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12 de mayo de 2022 | Nacionales

Desvarío presidencial

El sueño de la reelección bajo el respaldo yankee

Alberto Fernández llegó a Alemania, la segunda escala de su gira europea y aún no parece haberse arrepentido de su decisión de dar la disputa interna al cristinismo. Sobre todo se muestra muy decidido a mantener a Martín Guzmán en Economía y de avanzar con el revalúo tarifario muy por encima de lo aceptado por sus socios en la coalición oficial.

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Por primera vez, el presidente tomó la decisión de confrontar explícitamente con Cristina Fernández de Kirchner, al asegurar al diario El País de Madrid que la vicepresidenta tenía una “mirada parcial” sobre la realidad argentina. Tal vez Alberto creyera que por formular sus declaraciones océano de por medio pasarían desapercibidas en nuestro país, pero sus palabras volvieron a recalentar la discusión de poder en el interior del Frente de Todos.

Alberto tomó la decisión política de sostener la tesis de que ambos coinciden en el punto de llegada, pero no en los caminos que conducen hacia allí. Pero esas coincidencias de fondo sólo parecen existir en la imaginación del presidente, que es cada vez más cuestionado y descalificado por sus aliados.

Lejos de distender la interna, el viaje de Alberto la vuelve cada vez más incandescente. Todo el arco político –y no sólo el cristinismo- repudió que eligiera un medio internacional para ventilar sus diferencias con su compañera de fórmula. Fue su decisión y, como otras tan cuestionables como esta, se pagan en impactos macroeconómicos, en la dilución de la autoridad presidencial, en la credibilidad de la gestión y en la capacidad de generación de confianza en un gobierno a quien nadie le cree.

Este miércoles se dio la paradoja de un presidente satisfecho por haberse animado a desafiar a su vice, y una comitiva que trató de bajarle el impacto a sus declaraciones. Y es que Alberto es tan imprevisible que ni siquiera consigue entrar en sintonía con los propios. Qué le queda para los ajenos.

Pese a que recibe frecuentes sugerencias de todos lados de la necesidad de armonizar su relación con Cristina, Alberto no parece preocuparse por esto. “No me perturba”, responde invariablemente. Y lejos está de querer reunirse, porque sabe que se le exigirán concesiones que no podrá realizar si pretende conservar un mínimo de dignidad. ¿Cinismo? ¿Evasión de la realidad? Los que lo rodean afirman que es más lo primero que lo segundo. El presidente -aseguran- está convencido de que Cristina no puede romper sin poner en riesgo su propio futuro.

Alberto extrajo de las casi dos horas de exposición en el Chaco de su vice que ella había evitado hablar sobre el acuerdo con el FMI. Cree que es un capítulo cerrado. “No querían firmar porque se sentían incómodos, pero nunca nos dieron otra propuesta. Tiene que ver con el relato”, fue su reflexión. El resto de las numerosas críticas y chicanas le resbaló.

Tal es su desconexión de la realidad que los que lo rodean afirman asombrados que cree a pies juntillas que tiene amplias posibilidades de ser reelecto el año próximo. Una elección que Cristina da por perdida de antemano. Y es que el presidente confía en el respaldo del FMI, el gobierno de los Estados Unidos, y la capacidad de convencimiento que brinda el tesoro público.

Pero también tiene en claro que debe fortalecer la imagen de autoridad que ha venido resignando luego del primer tramo de la cuarentena. Por esta razón ha decidido gobernar sin condicionamientos, y así lo hizo saber en la entrevista que concedió a El País de Madrid. Por eso asegura que si algún funcionario nacional se opone a la línea fijada por el ejecutivo será removido del gobierno. No sólo lo dijo él. También se lo mandó a decir a Martín Guzmán, Aníbal Fernández y Jaime Perczyk, y asegura que no habrá contemplaciones ni acuerdos previos con sus socios de la coalición.

“Esto es una decisión política. Si alguien no puede tomar esa decisión política, no podrá seguir en el gobierno”, afirmó a sus allegados con relación a los aumentos tarifarios en luz y gas.

El cristinismo lo estudia. Medita si será capaz de cumplir con sus amenazas, o si nuevamente reculará. Por lo pronto bajaron el nivel de confrontación en lo referido a los aumentos tarifarios. Simplemente dieron un provisorio paso al costado.

Pero la decisión de Alberto es fortalecer y blindar a Martín Guzmán, el niño mimado del FMI,  a quien los empresarios respaldan como el mal menor frente a la alternativa de un eventual reemplazo por parte de algún cuadro cristinista.

Alberto sabe que está en manos del FMI y del gobierno de los Estados Unidos. Debería recordar también que les pasó en el pasado a quienes adoptaron esa estrategia. Pero sin partido propio, sin territorio y con su autoridad desacreditada, no encuentra demasiadas opciones para llegar al final de su mandato.

Por eso se muestra confiado en su decisión y hasta se anima a imaginar una reelección en 2023 que a todos hace dudar sobre su estabilidad mental, aunque sus allegados guarden un conveniente silencio. (www.REALPOLITIK.com.ar)


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