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26 de septiembre de 2022 | Opinión

Argentina

¿Realmente está todo perdido?

No hablaré de lo obvio en este texto de opinión, porque si analizamos lo obvio tenderemos a creer que todo está perdido. Pero... ¿realmente esto es así? ¿La ciudadanía dejó de pelear?

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por:
Franco Nicolás Urioste Saguir

Una forma de buscar al culpable, al famoso culpable de la crisis de este joven y hermoso país, es mirarnos en el espejo. Todos somos culpables de la decadencia. Desarrollaré puntos del por qué, ya que tanto por acción como por omisión también complicamos el progreso y ayudamos en atascar el tractor en el barro.

En primer lugar, creer que el culpable de la pobreza es un empresario o un político no es estar acertado, sino todo lo contrario: estaremos siendo serviles a la pobreza. En el momento en que le damos una moneda a un pobre lo menospreciamos como persona. Todos tenemos derecho a trabajar. ¿Pero acaso creen que eso lo ayuda? Muy por el contrario, debido a que lo limitamos a recibir nuestros billetes para que él lo tome como algo aceptable, volviéndose casi un perro al cual le damos de comer.

Pero esto no lo hacemos ni siquiera por el pobre. Damos limosna para poder descansar tranquilos, lo cual denota una faceta egoísta, porque negamos la naturaleza humana de quien recibe y nos creemos mejores personas al dar unas migajas.

Citando a Domingo Faustino Sarmiento, hay que educar, educar y educar, y hacer de la patria una gran escuela. Para acabar este punto, debemos también ayudar a la gente en la búsqueda de un trabajo, ya que esto ayuda a la persona a ser algo en la vida evitando que se convierta en un esclavo del populismo decadente que tenemos desde 1916.

El segundo punto es creer en un mesías, o que un político puede serlo. Esto es erróneo. Al político para lo único que le sirve el ciudadano es para seguir ocupando puestos, tener capital y votos. De ahí en mas no son nada. El político te quita la calidad de ser humano para convertirte en un papel roñoso que cada cuatro años lo ayuda a perpetuarse en el poder.

Para que un país funcione bien se necesita que el ciudadano controle al político en sus acciones. No son seres perfectos. Es más, mientras más arriba de la pirámide se encuentre, más tiende a ser corrupto. Observando las diversas elecciones y hechos de la historia argentina, se nota que este problema viene de hace mucho tiempo, aunque estalló recientemente.

El problema radica en que vemos a los políticos como si fueran seres divinos, deshumanizándolos en el proceso, a los cuales rendimos culto al agradecerles por hacer algo que debiera ser su trabajo. Ya nadie presta atención a la coherencia o ética de sus discursos, directamente por ser A está bien y por ser B mal. Dejamos de lado la moral y ética por una cara. Hoy la política argenta está llena de corrupción y cuando esto salpica al oficialismo o a la oposición hay gente que los justifica, como muchos justificaron que estos políticos hagan fiestas mientras la ciudadanía estaba encerrada. Esto se soluciona siguiendo ideales propios, no ajenos.

Pero retomando la pregunta inicial, no todo está perdido. Muchos se niegan a que el país caiga, pero nadie quiere entrar a cambiarlo. ¿Cómo? Involucrándose en política y dejando de ser un simple burócrata. Es hora de educar al soberano y no solo darle monedas o migajas. Dejar de pensar en que otro debe ser quien cambie el país o esperar al “hombre gris”, y empezar a involucrarse uno mismo.

La política argentina no cambia no porque no puede, sino porque nos gobiernan los mismos desde 1983. Por mi parte llamo a la reflexión, porque en 2020 empecé a interiorizarme y ahora estoy convencido que esto se puede cambiar. Agradezco al colegio donde me eduqué, a mis compañeros que no me dejaron solo y a los profesores que tuve para enderezarme.

Con acciones, por más que sean simples, se puede cambiar el rumbo del país, educando al soberano y dejando de ver al político como un semidiós. No importa si se llama Del Caño, Macri, Kichner o Milei. Si son corruptos deben ser condenados.

¿Vos, creés que todo está perdido?


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