Nacionales
Siglo XVIII
Los fisiócratas, la riqueza y el rol del estado
En el transcurso de los siglos XVII y XVIII se fue conformando un imaginario colectivo según el cual la riqueza era el producto natural del comercio entre las naciones.
Bajo esta concepción surgió la economía política, entendida como una ciencia social cuyo objetivo era el análisis de leyes inmutables de carácter universal que describieran las formas de circulación de la riqueza. Su antecedente inmediato se conoce como la escuela fisiócrata puesto que describía la armonía de intereses económicos como un orden natural. El mayor exponente de este pensamiento fue François Quesnay, quien estudió cómo se distribuía la riqueza total de una nación.
Su análisis determinó que cada país poseía tres clases o grupos sociales: el productivo, el propietario y el sector estéril; la clase productiva era la encargada de desarrollar mediante las actividades de cultivo las riquezas anuales de una nación. Se incluían en dicha esfera todas las labores y todos los gastos que se efectuaban hasta la venta de los productos; el comercio ocupaba el rol de redistribución de ingresos al conjunto de la población.
En segundo lugar, se podía ubicar a la clase propietaria, la cual estaba comprendida por los poseedores de la tierra, pero también se extendía al sector político. Por último, la clase estéril, constituida por todos los habitantes que se ocupaban de otros servicios y otras labores, distintos de la agricultura y cuyos gastos eran pagados por las otras dos clases.
Bajo este modelo estamental, Quesnay consideraba que la prosperidad de una nación se alcanzaba mediante la ampliación de las áreas cultivables y el más alto grado de libertad de comercio. En el proceso de circulación de este economista se daba por supuesta la equivalencia real que se establecía en el mercado al intercambiar mercancías. Sin embargo, dicha concepción colisionaba con los límites de la expansión agrícola.
El constante declive de los precios agrícolas en el siglo que transcurre entre 1650 y 1750 sería para algunos historiadores uno de los factores que impulsarán la revolución tecnológica industrial. El otro elemento que estuvo ausente del análisis fisiocrático es el valor agregado del trabajo humano. Había una correlación directa entre el sistema de estructura territorial de la sociedad feudal respecto del mundo de las ideas económicas y lo que éstas consideraban la genuina riqueza nacional.
Bajo una sociedad estamental y jerárquica, es lógico que no se tomara en cuenta la capacidad de los hombres para producir ya que la forma de producción se asentaba en la servidumbre, no existiendo un mercado de trabajo libre. La liberación de los siervos y la eliminación de las regulaciones en las actividades productivas irían conformando una sociedad civil autónoma donde los individuos se presentarían como fuerza de trabajo libre para ser contratada.
La libertad y la igualdad burguesa no promovían la emancipación del individuo, sino más bien un atributo necesario para el desarrollo de las relaciones capitalistas. Para cuando el mundo estuviera preparado para el tránsito a una sociedad industrial, la autonomía del individuo sería la columna vertebral de las corrientes económicas liberales.
Con la obra de Adam Smith comienza un nuevo ciclo del pensamiento de la humanidad. Hasta ese momento –desde Maquiavelo hasta los fisiócratas– la sociedad era vista como una entidad creada y regulada de acuerdo con las leyes del estado, pautando una preeminencia de lo político respecto de las dimensiones económica y social. Esta concepción comenzaría a invertirse a partir de este momento, dejando paso a nuevas interpretaciones que afirmaron que era el orden económico la estructura condicionante de las demás esferas de la vida social. (www.REALPOLITIK.com.ar)
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