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31 de octubre de 2022 | Nacionales

Contra el cristinismo

Alberto Fernández y la zanahoria de la reelección

Súbitamente todo parece haber cambiado para el presidente Alberto Fernández y su entorno.

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Lo que se le reclamara que hiciera desde el momento de su asunción, cuando estaba en situación óptima para desplazar a Cristina y sus acólitos, aprovechando los cien días iniciales con que cuenta todo presidente, parece estar decidido a hacerlo ahora, en una situación mucho más deteriorada tanto en lo referido a su imagen personal como de la situación económica, social y política. 

Pero la zanahoria de la reeleción puede más que los dictados de la razón. Y es por ese motivo que hace oídos sordos a las reiteradas agresiones de La Cámpora y les exige a sus colaboradores que hagan lo mismo. Alberto Fernández está convencido de que CFK tiene peor imagen que él y que de conseguir un modesto nivel de recuperación económica, podría imponerse en las PASO.

"Vos no te calientes, no les da la nafta, no son tan importantes", respondió a las quejas airadas de uno de sus ministros más cercanos, que estaba cansado de las operaciones constantes que le destina La Cámpora desde el momento mismo en que asumió. 

Quienes lo han visitado en los últimos días afirman que el proyecto de reelección de Alberto no es un acting. Está sinceramente convencido de poder imponerse al cristinismo en unas PASO que no está dispuesto a suspender, aunque sí establecer algunas correcciones en su desarrollo. 

"Una cosa es pasar de noventa días a cuarenta y cinco (entre las PASO y las elecciones generales) y otra es violar una norma electoral, Alberto no va a negociar eso. Un tipo con 5.300 obras en marcha y un plan económico por delante no se baja", celebran sus allegados.

En el cristinismo identifican perfectamente a la guardia imperial que respalda y retroalimenta el cambio de actitud presidencial. Son Hugo Moyano, Kelly Olmos y Aníbal Fernández los más enfáticos. Y pretenden constantemente bajarle el precio a su pretensión. 

"No quiso, no supo y no pudo, un poco de cada cosa", aseguran. Pero, aunque repitan a quienes quieran escucharlos que a Alberto no le da la estatura para combatir con Cristina, en su fuero íntimo dudan sobre la disposición de la vicepresidenta a embarcarse en un nuevo proyecto presidencial.

Si ya tenía escaso deseo de intentarlo, el atentado fallido terminó de agotar sus energías. “Sufre alteraciones e insomnios, se despierta entre gritos con la imagen de la pistola apuntándole en su cabeza”, asegura un referente de La Cámpora de fluido contacto con ella. 

El problema de fondo es que el cristinismo no tiene un candidato de recambio. Y, aún en caso de que Cristina decidiera ponerle otra vez el cuerpo al desafío, los números que manejan alertan sobre la posibilidad de que el Frente de Todos termine tercero en las PASO. Por eso desean evitarlas a toda costa. 

La ministra Kelly Olmos, que ha adquirido un inusitado protagonismo desde de designación, lo anima a hacer caso omiso del cristinismo y hasta a romper con Cristina y tratar de cerrar una alianza alternativa. Alberto coincide en que la ruptura le captaría votos independientes, a los que podría sumarse un acuerdo electoral con Gerardo Morales, cansado de Mauricio Macri y los delirios de sus intervenciones que -a su juicio- sólo prometen una guerra civil a corto plazo. 

"Que se quede con el peronismo, no hay problema, nosotros nos quedamos con los obreros, La Cámpora, el cristinismo, los sindicatos y el financiamiento, que tenga suerte", afirma un dirigente bonaerense ahora aliado de La Cámpora, a quien le seduce la ruptura y la presentación bajo del sello de Unidad Ciudadana. 

Pero no se trata más que de una bravuconada. Aunque no lo admita en público, el cristinismo tiene en claro que esta alternativa los condenaría a una rápida declinación, reconvirtiéndose primero en una fuerza provincial, para luego diluirse ante la falta de cuadros de recambio para reemplazar a Cristina.  

Alberto tomó como propia aquella sentencia de 1982 de Bill Clinton a George Bush (h), en plena campaña electoral: “The economy, stupid. (La economía, estúpido)”, y está convencido que, controlando la inflación y continuando con la recuperación económica, la ciudadanía le ratificará la confianza que depositó en él en 2019. Sobre todo si se anima a confrontar con Cristina, de un lado, y con los discursos radicalizados de los “halcones” y de los libertarios.

Alberto cambió. Se nota en su aspecto y en su manera de procesar las agresiones. El tiempo dirá si conseguirá mantener esta nueva actitud en el tiempo o será uno de los tantos cambios súbitos a los que nos tiene acostumbrados, para luego volver a mutar. (www.REALPOLITIK.com.ar)


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