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Primero fue Gómez Alcorta por el tratamiento de la cuestión mapuche en el sur. Dos días después, este fin de semana, acaban de renunciarle Moroni y Zabaleta. A excepción de Cafiero y Katopodis, ya casi no le quedan ministros propios en en un gabinete que resulta cada vez más testimonial, si exceptuamos a la cartera de Economía.
Luego de una gestión que dejó mucho que desear, Elizabeth Gómez Alcorta plantó bandera y se bajó. La decisión que tuvo como excusa la cuestión mapuche en el sur -sobre todo, el trato dispensado a las mujeres aprehendidas- en la previa a la realización del Encuentro Plurinacional de Mujeres y Disidencias en la provincia de San Luis, demostró el escaso tacto que siempre ha tenido esta gestión. El evento se inauguró con una ceremonia indígena como repudio. La ex ministra debió optar entre su condición de referente feminista y un gobierno que se cae a pedazos. Y no lo dudó.
En el fin de semana le renunciaron, además, Claudio Moroni y Juan Zabaleta. El intendente de Hurlingham, en uso de licencia, desde hace rato que expresaba su deseo de retornar a su distrito, que le comió La Cámpora en el interim. Además, sin poder manejar los recursos de una cartera parcelada entre las organizaciones sociales –sobre todo el Movimiento Evita- y con demandas cada vez más numerosas y reiteradas de las organizaciones sociales, su continuidad no tenía sentido alguno. El problema es que seguramente ya será demasiado tarde para tratar de recuperar el liderazgo territorial que supo tener.
El otro que se bajó fue Claudio Moroni. Ningún trabajador lo lamentará, ya que fue prácticamente un operador de las grandes empresas, asociado con los “gordos” de la CGT. Moroni fue siempre un “funcionario que no funciona” y que sólo se mantuvo en su cargo por su amistad con Alberto y Héctor Daer. Pero jamás resolvió un conflicto en favor de los trabajadores, y demostró hasta qué grado llegaba su incapacidad en el reciente conflicto del sector neumáticos, que sólo pudo ser resuelto gracias a las intervenciones de Pablo Moyano y el “Pollo” Sobrero. Indirectamente, esta resolución dejó evidencia una vez más cuáles son los verdaderos intereses de los “gordos”. Y así Moroni dejó de servirles.
Si bien su renuncia fue justificada por un “problema personal”, no importó de qué se trataba, ya que nadie lo quería más en el cargo.
Así, de manera impensada, Alberto perdió a tres ministros “propios”. Pero esto, que debería haber sido tomado como una gravísima crisis política, pasó desapercibido. En un gobierno en el que sólo funciona la cartera de Economía, quiénes sean los que estén a cargo de los ministerios resulta secundario.
Lo grave es lo que viene, ya que Alberto estaría dispuesto a resolver los reemplazos sin consultar a sus aliados Cristina Fernández de Kirchner y Sergio Massa. Para evaluar esos cambios el presidente se reunió en el fin de semana en Olivos con Vilma Ibarra, Santiago Cafiero y Agustín Rossi. No le quedan muchos más en quién confiar.
A esto se suma su trasnochado proyecto de enviar a Juan Manzur al Senado, para que Santiago Cafiero pueda retornar a la jefatura de Gabinete, y el senador tucumano que debería renunciar, Pablo Yedlin, se haga cargo de Desarrollo Social.
¿Y quién iría a RREE de concretarse este supuesto? Como Alberto nunca leyó a Perón y admite ser socialdemócrata, la geopolítica no le importa. Ya está el FMI para definirla.
Alberto Fernández se siente incómodo con su rol testimonial. Sólo conserva su capacidad de hacer daño, porque sus aportes fueron raquíticos, si es que alguien puede recordar alguno. Y esa determinación en tratar de hacer fracasar a quienes se han puesto al hombro la gestión para no quedar tan en evidencia resulta muy preocupante. (www.REALPOLITIK.com.ar)
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