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24 de octubre de 2022 | Nacionales

Pensando en el 2023

Alberto, la CGT y el Evita, con un mismo objetivo: Concretar la “muerte del cristinismo”

Alberto Fernández está convencido de que Cristina Kirchner está terminada. No es el único. Los movimientos sociales –con el Evita a la cabeza– y la CGT tienen el mismo diagnóstico.

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Alberto Fernández, la CGT y el Evita vienen reuniéndose desde hace tiempo para crear una herramienta electoral que impida que la vicepresidenta vuelva a ser la “dueña de la lapicera” en la composición de las listas electorales de 2023.

En su universo paralelo, Alberto está convencido de que los números económicos no se reflejan por la alta inflación, pero está más que conforme con el crecimiento y lo han convencido de que eso se va a ver reflejado en el corto plazo. Insensible a las expresiones del territorio y de las encuestas, estos pronósticos le han llevado a concluir que su reelección es posible. 

De vez en cuando le cae la ficha, pero en seguida se la recojen, apelando a adulaciones y a discursos tranquilizadores aunque huecos. Por eso deambula entre el envalentonamiento y el enojo. Sabe que si se le consigue poner coto a la inflación el panorama electoral podría cambiar drásticamente. El problema es que no hay plan concreto alguno dentro de la gestión para alcanzar ese objetivo.

Tanto Alberto como la CGT y el Movimiento Evita están convencidos de que, de aquí a las elecciones del año próximo, la situación judicial de Cristina se volverá insostenible. Eso los lleva a concluir en que su carrera política está terminada. Tan es así, que hay un hecho que pasó aparentemente desapercibido, pero que permite entender cómo ha variado la situación desde el intento de magnicidio sufrido por la vicepresidenta. Al día siguiente de producido debía tener lugar el Congreso del PJ bonaerense. Allí todos iban a concurrir aceptando el liderazgo de Cristina, más allá de las críticas y descalificaciones de que la hacían objeto en privado. La dirigencia de la CGT se reunía con los movimientos sociales no cristinistas, pero todo se mantenía en absoluta reserva.

Pero a partir de entonces todo cambió. El Congreso fue postergado, los rebeldes se preocuparon porque sus reuniones salieran a la luz, y Alberto por dejar en claro que había decidido los nombres de las reemplazantes de los ministros renunciantes sin consultarla. Más aún, las elegidas implicaban una patada al hígado de la jefa. 

Por si fuera poco, el presidente aceptó y condenó tácitamente la corrupción en la obra pública durante la “Década Robada”, contraponiéndola con la transparencia inobjetable del actual. Así las cosas, la oposición, las corporaciones empresariales, la CGT, los movimientos sociales y la Justicia terminan alineados detrás de un mismo objetivo: concretar la “muerte del cristinismo”. El interrogante es si Cristina está realmente “terminada” o sólo es una expresión de deseos de sus enemigos. (www.REALPOLITIK.com.ar) 


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