Martes 23.04.2024 | Whatsapp: (221) 5710138
30 de abril de 2022 | Cultura

Rescates por la memoria

​​​​​​​Dos postales de Madres de Plaza de Mayo a 45 años de su primera marcha

El hostigamiento parecido durante la procesión a Luján de 1981 y los hábeas corpus presentados en las elecciones de 1983 como ejemplos de lucha y resistencia.

facebook sharing buttonCompartir
twitter sharing button Twittear
whatsapp sharing buttonCompartir
telegram sharing buttonCompartir
print sharing buttonImpresión
gmail sharing buttonCorreo electrónico

por:
Juan Provéndola

Los pañuelos procesan a Luján

Como era habitual en cada octubre desde 1975, también se dispuso en 1981 la realización de la procesión de devotos católicos desde Capital Federal hacia la basílica de la localidad bonaerense Luján. Si bien en su edición inicial congregó la nada despreciable cantidad de unos 40 mil fieles, para esta ocasión las estimaciones estaban muy por encima de esa cifra y había entonces una enorme expectativa al respecto. Motivo por cierto suficiente para que la Dirección de Inteligencia de la Policía de la Provincia de Buenos Aires enfocara sus radares hacia esa movilización masiva en la que era probable que intervinieran factores que el organismo consideraba sospechosos.

La procesión se realizó entre los días 3 y 4 de octubre de aquel año y numerosos espías se entreveraron entre los peregrinos a los efectos de encontrar personas que, según sus criterios, merecían vigilancia. Y las presunciones, tal como se comprueban en los documentos generados en ese evento por la DIPPBA, fueron acertadas: allí se encontraron con la presencia de “un grupo de 150 Madres de Plaza de Mayo”.

Las Madres de Plaza de Mayo habían hecho su aparición pública en 1977, empujadas por la necesidad de conocer el paradero de sus hijos desaparecidos. Si bien la actividad de esta organización fue mermando, en 1981 se retomó el vigor y encontró en la procesión a Luján un motivo para encontrarse y manifestarse. 

En su informe, la DIPPBA estimó en “más de un millón de personas” la concurrencia a la peregrinación a la basílica de la Virgen de Luján. Los espías lograron identificar a las 150 Madres de Plaza de Mayo (un número pequeño si se lo compara con semejante multitud) a través de dos rasgos detallados en el escrito del organismo de inteligencia: “los pañuelos blancos en la cabeza” y “carteles que consignaban las habituales leyendas solicitando la aparición con vida de los detenidos y desaparecidos, o bien con fotografías de los mismos”.

Los mencionados pañuelos, que luego se convertirían en el símbolo principal de las Madres de Plaza de Mayo, habían sido estrenados en 1977, cuando descubrieron en este objeto una forma de encontrarse entre ellas mismas en espacios públicos. Pero fue a partir de su participación en la procesión a Luján que la utilización del atavio se instaló entre la organización de manera definitiva. 

El informe de inteligencia de la DIPPBA redactado como producto de su infiltración en la movilización de Luján caracteriza a estas mujeres como “madres de terroristas” y afirma con cierto orgullo que tres de los carteles que ellas blandían con sus consignas o las fotos de sus hijos desaparecidos “fueron posteriormente hurtados y serán enviados a la Central en el día de mañana”; es decir, el 6 de octubre de 1981. 

Como material anexo, los espías adjuntaron al documento unas fotografías en la que ellos mismos sostienen los carteles confiscados casi de la misma manera que las Madres de Plaza de Mayo lo hicieron en la procesión. Una demostración de cómo un mismo símbolo puede tener significancias totalmente opuestas según quien sea quien los porta. 

El padrón de los desaparecidos

Las elecciones de 1983 confirmaron, una vez más, que la democracia aún seguía acechada por prácticas que pretendían dejarse atrás. Distintos organismos de derechos humanos aprovecharon la reinstauración institucional para hacerse aún más visibles, creyendo que gozarían de mayores libertades que en la etapa anterior. Pero las tareas de inteligencia dispuestas en ese entonces demuestran penosamente que aquello no era tan cierto. 

El 25 de octubre de ese año, Madres de Plaza de Mayo, la APDH, el CELS y organizaciones similares divulgaron una solicitada de título inquietante: “¿Dónde y cuándo votarán los detenidos-desaparecidos?”. La extensa publicación -que ocupó 8 páginas en cada uno de los diarios tabloide más importantes del país- enumeraba uno por uno a más de seis mil personas con sus respectivos nombres, edades, número de documento y fecha de desaparición. Estaban divididos según “Argentinos”, “Extranjeros”, “Adolescentes” y “Niños que fueron secuestrados con sus padres o que nacieron durante el cautiverio de sus madres”. 

Sucedía que, tal como denunciaron las propias Madres en un comunicado, muchos desaparecidos habían sido inscriptos en el padrón para presentarse a votar. “Se ha llegado la aberrante absurdo de que muchos de ellos fueron designados como autoridades comiciales”, destacaban con perplejidad en el escrito difundido públicamente. En consecuencia, las Madres se organizaron para asistir el día de la elección al colegio donde debían votar sus familiares y conocidos, presentar un recurso de hábeas corpus y exigir un certificado. El objetivo era lograr, por primera vez, una documentación oficial que le diera status de desaparecidos a quienes las autoridades electorales se empeñaban en señalaban como ciudadanos en pleno ejercicio de sus derechos. 

Todas estas acciones fueron minuciosamente detalladas en un legajo que narra la presentación puntual de una de las Madres, quien acude el 30 de octubre (día de las elecciones generales) a la escuela Nro. 33 de La Plata, donde debía votar su hijo desaparecido. “En dicho establecimiento se llevaba con normalidad la recepción de votos, hasta el momento en que se presentó la persona indicada”, reseñó un agente de inteligencia, quien agregó: “Esta mujer, con un visible pañuelo de color blanco en su cabeza, se dirigió con términos injuriosos a los militares encargados de la seguridad local”. Según el mismo informe, las autoridades de mesa efectuaron una “observación” en el padrón y anexaron el recurso presentado, aunque se negaron a entregar el certificado solicitado. El agente reseña que, antes de retirarse, la mujer en cuestión “les manifestó a los presentes que el miedo fue la causal de la destrucción del país”. (www.REALPOLITIK.com.ar)


¿Qué te parece esta nota?

COMENTÁ / VER COMENTARIOS

¡Escuchá Radio Realpolitik FM en vivo!