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2 de julio de 2022 | Nacionales

En caída

Alberto Fernández y el síndrome del pato rengo

La teoría política contemporánea define como “pato rengo” a un presidente sin posibilidad de reelección, que transita su último tramo de mandato. Acotado su poder, sólo puede aspirar a concluir su período presidencial, haciendo concesiones permanentes.

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Alberto Fernández no ignora esta tesis y por eso se aferra a una eventual reelección para generar la ficción de que no está concluyendo su etapa presidencial, sino apenas promediando la primera mitad de un mandato de ocho años.

Por supuesto, nadie le cree. La realidad lo desmiente a cada paso. No llenó las heladeras, no encargó la auditoría para definir las responsabilidades del monstruoso endeudamiento de la gestión de Mauricio Macri. Y su última afirmación de que la economía está al borde del colapso porque estamos en un proceso de crecimiento sólo alimentó las memes en las redes sociales y las dudas sobre su equilibrio mental.

Tanto Cristina Fernández de Kirchner como el peronismo plantean una tesis inversa a la que sostienen las bibliotecas de la política. Afirman que si anuncia su abandono de su ambición reelectoral "dejará de ser un pato rengo para transformarse en un presidente de transición que podría terminar con cierta dignidad su mandato con la ayuda de las fuerzas que componen el Frente de Todo”. Esta vez, el poder económico más concentrado coincide con este planteo.

En el entorno de Cristina saben que la vicepresidenta no abandonará esta vez su ofensiva para sacarlo de quicio: “Alberto Fernández tiene que entender de una vez que debe anunciar públicamente que se baja de la reelección o cada vez va a ser peor”.

Pero desde el entorno presidencial resisten, sosteniendo que “si hace ese gesto automáticamente se transforma en un pato rengo y ni siquiera los mozos le van a servir café”. Son los únicos que piensan así:  tanto Cristina como Sergio Massa, los barones del GBA y la mayoría de los gobernadores del PJ opinan lo contrario y que, además, más temprano que tarde, Martín Guzmán debería ser eyectado de su cartera.

Un vocero de uno de los gobernadores del NEA que aspira a ser opción de recambio presidencial en 2023, afirma que: “Se tiene que dar cuenta que para su gobernabilidad tiene que declinar a sus aspiraciones presidenciales, es al revés, si lo hace mejoraría su situación y no sería el pato rengo solitario que es ahora. Se transformaría en un presidente de transición protegido por el peronismo”.

Lo poco que le queda a Alberto Fernández para sostenerse es el Movimiento Evita, unos pocos sindicalistas, algún que otro gobernador y un puñado de ministros propios. Con su última jugada, Cristina obligó al Evita a pasar a la defensiva para no perder los recursos que embolsa por ayuda social.

Pero Alberto insistió en defender la parada y este viernes pronunció un agresivo discurso en el homenaje a la muerte de Perón en la CGT, dirigido directamente a la vicepresidenta:  “El poder no pasa por ver quién tiene la lapicera, sino quién tiene la posibilidad de convencer al otro de llevar a cabo una tarea. Perón nunca necesitó una lapicera”.

Y fue aún más allá, comparándose directamente con Perón: “Tenemos que recordar esas enseñanzas, porque los valores de los que nos hablaba Perón son los que tenemos nosotros, más allá de las diferencias coyunturales. Lo mismo que dije el 10 de diciembre de 2019, primero los últimos, primero la gente, lo podría haber dicho Perón”, aseguró quien siempre se reconoció como más próximo a Bob Dylan que a las veinte verdades.

Por si fuera poco, volvió a lanzarle otra bomba incendiaria a la vicepresidenta: “No doy grandes actos, ni grandes discursos”. Y allí refirió tácitamente a las duras declaraciones de Emilio Pérsico sobre los limitados logros del gobierno de Cristina. “Pero la Argentina creció más del 10 por ciento; generamos más de 1.200.000 empleos formales”, y continuó con una detallada lista de lo que considera como sus éxitos, en especial económicos.

Nadie espera que, actuando de este modo, se apacigüe la interna del oficialismo. Si bien tuvo más asistencia que en actos anteriores, lo que le acompañó no le alcanza para asegurar llegar a buen puerto con su gobierno ni, mucho menos, para aspirar a la reelección.

Por más que hoy lo apoye, la diferencia entre Alberto y el Evita radica en que mientras esta organización seguirá negociando con el gobierno de turno, más allá de su signo, a Alberto sólo le queda transitar un horizonte de penurias hasta el 10 de diciembre de 2023. (www.REALPOLITIK.com.ar)


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