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12 de mayo de 2022 | Historia

(1919 - 1933)

La República de Weimar

La República de Weimar fue el primer experimento democrático que se realizó en Alemania. Producto del caos de la derrota y la revolución social, presentó la paradoja de constituir un régimen democrático creado por políticos que no eran demócratas por convencimiento, sino por necesidad.

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por:
Alberto Lettieri

Las fuerzas políticas que contribuyeron más plenamente a esta experiencia fueron tres: el Partido Social Demócrata, el Partido Democrático Alemán (resabio del antiguo Partido Progresista) y el Partido del Centro, que, luego de conformar la Asamblea Constituyente que dio vida a la república alemana, poco después de la firma de los acuerdos de Versalles, conformaron la denominada “coalición gobernante de Weimar”.

El régimen estaba compuesto por un presidente, electo por sufragio popular indirecto por siete años y con derecho a reelección, con amplias atribuciones militares y diplomáticas. También se le otorgaron amplios poderes para sancionar decretos de emergencia, a fin de preservar a la república de las amenazas provenientes tanto desde la derecha como desde la izquierda.

El Presidente nombraba a un Canciller, que debía obtener la aprobación de la cámara baja del Parlamento (Reichstag), elegida por sufragio universal, mediante un sistema de representación proporcional. Los delegados nombrados por los estados federales o länders componían la cámara alta (Reichstag).

La constitución tenía características modernas en innovadoras, al establecer herramientas para la participación popular y el referéndum, que permitían que el electorado introdujese, a través de la petición, sus propias iniciativas de ley en el Reichstag y forzarle a discutir la propuesta. Aún si la iniciativa era rechazada, un referéndum nacional podía permitir al electorado aprobar una ley sin el consentimiento del Reichstag, lo cual exigía que el gobierno debía seguir atentamente los deseos y expectativas de los votantes.

La Constitución de Weimar fue promulgada el 11 de agosto de 1919, poniendo así oficialmente fin al período de gobierno provisional iniciado en noviembre de 1918 con la proclamación de la República. Al mes siguiente el gobierno consideró que la situación en Berlín era segura y retornó a la capital, aunque, temeroso de arriesgar su poder en elecciones nacionales para Presidente o para un Reichstag que viniese a reemplazar a la Asamblea Constituyente, esta última prolongó el mandato presidencial de Ebert por tres años, y sólo se realizaron elecciones para el Reichstag en junio de 1920.

La República de Weimar debió afrontar graves problemas que le enajenaron rápidamente su relativo consenso inicial. Los partidos políticos, incluidos los de la propia coalición-, boicotearon el funcionamiento del régimen, impulsando programas poco realistas o intentando concentrar porciones de poder excesivas. Sin embargo, el mayor obstáculo a resolver fue la impugnación de su legitimidad desde la extrema izquierda y la extrema derecha.

Desde la izquierda, los comunistas la consideraba un instrumento de las clases acomodadas para prevenir la revolución. La extrema derecha alemana, en tanto, públicamente se oponía a la democracia parlamentaria y proponía a cambio un régimen conservador autoritario. Este rechazo no tardó en traducirse en una aguda violencia política, caracterizada por la formación de fuerzas armadas paramilitares, que fueron cercenando las bases de sustentación de la novel república.

Del mismo modo en que tradicionalmente la izquierda había desplegado una intensa actividad política, a través de la multiplicación de comités y publicaciones, entre 1918 y 1933 la derecha demostró similar predisposición, incluyendo más de 550 clubes políticos y 530 revistas. Algunos duraban sólo algunas semanas o meses; otros, como La Obra o El Estandarte (la revista de los veteranos de guerra), alcanzaron un tiraje de 30 mil y 110 mil ejemplares respectivamente, a lo largo de todo el período de Weimar. Esto permitió definir una esfera pública de derecha, no demasiado extensa pero sí políticamente muy significativa, que ofició como incubadora política e ideológica de las tendencias autoritarias, ofreciendo a sus intelectuales respaldo financiero y ávidos lectores.

En marzo de 1920 una de las unidades de Freikorps bajo el mando del ex capitán de marina, Hermann Ehrhardt, consiguió tomar brevemente el control del gobierno de Berlín (Putsh de Kapp), en un intento de golpe de estado derechista que el ejército se negó a reprimir, adoptando una actitud muy diferente a la sostenida cuando los revoltosos provenían de la izquierda. Sólo una huelga general de trabajadores comunistas y socialistas que paralizó Berlín puso fin a la iniciativa. Un putsch similar tuvo éxito en Bavaria, proporcionando a futuro un refugio seguro para los grupos extremistas de derecha.

El respaldo tácito del establishment a la violencia de derecha, y la brutal represión de la izquierda fue una constante hasta el fin de la República de Weimar, cuyas autoridades civiles evidenciaban gran debilidad al momento de disciplinar el aparato coercitivo del estado. Hacia fines de 1922 ya se contabilizaban más de 400 asesinatos políticos, la mayoría de los cuales fueron atribuidos a la extrema derecha. Las víctimas incluyeron a prominentes políticos, como Matthias Erzberger (quien firmó el armisticio de 1918) y Walther Rathenau, antiguo ministro.

La dramática pérdida de consenso de la República ya fue evidente en las primeras elecciones para el nuevo Reichstag, efectuadas en junio de 1920. Allí la Coalición perdió la mayoría absoluta al obtener sólo el 43,4 por ciento de los votos, mientras la derecha en conjunto sumaba ya un 29 por ciento de los sufragios. Rápidamente las clases medias alemanas comenzaban a dar la espalda a la democracia y a la Constitución republicana.

A partir de entonces, la Coalición nunca conseguiría recuperar su caudal electoral, razón por la cual la República de Weimar experimentó una serie de gobiernos inestables se alternó en el poder durante los años ’20. Para 1930 ya había sido necesario formar más de una docena de gabinetes, y la acción política que devenía de esos cambios era laxa e inconexa. Para peor, a la violencia política se sumaba una grave situación económica que acechó a Alemania durante la mayor parte de la década, debilitando hasta niveles mínimos el consenso político de las autoridades.

El camino de acceso del nazismo al poder comenzaba a asfaltarse. (www.REALPOLITIK.com.ar) 


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Historia, República de Weimar

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