de sus aviones. Como respuesta a este temor, en 1940 se aprobó una asignación de 12.000 millones de dólares para la defensa, que permitió crear dos millones de puestos de trabajo, y en septiembre de ese año se estableció el servicio militar obligatorio. Producto de la guerra, la esperada reactivación de la economía norteamericana se ponía en marcha.

La derrota francesa le permitió a Roosevelt ser reelecto de manera excepcional por segunda vez. Al amparo de la ley de Préstamo y Arriendo de marzo de 1941, le fue concedido a Gran Bretaña un crédito ilimitado. Sin embargo, era absurdo enviarle suministros bélicos y permitir que los submarinos alemanes los hundieran, por lo que la Marina americana comenzó a escoltar los convoyes, estableciendo puntos de apoyo en Groenlandia e Islandia. Para otoño de 1941, ya existía una guerra naval no declarada entre Estados Unidos y Alemania. (www.REALPOLITIK.com.ar)


ETIQUETAS DE ESTA NOTA

Estados Unidos, Alemania, Roosevelt, Inglaterra

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