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27 de mayo de 2022 | Pastillas de Colores

Un viaje en el tiempo

Epecuén, entre las ruinas y el olor a sal

La historia de la vieja villa termal a la que una catástrofe terminó convirtiéndola en una suerte de museo a cielo abierto.

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por:
Juan Provéndola

Al oeste de la provincia de Buenos Aires, la villa termal de Epecuén quedó reducida a ruinas tras la furibunda inundación provocada en noviembre de 1985 por el desborde de la laguna que le da nombre al pueblo.

Como en una película de ciencia ficción, Epecuén pasó en pocos meses de ser una pujante localidad turística a un poblado fantasma sepultado bajo metros y metros de agua. Aunque, a diferencia de la magia del cine, esta vez los motivos fueron bien reales: la interrupción de la construcción del canal Ameghino ordenada en 1976 por el gobernador de facto Ibérico Saint-Jean más la inacción posterior del mandatario radical Alejandro Armendáriz propiciaron la catástrofe. 

Si el primer tramo de la gestión alfonsinista fue valorado con un término propio de la naturaleza (la "primavera"), fue esa misma naturaleza la que en 1985 anticipó el fin de ese ciclo floreciente con fuertes lluvias que perjudicaron especialmente a varias zonas de la provincia de Buenos Aires. Y a la de Epecuén como a ninguna otra: los mil quinentos habitantes salvaron sus vidas evacuándose en la vecina Carhué, aunque perdieron todo lo demás.

Recién luego del 2000 el agua fue cediendo con pausas, dejando al descubierto los estragos cometidos. Empujado por la curiosidad de esta historia surrealista, el turismo volvió a procesar hacia Epecuén, pero ya no para gozar de las bondades del agua termal, sino para verificar el desastre generado por el desborde y la inundación.

En ese nuevo raid, uno de los visitantes más ilustres resultó ser el Indio Solari, quien viajó en 2010 acompañado de Andrés Kevorkián, su fotógrafo. KVK (tal como se autodenomina el artista visual) recuerda de ese viaje dos curiosidades. Por un lado, la anomalía de ver a Solari desplazarse por un lugar público sin el asedio de la gente, dado que tanto Epecuén como Carhué no suelen estar abarrotados. Y, por el otro, el aroma que flotaba en el aire. "Epecuén tenía un olor particular, quizás por el salitre que dejó el agua, o bien por el cemento en ruinas, pero que de todos modos no era común a nuestro olfato cotidiano. Eso nos llevó a hacer varias preguntas, aunque sin encontrar respuestas".   

De aquella visita sobreviven varias imágenes que luego fueron utilizadas para promocionar el streaming que Los Fundamentalistas del Aire Acondicionado (la banda del Indio) realizó en la localidad en abril de 2021. Especialmente una en la que Solari se ubicó adelante de uno de los símbolos más grandes de Epecuén, que a su vez sintetizan otro de los fetiches turísticos de la provincia de Buenos Aires: el matadero de Francisco Salamone

En apenas cuatro años de la Década Infame de 1930, el arquitecto italiano dirigió setenta monumentales construcciones en las profundidades del suelo bonaerense, especialmente cementerios, edificios municipales y mataderos, todos ellos por encargo de la administración estatal. Varios de ellos aún siguen en funcionamiento (sobre todo los dos primeros) pero fue en el último donde Solari encontró su Salamone a mano: el matadero a mitad de camino entre Epecuén y Carhué que -pese a la inundación y aunque con algunos magullones- aún sobrevive tras resistir el avance furioso y corrosivo del agua salada de la laguna. (www.REALPOLITIK.com.ar)


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Indio Solari, Epecuén

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