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19 de julio de 2022 | Nacionales

Análisis

El temor a un estallido

Pese a que la dirigencia política insista en que no están dadas las condiciones para un estallido social, con la violencia generalizada y los saqueos y desmanes ocupando las calles la inquietud existe y cada vez se vuelve más preocupante.

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No fue casualidad que la conducción de la Policía bonaerense decidiera suspender las licencias de su personal en La Matanza oeste. Más allá de que algunos lo adjudicaron a una maniobra de Sergio Berni para posicionarse en la interna del Gran Buenos Aires, la realidad es que la iglesia y los barones del conurbano miran la cuestión con muchísimo cuidado. Por no hablar de la dirigencia de los movimientos sociales, que temen ser desbordadas ante la falta de acciones concretas para acceder por la fuerza a los alimentos.

En el gobierno se contentan con la verdad revelada de que las gestiones peronistas no son víctimas de estallidos sociales, pero el problema es que, salvo la oposición, nadie cree ya que este gobierno sea peronista. “A nadie le conviene una explosión en las barriadas del GBA, esto no es el 2001”, afirman en la gobernación y los municipios más poblados. Tienen razón: las variables económicas y financieras son mucho peores que las de 2001.

Las amenazantes declaraciones de Juan Grabois dándole plazo al presidente Alberto Fernández hasta el miércoles para firmar el decreto de implementación del Salario Básico Universal (SBU) incentivaron la preocupación y la incertidumbre. Caso contrario, las organizaciones sociales van a salir a las calles a movilizarse y a desafiar al máximo mandatario. 

Este sábado, un radiograma policial alertó sobre operaciones en curso para generar un clima de estallido y saqueos. Esa fue la razón argumentada por el comisario Juan Manuel Quiñones, jefe de la subestación de La Matanza oeste, para suspender las licencias de oficiales y agentes. La decisión cayó muy mal entre los uniformados, y se especula sobre posibles reacciones. Ninguna de ellas invita al optimismo.

Obviamente este extraño radiograma no solo deja en evidencia el grado de irresponsabilidad de los principales protagonistas, que en vez de contener a los que son más vulnerables en el GBA, se ponen como pirómanos como si una crisis puntual en La Matanza no se llevara puesto a todo el conurbano y especialmente a quienes tienen responsabilidad de gobierno.

La pelea es entre el jefe, el "Fino" Daniel García, y el número dos de la fuerza, Jorge Figini, apodado "Manotas" y quien representa los intereses de la poderosa banda de comisarios en actividad que lidera el comisario retirado Hugo Matzkin, un caudillo policial más parecido a Tony Soprano que a Elliot Ness. Cuidaba la licitación pero apuraba a tener más influencia en decisiones como el nuevo frente donde aparece Mario Montoto y sus compromisos con el gobierno de Israel por la compra de armamentos. El padre biológico de la titular de ANSES, Fernanda Raverta, pudo romper las trabas que le ponía el kirchnerismo para hacer negocios con ellos.

De acuerdo a la descripción del colega Sebastián Dumont, los barones del GBA están preocupados. “En los barrios del conurbano, en pleno invierno, hay familias que apagan las estufas porque no saben si tendrán dinero para reponerlas. Y así se podrían multiplicar las anécdotas de una realidad decadente que requiere de una pronta reversión. La política tiene la máxima responsabilidad”, explica el colega en su última nota.

La cuestión más inquietante es la desesperación que mostró la semana el ministro de Desarrollo de la Comunidad de la provincia de Buenos Aires, Andrés “El Cuervo” Larroque, para bajar los decibles de sus declaraciones pronosticando un estallido en el GBA.

Mientras tanto, los llamados de atención surgen ahora de los obispos con mayor inserción territorial. Lo sabe Juan Zabaleta, interlocutor de los hombres fuertes del episcopado. No van a decir públicamente que ellos y el Papa Francisco reclaman el cese de hostilidades entre Alberto Fernández y Cristina Kirchner. También los mensajes del Vaticano apuntan contra el gobierno y reivindican la implementación del Salario Básico Universal, coincidiendo con el reclamo de los prelados.

Están en contacto con los poderosos jefes de las organizaciones que han adquirido un enorme protagonismo en las últimas semanas. No comparten sus metodologías y mucho menos el estilo. Sus habituales interlocutores no terminan de comprender que buscan con su ofensiva en la calle contra la Casa Rosada.

¿Se animará Grabois el miércoles a poner una pueblada en la calle si no le cumplen con el SBU? Se pone tan cerca de los grupos de izquierda más radicalizados que corre el riesgo de radicalizarse y quedar como parte de una ONG que tira piedras. “No es funcionario y tiene la intención de armar un plan B electoral si la situación se desmadra", aseguran.

Lo que más preocupa es que últimamente se muestra mejor con la dirigencia de grupos duros de izquierda. La gran duda que circula es que decidió criticar al oficialismo sin romper su inserción en el Frente de Todos. No se sabe si tiene el aval de Cristina o del Papa Francisco.

Sueña con transformarse en el Gabriel Boric argentino. Joven irreverente que llegó al Palacio de la Moneda. De este modo, el agitador Grabois puede ser el garante de la pacificación en la peligrosa escalada de las organizaciones sociales con esta administración y la anterior. La sola idea habla por sí sola. (www.REALPOLITIK.com.ar)


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