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15 de octubre de 2022 | Nacionales

Créase o no

El plan de Alberto para lograr la reelección

Por más que las encuestas lo muestren por el piso en la consideración de la sociedad y que prácticamente todos los comentarios periodísticos -más allá del lado de la grieta del que provengan- sólo destaquen su incapacidad y se refieran a él en tono caricaturezco, Alberto Fernández está decidido.

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"Quiere ir por todo”, afirman desde el mini gabinete que consiguió retener por fuera de la influencia de Sergio Massa y de Cristina Fernández de Kirchner.

“No se le ocurrió ahora. Siempre pensó en eso”, aseguran. Y destacan que si bien aceptó su desplazamiento, siempre lo consideró como un “movimiento estratégico”, a la espera de la oportunidad de ensayar el contraataque. Por esta razón -señalan- siempre manifestó su convicción de que las PASO deberían realizarse sin modificaciones y exigió -y consiguió- la renovación de Miguel Pesce en el Banco Central. Para Alberto, Pesce es el ancla en derredor de la cual gira su contraofensiva: habida cuenta de la importancia determinante del ámbito financiero en una Argentina endeudada y deshilachada, el titular del Banco Central es para el presidente el verdadero ministro de Economía, ya que en sus manos están las llaves para dinamitar la incansable gestión de Sergio Massa.

Aunque no se lo admita, el ministro de Economía es el gran adversario para las aspiraciones presidenciales. Mucho más cuando ayer The Economist reconoció que “Massa es lo único que se interpone entre la Argentina y el caos”. Para permitir el resurgimiento de Alberto, el líder del Frente Renovador debe fracasar. De este modo, en medio del caos y ante las opciones radicalizadas de Cristina y de Mauricio Macri, podría presentarse como el referente natural de la moderación.

Obviamente que en su entorno nadie se atreve a poner en duda esta caracterización ni este plan de acción. Más aún cuando la aplicación del ajuste exigido por el Banco Central garantiza una segura derrota del Frente de Todos para el año próximo. Durante algunas semanas desde la asunción de Sergio Massa, Alberto se dedicó a esperar que la relación entre el superministro y el cristinismo se fuera desgastando, y entiende que ahora, con el acto del 17 de octubre, quedarán al borde de la ruptura. Los anticipos del tono de los discursos que se escucharán este lunes en la plaza de Mayo alientan sus esperanzas.

Mucho más cuando el “Curvo” Larroque salió a afirmar este viernes que “el acuerdo con el FMI está caído”, y que el viaje de Sergio Massa tuvo como objetivo renegociarlo. Pero la alternativa de renegociación fue desechada públicamente por Kristalina Gueorguieva. Si a esto se suma una inflación galopante, que dio un cuestionado 6,2 por ciento en septiembre, y la falta de un plan concreto para atacarla con cierta expectativa de éxito, parece ir cobrando forma el escenario deseado por Alberto. Aunque, claro está, en lugar de su éxito también podría anticipar el fin anticipado de su mandato. Algo que al presidente ni siquiera se le cruza considerar, pero que sigue siendo una amenaza concreta.

El recambio ministerial confirmó las expectativas presidenciales. No sólo prescindió de consultar a sus otros dos socios mayoritarios dentro de la coalición gobernante, sino que se preocupó muy especialmente de que quedara en claro que no los había tenido en cuenta. Las designaciones de Kelly Olmos y Victoria Tolosa Paz sugieren que por fin, aunque en las peores circunstancias, el presidente se ha decidido a fundar el albertismo. La de Ayelén Mazzina, en tanto, es la prueba explícita del cierre de un acuerdo político con Alberto Rodríguez Saá. Tal vez el gobernador más prestigioso dentro del peronismo no cristinista.

Mientras que prescinde del diálogo con sus socios mayoritarios, Alberto y su mini gabinete actúan  de manera coordinada. No fue casualidad que Kelly Olmos lamentara que Cristina no la hubiera felicitado. Un golpe calculado dentro de la disputa interna de poder, que pasó prácticamente inadvertido para el conjunto de la sociedad.

El lunes 17 de octubre podría marcar un hito en el destino del gobierno. Otro 17 de octubre, despojado de la gloria y la épica del original, pero potencialmente determinante. Queda saber si el cristinismo pasa definitivamente a la oposición y acelera su ruptura con Sergio Massa, y si realmente La Cámpora y el sindicalismo “combativo” consiguen llenar la histórica plaza.

Mientras tanto, Alberto ha decidido no participar de ninguno de los actos programados. Por un momento, decidió guardarse, a la espera de que la ficción de unidad del Frente de Todos termine de estallar. (www.REALPOLITIK.com.ar)


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