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5 de abril de 2022 | Nacionales

El dólar treparía a 4.315 pesos

Desde Evolución Radical presentaron un informe analizando el impacto de un proceso de dolarización

El referente de Evolución Radical y presidente del Centro R.A. de la facultad de Ciencias Económicas de la UBA, Emiliano Yacobitti, presentó un informe académico sobre las implicancias de una eventual dolarización de la economía y sus efectos sobre la inflación.

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El paper afirma que “desde hace catorce años nuestro país convive con tasas de inflación por encima del 20 por ciento por año”. Sin embargo, desde junio de 2020, “la inflación en términos anuales se ha acelerado por encima del 50 por ciento y se ha estancado en esos valores desde entonces”.

Por esta razón, “si bien se han abierto negociaciones salariales que buscan reconstruir parte del poder adquisitivo de los asalariados, la realidad es que -una vez más- difícilmente el salario le gane a la inflación. Así, desde el máximo alcanzado en 2017, el salario real ha perdido un 23 por ciento de su poder adquisitivo”.

Esta es la razón por la que, “en los últimos meses se ha estado debatiendo sobre las posibilidades de una dolarización que ponga fin a este problema crónico de la sociedad argentina”.

Entre las ventajas, “se elimina la inflación: ante la imposibilidad de emitir, no se generan excesos de dinero que presionen sobre los bienes existentes y ello lleve a un aumento en los precios”.  De este modo, “la economía se convertiría en una especie de juego de suma cero. Ya no existiría bimonetarismo (peso-dólar) por lo que el mercado de dinero estaría en equilibrio”.

También “se elimina la indexación de contratos: dado que todo el dinero circulante en la economía sería moneda dura, no se precisa incluir cláusulas de actualización. Por tanto, los resultados externos (balanza comercial, incertidumbre política, etcétera) no tienen efecto en los precios locales (aunque sí en los bonos, por ejemplo)”.

Según Emiliano Yacobitti, otro beneficio sería que “se comprime la prima de riesgo: la tasa de interés que pagan los bonos contempla una prima de riesgo cambiario (elemento más abultado en países como Argentina)”.

“Dolarizar eliminaría este componente, por lo que se abarataría el costo de endeudamiento. Esto aplicaría tanto para el sector público como privado”. Esto podría generar “altas tasas de crecimiento: eliminar la inflación y el riesgo cambiario hace que el costo de financiamiento disminuya vertiginosamente, por lo que el crédito se abarataría exponencialmente, permitiendo a la economía encarar nuevos proyectos productivos y así crecer”.

Entre las ventajas, finalmente, se consigna: “Estos efectos en la economía real se trasladarán al mercado financiero, elevando el precio de las acciones y bonos argentinos, fomentando el ingreso de capitales externos al país”.

También el informe analiza las desventajas de la dolarización.

Entre ellas, Yacobitti consigna:. “Se pierde el prestamista de última instancia (desaparece el Banco Central): la principal función de un banco central es preservar el valor del dinero (léase, inflación baja) y garantizar la liquidez necesaria al sistema bancario”.

En la actualidad, el Banco Central “se caracteriza por ser de encaje fraccionario (los depósitos están prestados y así sucesivamente, reservándose los bancos sólo una fracción para contingencias), el Banco Central se posiciona como la única entidad que saldría a proveer liquidez a los bancos ante un pánico financiero que lleve al retiro masivo de depósitos”.

Pero, con su eliminación, no habría ninguna entidad que provea liquidez en estos escenarios, por lo que “los bancos podrían quebrar, millones de pesos/dólares en ahorros desaparecer y se generaría una falta de liquidez global en el sistema que podría llevar a una severa recesión (Ejemplo: Depresión de 1930, EE.UU.)”.

También se produciría “un ajuste de balanza de pagos a la Hume” -en referencia al economista David Hume (1711-1776)-, quien estudió “los fenómenos monetarios durante el mercantilismo y concluyó que cuando una nación vendía más mercancías a otros países, se generaban ingresos extraordinarios de oro, lo cual aumentaba la renta y el dinero circulante en la economía local, redundando en un aumento de los precios (la oferta no lograba aumentar su producción tan rápido a lo que crecía súbitamente la demanda, por lo que los mercados se vaciaban vía ajuste de precios)”.

“El modelo predecía que, al período siguiente, las exportaciones disminuirían por el aumento de los precios y así los ingresos de oro al país, por lo cual en términos reales habría menos dinero circulando en la economía”, señaló Yacobitti.

Si bien la dolarización elimina el riesgo devaluatorio “priceado" de los bonos soberanos, no elimina en cambio el riesgo de incumplimiento de pago. Este escenario “llevaría a una recesión que deprimiría los precios y estimularía las ventas en el período subsiguiente. Por tanto, la conclusión serían períodos de expansión-recesión”.

“Así operaría una economía dolarizada. Los períodos de recesión se pagan con ajustes en el nivel de actividad: salarios o puestos de trabajo, lo cual tiene su impacto a nivel consumo y, consecuentemente, PBI. Incluso más, en presencia de sticky prices, la recesión se espiralizaría y profundizaría. En otras palabras, se pierde el amortiguador o estabilizador automático que brinda el tipo de cambio”, afirma el informe.

A su vez, se subraya que “no se elimina el riesgo de default: la dolarización elimina el riesgo devaluatorio ‘priceado’ dentro de los bonos soberanos, pero no elimina el riesgo de incumplimiento de pago. Hoy los bonos soberanos rinden 28 por ciento en dólares (2800 bps), es decir, cotizan a valores de default”.

En tales condiciones, la Argentina “se quedaría sin financiamiento. Por lo tanto, una dolarización sin reformas de fondo no sirve y trae aparejado problemas que pueden desembocar en situaciones irresolubles”.

El informe de Emiliano Yacobitti advierte que dolarizar “requiere reformas paralelas (mercado laboral)”: “Los consecutivos períodos de alta inflación argentina han sido pagados con una caída de los salarios reales. Es decir, la inflación licuó los aumentos salariales, disminuyendo el salario real. En tanto, los años de recesión son pagados, en parte, por los salarios (precio de la mano de obra). Al dolarizar, no se podría lograr este efecto en tal magnitud, por lo que el resultante sería el despido”.

Finalmente, el informe se pregunta qué cotización tendría el dólar en este escenario. “Con la cantidad de dinero circulante y de pasivos del BCRA, dolarizar la economía con el nivel actual de reservas netas implicaría valuar salarios y precios a un tipo de cambio aproximadamente de 4.315 por dólar”. “Caso contrario habría que pedir prestados 41.000 millones de dólares para dolarizar a un tipo de cambio de 200 y luego devolverlos”, añadió.

Como conclusiones se destaca que “una dolarización funcionaría como una solución rápida a un problema de larga data en nuestro país, aunque supone el abandono de cierta soberanía económica, al mismo tiempo que requiere de acuerdos y reformas institucionales profundas”. También “dejaría en evidencia un problema de igual envergadura que la inflación: la debilidad de nuestras instituciones”.

Y recomienda no apresurarse en la definición.

“Estas decisiones deben ser evaluadas con suma cautela, dado que implican la toma de profundas medidas complementarias. Sin duda alcanzar un alto grado de cohesión social y política puede resultar un desafío arduo, pero sin duda necesario para una mejora significativa en la vida de nuestra sociedad argentina”. (www.REALPOLITIK.com.ar)


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