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21 de mayo de 2022 | Literatura

Ficciones verdaderas

El hombre que intentó matar a Hitler

Durante la primera decena del siglo XIII, el caballero y poeta alemán Wolfram von Eschenbach -en unas de las celdas del castillo de Wartburg, y en las proximidades de una ventana abierta a una pared rocosa de más de cuatrocientos metros de profundidad-, escribiría el poema épico destinado a perpetuarlo en la memoria de los hombres: “Pársifal”.

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por:
Juan Basterra

Eschenbach, que además de caballero era trovador, comprendía muy bien que solamente un destino sobrehumano dejaría constancia de su perecedera permanencia en la existencia y dedicó diez años de su vida a la redacción del poema. Cuando lo hubo terminado, dijo a uno de sus hijos: “Estas palabras dejarán prueba del linaje de los Eschenbach en el mundo. Protégelas”. Cinco años después de aquel mandato moriría rodeado por su familia durante una apacible tarde  de octubre.

La historia de Pársifal es la historia de un caballero con el más sagrado de los ministerios: encontrar y merecer el “Santo Grial” o “Santo Gradal”, el cáliz en el que José de Arimatea recogiera la sangre fluyente del costado izquierdo de Cristo y custodiado por un grupo de caballeros en un templo situado en las profundidades de un bosque umbrío llamado Montsalvat.

Pársifal, “el más bello y justo de los hombres”, es el símbolo perfecto del pecado y la redención humana: de niño ha dado muerte a un pájaro; de joven ha matado a un cisne  que muere en sus manos y al caballero Ither de Gahaviez. El resto de  su vida  es un extenso camino que lo redime de estos crímenes. El hallazgo del cáliz, sobre el que sobrevuela una paloma blanca y que otorga a quien verdaderamente lo merezca, el justo espíritu y la justa prudencia, constituye el cénit de su vida.

Siete siglos después de que Eschenbach escribiera su “Pársifal”, el conde Claus Justinian Schenk von Stauffenberg, coronel del ejército alemán, encarnaría en grado heroico las enseñanzas del caballero medieval. Nacido en Jettingen, Baviera, de rostro perfecto, y educado en la  adoración de la más pura poesía germana y la rígida aceptación de las enseñanzas de Jesucristo, comprendió, como casi ningún hombre de su medio y de su época, que todo hombre lleva en sí el mandato de una misión y la obligación de darle término. A mediados del año 1943 vislumbró cual era la suya: eliminar la existencia de Adolf Hitler, en quien Stauffenberg veía la encarnación del mal y el desarrollo supremo de la crueldad humana.

Planeó la “Operación Valquiria” y el fallido atentado del 20 de julio de 1944. La explosión de la bomba de retardo activada por Stauffenberg provocó la muerte de algunos de los oficiales reunidos con el “führer” en la “Guarida del Lobo” -a pocos kilómetros del poblado de Rastenburg- y heridas en el brazo y  el rostro de Hitler. Muchos de los complotados fueron ahorcados con cuerdas de acero para prolongar el sufrimiento. Stauffenberg fue fusilado en Berlín el 21 de julio. Sus últimas palabras fueron: “Larga vida a la sagrada Alemania”.

El cáliz que muchos siglos antes había llegado al poder del caballero Pársifal, había encontrado, entonces, sus manos definitivas. (www.REALPOLITIK.com.ar)


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