Viernes 26.04.2024 | Whatsapp: (221) 5710138
10 de septiembre de 2022 | Pastillas de Colores

El momento de la llegada

Punta Tombo: La marcha del pingüino 

Más allá de Península Valdés, esta reserva sobre la costa de Chubut es el punto de peregrinación de millares de pingüinos de Magallanes, quienes comienzan a llegar a partir de septiembre en un espectáculo fascinante.

facebook sharing buttonCompartir
twitter sharing button Twittear
whatsapp sharing buttonCompartir
telegram sharing buttonCompartir
print sharing buttonImpresión
gmail sharing buttonCorreo electrónico

por:
Juan Provéndola

Unos 200 kilómetros al sur de Península Valdés y Puerto Madryn, y más allá del atractivo nuclear de las ballenas, la reserva de Punta Tombo se erige como el eje de otro impresionante espectáculo de la naturaleza en la costa patagónica: la llegada en masa de pingüinos de Magallanes para apostarse varios meses, reproducirse y volver a marcharse pasado el calor. 

Pocos momentos son tan importantes en toda la Patagonia como la llegada masiva de los pingüinos de Magallanes, que comienza a partir de septiembre. Por eso, desde hace un tiempo, la provincia de Chubut dispuso la transmisión en vivo y en directo de lo que se denomina la Vigilia de Pingüinos: este año, se registraron más de un millón de conexiones de todo el mundo en la página de Facebook y en la web creada para observar de manera remota este impresionante fenómeno que la naturaleza provoca y repite.

Punta Tombo está a 110 kilómetros de Rawson y Trelew, y a 170 de Puerto Madryn, las tres ciudades más cercanas, todas ellas al norte. Se accede por un camino en su mayoría asfaltado, aunque con un tramo final de ripio. El trayecto implica un descenso desde la meseta patagónica hacia la costa, observándose al paso todo tipo de animales autóctonos. Se trata de un Área Protegida donde se ubica la mayor concentración continental del mundo de pingüinos de Magallanes, así llamados en homenaje al primer navegante europeo que reconoció el lugar, allá por 1520.

Punta Tombo abarca 210 hectáreas cedidas en 1976 por su dueño original. Allí se emplazó originalmente una unidad de vigilancia pingüinera, a la que hace una década se le añadió un centro de interpretación. Desde este lugar parten los senderos de avistaje, creados para que los visitantes puedan observar a los pingüinos a escasos centímetros de su hábitat natural. Entre lomadas y sinuosidades se extiende una franja pedregosa de unos cuatro kilómetros de largo que se adentran en el Atlántico. En 2013, además, se agregaron nuevas pasarelas hacia las zonas del piletón y de las rocas coloradas, permitiendo alejarse de la zona de nidos y ver a los pingüinos llegando desde el mar.

Los suelos de roca cristalina de Punta Tombo toleraron desde la era prejurásica milenios de embates marinos, aunque finalmente sucumbieron ante la conquista de los pingüinos, quienes minan las superficies de canto rodado con las excavaciones necesarias para construir los nidos. Los atraen las playas amplias y de suave declive, características que estas aves aprovechan para acceder a suelo firme y construir sus refugios. 

Primero llegan los machos, que socavan la tierra costas adentro o bien rastrean el nido construido el año anterior, y luego se les suman las hembras. Allí comienzan los cortejos y también las disputas por el territorio y la procreación. Entre septiembre y enero se reúnen más de 250 mil parejas de pingüinos, quienes llegan pacientemente desde las costas del Brasil.

Los animales están acostumbrados a la presencia humana, aunque en el área protegida hay estrictas reglas de respeto al comportamiento de las aves. Las dos más importantes son la prioridad de paso hacia los pingüinos y la prohibición de tocarlos. Durante toda la temporada, desde la mañana hasta el atardecer, se ven cientos de ejemplares recorriendo grandes distancias con su cansino y atildado paso. Es el espectáculo principal de Punta Tombo. 

Cuando llega, la hembra coloca dos huevos y los cobija durante cuarenta días. En ese período, la pareja se turna: uno se queda custodiando el nido y el otro va al mar en busca de alimento.

Los pingüinos de Magallanes llegan a tener hasta 50 centímetros de altura. Su tradicional plumaje blanco y negro es "blindado" con una glándula ubicada en la base de la cola, desde donde extraen con el pico un aceite impermeabilizante que esparcen por todo el cuerpo. El sistema hormonal de estas aves es indispensable para su supervivencia, ya que no sólo les permite templarse ante las bajas temperaturas, sino también desalinizar el agua marina para poder beberla. 

La estancia de los magallánicos en Punta Tombo está comenzando en este momento: septiembre es el momento de llegada, y por ende el mes más visitado por el humano turista. Pasadas las visitas, las fotos y las selfies, los pingüinos perdurarán en esa costa pedregosa hasta abril, cuando las crías ya sabrán nadar y alimentarse por sí mismos. Y entonces la familia entera emprenderá el regreso hacia las aguas cálidas de Brasil, hasta la próxima primavera. (www.REALPOLITIK.com.ar)


ETIQUETAS DE ESTA NOTA

Juan Provéndola, Punta Tombo

¿Qué te parece esta nota?

COMENTÁ / VER COMENTARIOS

¡Escuchá Radio Realpolitik FM en vivo!