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Con Claudio O'Connor y el Tano Romano a la cabeza, el formato homenaje de Malón hizo escala en el Auditorio Oeste para repasar el legado de la histórica banda durante un show memorable.
Pocas bandas dialogaron tan espesamente con el tiempo histórico que le tocó vivir como Hermética durante la primera mitad de los '90, época en la que sacó apenas tres discos con canciones propias, pero eso le bastó para escribir una leyenda difícil de empardar.
En su tiempo y a su manera, la H rompió la polaridad Redondos-Soda Stereo como forma de explicar los hábitos y consumos de la cultura rock doméstica. Y lo hizo percudiendo desde abajo: nunca antes el rock se había sumergido tanto en el barro de las orillas, de las zonas postergadas. Lo que llegaba a la periferia eran canciones que narraban una realidad ajena a la que se palpaba cotidianamente. La aparición de Hermética introdujo una novedad: el desclasado ya no solo era un mero consumidor de discos, sino el sujeto social que protagonizaba esas obras y esos relatos.
Así, el rock en Argentina ensanchó y profundizó su base social. Y entonces pasó a ser (como siempre, como nunca), un hecho político. Canciones sobre el "Descubrimiento de América", la colimba, los medios de comunicación masivos, el sistema electoral, los fanatismos religiosos, el consumismo como aspiración de clase o la violencia institucional pasaban a estar en la garganta de la pardada.
Hermética lo hizo con una agresividad sonora que era sincera y, a la vez, conveniente: su estridencia le daba al mismo tiempo mayor profundidad conceptual a las canciones. Las volvía más descarnadas, en cierto punto sufridas, dignas de ser entonadas con el puño en alto. El estilo de la H era dramático, en todo sentido: desde la inspiración en un mundo desigual y desesperanzado hasta la puesta en escena de esas canciones.
Revisar la obra pasada es como mirarse en fotos viejas, pues supone siempre un ejercicio de reflexión. ¿Estamos preparados para ese inevitable juego de espejos y contrastes? Desde hace cinco años, Malón decidió revisitar Hermética. Lo que equivale a que decir que se revisita a mí mismo: Claudio O'Connor y el Tano Romano estuvieron también en aquel grupo, lo mismo que el Pato Strunz, ahora reemplazado por Javier Rubio.
Bajo el nombre de La H No Murió, este formato de Malón (completado por el histórico Karlos Cuadrado) viene recorriendo el país y el continente con notable éxito gracias a la combinación entre el repertorio de antaño y los avances tecnológicos que permiten un sonido impensado para aquella época, los 90s.
Con Ricardo Iorio en otro viaje ("en una"), La H No Murió es lo más cerca que podemos estar Hermética y no resulta para nada desdeñable. Si bien es indiscutible el valor simbólico de Iorio (no solo como autor de toda la poética del grupo, sino también como referente de la cultural heavy metal criolla), nada hubiese sido igual sin la voz entre temeraria y angustiante de O'Connor ni la dictilidad sin estridencias pero con identidad de Romano.
DESDE EL OESTE
La última escala de la trepidante gira de la H No Murió fue el sábado pasado en el Auditorio Oeste de Haedo, una de las salas de rock más importantes del conurbano bonaerense y, probablemente, la más fuerte de las actuales en toda esa zona del GBA tan fundamental para la banda (Iorio era de Caseros, a cuadras de la Gardel, y Romano de Villa Insuperable, La Matanza).
Acaso conmemorando el disco más emblemático de Hermética, La H No Murió se sostiene en "Ácido Argentino" y sus aguafuertes de agobiante actualidad: "Gil trabajador" ("donando mi sangre al antojo de un patrón... por un mísero sueldo"), "Evitando el ablande" (oda al concierto de metal como ritual de encuentro e identificación entre excluidos) y acaso el himno central del disco, "Memoria de siglos", ese que vomita frases con destino de bandera como "todos barremos con saña a los ídolos caídos", "aunque la verdad escalde sobran cadenas y esclavos", "la culpa ajena es barata, regalarla no nos cuesta" y la insuperable "al asesinato en masa... los hombres lo llaman guerra".
También, claro, hay escalas en el disco debut y en "Víctimas del vaciamiento". De este último surgió lo que supuso una novedad para muchos, menos para los propios músicos: la apoteósica versión de "Olvídalo y volverá por más" a cargo de Claudio O'Connor, quien pone en juego sus dos colores de voz para ocupar el lugar de Ricardo Iorio, cantante original de esa canción. La performance casi épica de O'Connor ("la muerte es ocultar la verdad, el vacío es dejarse mentir") entrega uno de los momentos supremos de la noche, animándose a una canción que estilaba cantar en los viejos ensayos de aquella época, la del tercer y último disco de estudio de Hermética. Otro momento intenso fue con "Vientos de poder", una de las demostraciones más altas de la eficacia del Tano Romano en la construcción de esos riffs tan difíciles y, a la vez, tan auténticamente identificables con él.
Con una sensibilidad enorme para detectar, analizar y vislumbrar una época compleja, todo el repertorio de la H vuelve desde las oscuridades del pasado para traernos a cuento cuestiones que son importante tener presentes. Y que siempre convienen nunca olvidar, más aún con estas canciones invencibles que se tallaron para siempre en la memoria emotiva de generaciones que se renuevan en un idéntico ejercicio de reflexión y resistencia. (www.REALPOLITIK.com.ar)
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