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19 de mayo de 2022 | Cultura

Directo al infinito

50 años sin Tanguito, el primer mito lumpen del rock argentino

A José Alberto Iglesias le bastaron 26 años para escribir su nombre en un movimiento que fundó sin saberlo, y acaso también sin quererlo. Murió de manera trágica el 19 de mayo de 1972 y sus únicos dos discos fueron editados recién después de su fallecimiento.

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por:
Juan Provéndola

Aunque vivió apenas un cuarto de siglo y su estrella se apagó cuando el rock argentino no era más que un experimento para unos pocos consumidores, Tanguito protagonizó no uno, sino dos hechos culturales de magnitudes estratosféricas: en 1967 dio el puntapié inicial (o, lo que es lo mismo decir, los primeros versos) de "La Balsa", canción que Los Gatos llevarían a un éxito comercial sin precedentes, mientras que en 1993 su vida y obra fueron ficcionalizadas de una manera exageradamente libre (y sin estricto rigor histórico) en "Tango feroz", una de las películas más taquilleras que jamás tuvo el cine criollo.

Como sea, José Alberto Iglesias nació el 16 de septiembre de 1945 en San Martín y murió hace exactamente medio siglo, el 19 de mayo de 1972, intentando regresar a su casa familiar del barrio Villa Martínez de Hoz de Caseros en una formación del ferrocarril San Martín que acabó con su vida a la altura de la estación Pacífico. Tan solo 26 años le bastaron para escribir su enseña en una historia que aún estaba en ascuas, y de la que el músico ni siquiera sospechaba. 

¿Qué es lo que sigue atrayendo de este muchacho que dejó poca música (encima grabada mayormente con baja calidad) y encima precipitó su final entre consumos problemáticos, encarcelamientos varios y malas compañías? El rock necesita sus mártires y Tanguito fue el primero de ellos, para colmo con el ensañamiento que sobre él perjuraron las fuerzas de seguridad en la penúltima dictadura argentina, la de 1966-1973, aquella de la Noche de los Bastones Largos y el Cordobazo, el peronismo proscrito y el "enemigo marxista" sobre el cual los militares proyectaron su aparato represivo, acaso un anticipo de la brutalidad con la que se sucedería la década del los 70's.

Quienes lo conocían, decían que Tanguito no era un tipo de un bagaje cultural profuso. No era lector, tampoco un melómano. Ni siquiera tenía una mirada política consustanciada con los grandes debates del momento, más allá de que varias de sus letras hablaran sobre guerras, soldados e incluso el racismo (tal como cantó en "Lo inhumano"), urgencias más bien propias del hemisferio donde provenían sus influencias musicales: el del norte.

Así y todo, dentro de sus claras limitaciones gozaba de un talento que quizás sus compañeros no tanto: una capacidad de improvisación poética que tal vez hoy lo ubicaría a la vanguardia de los géneros en boga para la cultura juvenil. Apenas acompañado por una base elemental en guitarra criolla, Tanguito se despachaba con letras cuyo descarne era subrayado aún más por su voz rasposa, al límite. Todos los intentos por "domesticarlo" musicalmente fueron en vano, motivo por el cual sos únicos discos de larga duración (ambos publicados luego de su muerte) solo lo muestran acompañado no más que por su viola. 

La historia cuenta que cuando aún era conocido simplemente como José, el pibe criado en el oeste del conurbano bonaerense inició su carrera musical como cantante de Los Dukes, un grupo que tocaba en bailes, festivales y carnavales, y que incluso llegó a grabar dos simples, uno de ellos con una creación de Iglesias: "Mi Pancha". 

La aparición de una generación de pibes fanáticos del rock inglés y la propuesta del manager Horacio Martínez para iniciarlo como solista hicieron que quien ya se hacía llamar Ramsés VII abandonara aquel grupo para comenzar un periplo propio, aunque sinuoso. 

En 1967 ocurre una historia por todos conocida: aquellas primeras líneas de una canción que luego Litto Nebbia completaría y con Los Gatos grabaría como "La balsa". Fue la primera y única vez que Tanguito vio un dinero importante por su obra en una escalada trepidante que lo llevaría por más sombras que luces. El éxito fue fugaz y la muerte le llegaría apenas cinco años más tarde.

Durante esa medida década, Ramsés VII (también se hacía llamar DonovanSusano Valdéz o Drago, exhibiendo en esa multiplicidad de denominaciones quizás una búsqueda de identidad que nunca pudo consolidar) vivió como si hubiese llegado a los 40 o 50. El éxito de "La balsa" lo hizo acreedor de varias invitaciones televisivas, situaciones que en ese momento significaba todo un espaldarazo para un músico novato. En 1968 graba un simple con la orquesta de Horacio Malvicino, pero los arreglos no le gustan. Un año después le ofrecen registras otra cosa y con otros músicos (en ese caso, los mismos del grupo Manal), pero no asiste a las primeras jornadas y termina resolviendo todo de una sola toma, en un modo muy precario y sin más que su voz, su guitarra y Javier Martínez del otro lado de la pecera intentando conducirlo. De allí salió lo que se conoció como "Tango", su primer LP. 

Para ese entonces ya era costumbre caer detenido en comisarías varias y entrar en esa ascendente voraz que inició con marihuana o alguna pastilla, pero finalmente derivó en anfetaminas e inyectables hasta dejarlo irreconocible. Eran otras épocas, otros peligros y otros prejuicios. Nadie hablaba de "consumo responsable" o "reducción de daños": se trataba de un terreno desconocido en el que algunos caían sin salida. Tanguito fue uno de ellos, el primero en Argentina y, para variar, en una dictadura que lo criminalizó hasta el extremo de experimentar con él técnicas que la misma psiquiatría luego desechó por peligrosas: electroshock o choques insulínicos. 

Su vida fue, como dice la frase, "de la gloria a Devoto". Literal: apenas tres años después del éxito de "La balsa", Tanguito fue destinado al penal porteño, más específicamente a un pabellón dedicado a adictos, antesala de su tramo final en distintas unidades del instituto psiquiátrico José Borda. Ya nada había quedado de aquel cantautor entreverado en la primera gran generación del rock argentino, compinche de MorisPipo Lernoud y Luis Alberto Spinetta (quien grabó "Amor de primavera" con Invisible). Solo algunas canciones (que alcanzaron incluso para "Yo soy Ramsés", un segundo disco posmortem publicado recién en 2009) y el primer gran mito del rock argentino. (www.REALPOLITIK.com.ar)


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