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18 de agosto de 2022 | Opinión

Sergio Massa

Un apellido que preocupa a ciertos sectores ligados a la oligarquía conservadora argentina

Tras los últimos cambios realizados en la estructura de gobierno, Sergio Tomás va por todo. No por nada en el gobierno cambiaron su sobrenombre: ya no es más el “superministro”, ahora lo apodan “la topadora”.

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por:
Alexis Di Capo

Sergio Massa se crió en una familia de clase media, en el partido de General San Martin. Estudió en la escuela secundaria de Curas Colegio Agustiniano, como uno más, pero tenía una particularidad que lo destacaba del resto: su pasión por la política y su meta o sueño de llegar a ser presidente de la Nación Argentina.

Recuerda “Nacho”, compañero de Sergio, que a mediados de los 90 recién habían salido al mercado los primeros teléfonos celulares pequeños modelo Starc Tac,  de la firma Motorola, y Massa se desvivía por tener uno de esos aparatos, a tal punto que uno de sus amigos le preguntó por qué era tan importante tener un teléfono móvil cuando prácticamente nadie lo tenía. Sergio contestó: “Mirá, ese aparatito es poder y conexiones, herramientas indispensables para las arenas políticas”. Al poco tiempo, Sergio consiguió obtenerlo.

Hay mucha información y anécdotas en torno a la vida de Sergio Massa, desde su vida íntima –con un casamiento cancelado inmediatamente después de conocer a Malena Galmarini- hasta su relación con Eduardo Duhalde, quien lo catapulta en el ANSES. Pero no hay mejor definición para describirlo que la mencionada por Horacio Verbitsky en un reportaje en donde le piden que defina a Sergio Massa: “Un chico muy rápido e inteligente”.

Son muchos los que lo acusan de “panqueque”, y puede ser: fueron muy abruptos sus cambios. Pero para los que entendemos de política en términos maquiavélicos, “la política y la moral van por caminos separados, la política solo persigue el poder”. Y al menos desde ese punto de vista, el accionar del tigrense está justificado.

Massa fue el responsable de la victoria del Pro en 2015. Fue el mismo Massa responsable de la derrota del Pro y la victoria del Frente de Todos en 2019. En ese marco, un importante dirigente kirchnerista, íntimo amigo del ex presidente Néstor Kirchner, me dijo entre copa y copa, después de varias botellas de Angélica Zapata Malbec: “Querido, sabíamos que Sergio era el enemigo, que nos había hecho perder en el 2015, pero también sabíamos que teníamos que unirnos a ese enemigo para ganar en el 2019, y sabíamos que Sergio no quería seguir apoyando al Pro porque le habían pagado muy mal”. Y con esto me remito a una frase extraída del film “El buen pastor”, con Robert de Niro como protagonista, que trataba de la formación en sus inicios de la Agencia de Inteligencia Americana (CIA): “En estos tintes, amigos pueden ser enemigos y enemigos pueden ser amigos”. Y de hecho, así sucede.

Me gusta deleitarme con la ignorancia de la gente y las palabrerías inventadas, muchas veces por personajes u operadores que conocen la verdad pero la disfrazan para desinformar. Aquí hay una  realidad oculta: Alberto Fernández era empleado de Sergio Massa, cumplía el rol de jefe de campaña, pero debido a su ineficiencia este lo termina desplazando. El que ofrece a Cristina Fernández de Kirchner el nombre de Alberto Fernández como posible postulante a presidente fue el mismo Sergio Massa y el principal argumento era la “maleabilidad” de Alberto, algo que no funcionó del todo. Alberto cumplió con parte de lo pactado en la composición de nombramientos en los diferentes puestos de poder repartidos entre el massismo y el riñón duro K, manejado por La Cámpora de Máximo Kirchner, pero con un grupo reducido de amigotes que lo arengaban quiso jugar al presidente independiente, olvidándose que sus votos no le pertenecían y ocupaba un sillón prestado. Su tozudez y soberbia lo llevaron a estrellar el barco.

Lo concreto es que en la oposición,  básicamente concentrada en el partido liderado por el ex presidente Mauricio Macri, que  veían el poder otra vez en sus manos, hoy reina la preocupación. Ya que saben que si Massa logra adrizar el barco, se vería muy fortalecido para las presidenciales del 2023, pudiendo llegar a ser por decantación el candidato natural del peronismo unido, incluyendo también al kirchnerismo, pero no esta vez como pilar fundamental, ya que esta vez la centralidad estaría en manos de los gobernadores peronistas e intendentes del conurbano que si bien no son detractores del kirchnerismo, no comulgan con algunos manejos de la señora Fernández de Kirchner.

Massa posee el apoyo ya mencionado del frente interno y además luz verde fronteras afuera, por parte de los Estados Unidos, una sustentabilidad incondicional de sectores tanto demócratas como, aunque en menor medida, republicanos del ala dura.

Fuentes de la inteligencia vernácula allegada a un reconocido ex director General de Operaciones, manifestó a este portal: “La preocupación del Pro es tal que se prevén varias operaciones en contra de Sergio Massa y su esposa, carpetazos vinculándolo a él y a sus más allegados colaboradores con causas relacionadas al narcotráfico y el lavado de dinero en el ámbito de Nordelta, todas cuestiones ya conocidas, en las que nunca se pudo probar vinculación”.

Una de las enemigas de Sergio Massa, que lo difamó mediáticamente a diestra y siniestra, es la dirigente Elisa Carrió. Fiel a su estilo de denunciadora compulsiva, la mayoría de las veces sus acusaciones caen por su propio peso, sin pruebas ni fundamentos. De hecho, en este caso, nunca pudo probar nada.

Un compañero de Carrió en Juntos, el armador de Patricia Bullrich, Gerardo Milman expresó hace horas: “Si no tiene pruebas y ha vociferado más de la cuenta, quizás algunos la convoquemos a la Justicia”. Y planteó: "La verdad es que, si ella tiene pruebas de la comisión de delitos, debe dirimirlo la Justicia. En caso contrario, debería ser ella quién concurra a dar explicaciones en calidad de acusada”.

El legislador fue uno de los cuestionados por Carrió por presuntos vínculos con el ministro de Economía de la Nación, Sergio Massa. “Lilita” había admitido que la jefa de Milman, quedaba fuera de sus acusaciones. “Cuando Patricia Bullrich dice que no tiene nada que ver, tiene razón, pero a ella le están armando (EmilioMonzó Milman; los dos estuvieron con Massa", sostuvo. 

Milman puntualizó que “cuando se hacen acusaciones de negocios espurios, de personas que son testaferros de otros, cuando va en ese orden, son delitos y lo que corresponde es encontrar la verdad en la Justicia”.

Finalmente, descalificó la pretensión de Carrió de ser considerada como la referente ética de Juntos por el Cambio. “No creo en la justicia divina en estos temas. Y (no creo) que alguien (que se siente) más autorizado a decir cosas de otros dirigentes tenga la potestad de decir cualquier cosa y pasar desapercibido. No creo en eso”.


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