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8 de marzo de 2022 | Internacionales

Geopolítica

Lo que hay que saber para entender el conflicto armado entre Rusia y Ucrania

El mundo asiste a un conflicto armado que le parece tal vez lejano y extraño, aunque con el temor lógico de que su expansión pueda provocar una nueva guerra mundial.

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por:
Alberto Lettieri

Desde los tanques publicitarios de la OTAN se pone en duda la estabilidad mental de Vladimir Putin, se lo pretende asociar con Adolf Hitler, se despliegan todo tipo de argumentos para demonizarlo. Pero, ¿es realmente así? ¿La reacción de Putin se funda en su ambición expansiva de poder, o fue la consecuencia de la expansión sistemática de la OTAN sobre una Europa del este que, durante la denominada guerra fría y también tras la caída de la URSS había sido reconocida como área de competencia rusa?

En la política, tanto local como internacional, no hay buenos y malos. Hay intereses. Y también equilibrios inestables que van variando hasta encontrar nuevas configuraciones, que pueden resolverse a través de la negociación o de la guerra. Los Estados Unidos, por caso, han registrado más de cincuenta intervenciones armadas fuera de su territorio desde la finalización de la segunda guerra mundial, tuvieron participación en la mayor parte de los golpes de estado que se concretaron en América Latina -y otras regiones del planeta- y mantienen el horror de Guantánamo. Sin embargo, nadie levantó la voz para exigir sanciones económicas, deportivas ni militares en su contra. Relaciones de fuerza.

La ONU nació en 1944, como un organismo supranacional para administrar el mundo post segunda guerra mundial. Nunca fue una organización imparcial. En los años sucesivos se crearon diversos organismos para intervenir en los países subdesarrollados: el FMI, el Banco Mundial, la Organización del Atlántico Norte, los acuerdos GATT y los de Bretton Woods, entre otros. Los argentinos experimentamos su injerencia desde el derrocamiento del gobierno constitucional de Juan Domingo Perón en 1955. Allí la Argentina se incorporó a la comunidad internacional. Como la mayoría, como furgón de cola.

Endeudamiento, concentración de la riqueza, exclusión social, golpes de estado, la intervención de la OTAN en Malvinas son sólo algunas de esas marcas. No hay análisis moral para desmentir la lógica de la REALPOLITIK. Los imperios siempre han impuesto las condiciones.

El caso de Rusia que hoy en día conmueve a la opinión pública universal tiene su génesis en 2013, o mucho  antes en realidad. En ese reparto propio de la guerra fría Europa del este quedaba bajo la competencia soviética. Cuando la URSS cayó, Rusia recibió garantías de que la OTAN no se inmiscuiría en su patio trasero. Pero el poder se ejerce, y la ambición de extenderlo  es consustancial a la naturaleza humana. La historia nos da miles de ejemplos al respecto.

En ese 2013 el entonces presidente constitucional ucraniano , Víctor Yanukóvich –aliado de Rusia- desistió de firmar un acuerdo de integración a la Unión Europea. A cambio recibió grandes ventajas económicas de Moscú, entre ellas  la reducción del precio de gas. 

Los intereses ucranianos vinculados con las potencias de occidente impulsaron el descontento social y concretaron un golpe de estado en 2014. Yanukóvich abandonó la presidencia y se exilió, mientras que en Simferópol, la capital de la península ucrania de Crimea, combatientes pro rusos confrontaban con fuerzas nacionalistas ucranianas, de ideología y organización nazi.

Para tratar de resolver la situación por vía pacífica, el 16 de febrero de ese año se celebró un referéndum en Crimea para definir su pertenencia. Más del 97 por ciento de los votos se expresaron a favor de su anexión a Rusia. Dos días después, Vladimir Putin firmó la incorporación de la península a su territorio. Pero la OTAN desconoció el resultado, congeló su colaboración con Moscú, y Estados Unidos y la Unión Europea le impusieron sanciones.

Tres meses después, en mayo de 2014, la confrontación civil armada se trasladó a la región del Donbás. Grupos separatistas de Donetsk y Lugansk autoproclaman la creación de "repúblicas populares" y reclaman su integración a Rusia. La guerra estalló entre los separatistas -apoyados por Moscú- y el ejército ucraniano. La represión impuesta por las fuerzas de seguridad ucranianas y grupos parapoliciales se ha cobrado más de 14 mil vidas rusas hasta el presente.

El 5 de septiembre de 2015, Ucrania, Rusia y representantes separatistas de Donetsk y Lugansk firmaron un acuerdo en Minsk para poner fin a la guerra bajo los auspicios de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE). El cese de las hostilidades duró apenas una semana. Un año después, en octubre de 2016, la reunión en Berlín del Cuarteto de Normandía -auspiciado por Francia y Alemania para resolver este conflicto- no consiguió avance alguno.

En mayo de 2019 llegó a la presidencia de Ucrania Volodímir Zelenski, un comediante pro-nazi que hizo su campaña tras haberse popularizado en un reality en el que interpretaba satíricamente a un presidente. Su campaña electoral se basó en spots en los que exhibía armas de fuego, y prometía acciones armadas como forma de garantizar la integridad territorial de Ucrania y su integración a la OTAN.

En los primeros meses de su presidencia, Zelenski y Putin mantuvieron conversaciones de paz y acordaron el canje de doscientos prisioneros separatistas. Pero inmediatamente la represión sobre la población rusa de Donetsk y Lugansk se multiplicó, y el presidente-comediante recibió un apoyo cada vez más decidido de la ÖTAN, como paso previo a una próxima incorporación.

La violencia se espiralizó. En el mes de enero de 2021, Rusia comenzó a trasladar tropas a la frontera con Ucrania, ante el avance del proceso de incorporación de Ucrania a la OTAN. Algunos meses después llegó la respuesta de occidente. El 23 de agosto, cuarenta y seis estados y organizaciones, entre ellas la OTAN, firmaron en Kiev la Plataforma de Crimea, en la que se exigía a Rusia la devolución de la península.

Las acciones cruzadas de Rusia y de la OTAN fueron incrementando el clima bélico, a la par que la represión de la población rusa del Donbás se multiplicaba. Para Putin, dar un paso al costado implicaba una derrota personal irreversible pero también la clausura de todo intento de recuperación del liderazgo internacional ruso. Para la OTAN, abandonar a su aliado ucraniano hubiera significado su descrédito.   

Así las cosas, para ninguno de los contendientes la paz ofrecía soluciones beneficiosas. Rusia intervino con el argumento de auxiliar a sus connacionales sujetos a una terrible matanza, pero también en defensa de la conservación de Crimea y para evitar que la OTAN se estableciera finalmente en Europa del este. De este modo, tras la razón humanitaria aparecen cuestiones geopolíticas muy concretas.

Este domingo, Vladimir Putin volvió a conversar con Emmanuel Macron por casi dos horas, y se mostró inflexible en sus exigencias. Y aclaró que no tiene intención alguna de renunciar a los cuatro objetivos que se ha fijado, y que buscará concretar a través de la negociación o de la guerra. Estos son: la “desnazificación” de Ucrania y su desmilitarización; su renuncia a integrar la OTAN y a disponer de un ejército; el reconocimiento de la independencia de Crimea y el reconocimiento de la independencia del Donbás, en el este del país.

Macron no consiguió modificar esa posición. Le planteó sus "preocupaciones y exigencias en el terreno humanitario y político", y solicitó el establecimiento de obtener corredores humanitarios y el avance de las negociaciones de paz con mediación francesa.

La creciente aplicación de sanciones a Rusia y la entrega de armamento de la OTAN a las fuerzas ucranianas se basa en la tesis del secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken, de que así se “aumentará el costo de la guerra para Putin”. En tal sentido, se intenta conseguir que Polonia entregue aviones cazas a Ucrania, lo que podría terminar en una internacionalización del conflicto en breve.

Tras la conversación entre ambos gobernantes, el portavoz del ministerio de Defensa ruso, Igor Konashenkov, advirtió a los países vecinos de Rusia que no reciban aviones de guerra ucranianos en sus territorios ni, mucho menos, sigan colaborando con recursos bélicos. Y amenazó con expandir los frentes de batalla a los países que incurran en esas conductas.

Tal como están las cosas, la salida pacífica parece tener escasas posibilidades en lo inmediato. Aún es complejo estimar cuáles serán las consecuencias y el costo de una guerra internacional de estas dimensiones. Difícilmente Rusia esté en condiciones de mantener un conflicto de largo plazo contra la OTAN, salvo que otras naciones nucleares se sumen a su causa. Algo que no resulta probable hoy en día, pero que no puede descartarse del todo.

De todos modos, más allá de la resolución que tenga este conflicto, las consecuencias ya las está pagando la humanidad en pleno. Los mercados reaccionaron inmediatamente y los precios de la mayoría de los productos a escala internacional -sobre todo relacionados con la energía- se han disparado.

Aunque el escenario de la guerra se limite hoy día a Ucrania, la sociedad universal ya ha comenzado a sufrir sus penurias. (www.REALPOLITIK.com.ar)


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