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26 de mayo de 2022 | Nacionales

Fuego amigo

¿Se puede sin Cristina?

Cristina y Alberto juegan su guerra particular. Del lado de la ex presidenta, su estrategia actual apunta a realizar un control de daños, presentando a su sector como opositor de una política económica cuya responsabilidad absoluta pretende adjudicarle al presidente.

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Claro está, sin retirarse del gobierno, ya que pretende mantener todos los cargos y cajas (un 74 por ciento de las que están en manos del gobierno nacional), siempre y cuando no impliquen la posibilidad de una asociación con Alberto Fernández.

Ante el diagnóstico de un fracaso absoluto de esta gestión, Cristina Kirchner decidió la renuncia de Roberto Feletti, para distanciarse de los pésimos resultados de una “guerra contra la inflación que nunca comenzó”. Ahora el problema que más preocupa a los argentinos quedará exclusivamente en manos del presidente y de su ministro de Economía, Martín Guzmán, con el cristinismo bien lejos.

Del lado del presidente la estrategia es mucho más inconsistente, tal cual es su estilo. Sabe que es el momento en que no le queda más remedio que tratar de demostrar que el gobierno le responde a él personalmente, aunque los resultados de la gestión amenazan con convertirlo en la cara visible del fracaso.

Sin embargo, no está solo, ya que varios gobernadores, sindicalistas y movimientos sociales lo respaldan. No por convicción ni por reconocimiento de su liderazgo, sino para tratar de poner fin a la larga hegemonía k sobre el peronismo.

Alberto Fernández y sus ocasionales compañeros de ruta tienen un año, hasta la confección de las listas electorales del año próximo, para crear las condiciones que permitan esperanzarse en que es posible imaginar un peronismo renovado sin Cristina, o al menos sin su hegemonía.

El presidente ya dio un paso para tratar de demostrar que es él quien toma las decisiones, y que su Gabinete le obedece. Pese a que Alberto Fernández afirmó reiteradamente que no cree en los superministerios, cada vez más el empoderamiento de Guzmán lo va convirtiendo en superministro.

En este punto, los destinos del presidente y de su ministro estrella están unidos. Pero para tener alguna chance de éxito, deberá arriesgar y tomar decisiones que permitan encender, aunque sea una pequeña llama de esperanza sobre las elecciones del año próximo.

Caso contrario, quienes lo respaldan deberán agachar la cabeza y someterse, una vez más, al liderazgo de Cristina Kirchner.

Aunque esto signifique generar un escenario de “veinte años de Juntos por el Cambio”, como afirma en off alguien muy cercano al presidente, decepcionado de su actitud de postergar indefinidamente las decisiones y someterse a las relaciones de fuerza, que siempre le juegan en contra. (www.REALPOLITIK.com.ar)


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